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*Narra Valentina*

En el auto había un silencio bastante incómodo, por lo menos para mí.

– Perdón que haya visto eso. – dije sin mirar a mi jefe.

– No te preocupes, Valentina.

– No debió haber visto eso. – suspiré.

Cuando paramos en un semáforo volteó a verme.

– Se nota que le gustas mucho a Santiago.

Ese comentario me sorprendió.

– ¿Cree usted? 

– Estoy seguro. – el semáforo se puso en verde y volvió a arrancar.

Quité mi antifaz y lo guardé en mi bolsa, Joe estaba concentrando en camino así que solo miré por la ventana.

Las gotas de lluvia empezaban a caer sobre el cristal y poco a poco se fueron intensificando.

Mi casa no quedaba tan lejos, así que no tardamos mucho en llegar. Cuando Joe estacionó frente a mi edificio; tomé mi bolsa y salí del auto. Antes de cerrar la puerta le agradecí, él solo asintió y arrancó. Al llegar a la puerta de mi departamento busqué las llaves en mi bolsa, entré, quité mis tacones y dejé las llaves en el mueble que estaba en la entrada.

Caminé hasta mi cuarto, me desmaquillé y me puse la pijama, las palabras de Joe y lo que pasó hoy con Santiago no dejaban de dar vueltas en mi cabeza. Suspiré y me senté en la cama.

¿Será cierto lo que había dicho mi jefe?

Volteé y vi la hora en el reloj que estaba sobre la mesa de noche.

Ya era tarde y mañana tenía que ir a la escuela. Dejé de pensar en lo que había pasado y me metí entre las sabanas.

Lunes 15 de Octubre de 2018

Esperaba con ansias a que la clase terminará, era última hora. Cuando acabo, guardé todas mis cosas y salí del salón. Fui a mi casillero y me encontré con Kim.

– Estoy agotada, ¿Vamos a comer algo? Yo invito. – dijo mi amiga recargándose en los casilleros.

– Si quieres. – dije sin muchas ganas.

En ese momento mi celular comenzó a sonar. Revisé el verificador, era Santiago. Pero le llamaba a Valentina, no a Valeria. Decidí no responder, apagué mi celular, salimos de la facultad y subimos a su auto. Condujo hasta un restaurante, entramos y en menos de lo que pensaba ya estábamos en una mesa.

Una mesera nos entregó amablemente la carta y se retiró.

– Oye, Vale. – me miró – ¿Qué tienes?

– ¿Por qué lo dices? – la mire con el ceño fruncido.

– Hoy estás un poco más distraída que de costumbre. – comentó.

– No, pues gracias. – la miré mal.

– Es la verdad. – bromeó – No, pero ya, fuera de broma. ¿Pasa algo que no me hayas dicho?

– No, nada, tal vez esté así por todo lo que han dejado de tarea. – traté de no darle importancia.

– ¿Segura que es eso? – me miró a los ojos.

– Sí. – trate de no sonar nerviosa.

– Bueno. – se quedó mirando detrás de mí.

– ¿Qué tanto ves? Ya casi estas babeando, ¿Quieres que le diga a la mesera que te traiga un balde para que la eches ahí? – dije con diversión y reí por la cara que tenía.

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