Domingo 14 de Octubre de 2018
*Narra Santiago*
Salí antes de mi empresa para venir al casino, tenía que estar aquí para cuando ella saliera. No quería quedarme sin esa cena con ella.
Caminé a la barra y pedí una bebida. Divisé a lo lejos a mi amigo Joe, estaba hablando con Ethan, preferí quedarme un poco lejos, no tenía ánimos de pelear.
Miré a mi alrededor y vi que el lugar estaba lleno, especialmente de hombres. No me sorprendería escuchar la razón de la mayoría.
Tomé un trago de mi bebida y poco a poco sentí el calor del alcohol pasar por mi garganta.
Vi a Joe caminar hacia a mí, se acercó y me saludó.
– Santiago. – chocamos nuestros puños – ¿A qué debo tu visita mi querido amigo? ¿Cuánto vienes a dejarle a tu buen amigo Joe? – acomodó los puños de su camisa.
– No vengo a eso. – me miró confundido.
– ¿Entonces? – enarcó una ceja.
Yo sólo me quedé callado, sabía perfectamente la respuesta, mi respuesta era la misma de todos los hombres que se encontraban aquí.
– Oh, ya sé a qué vienes. – me miró pícaro.
– No vengo sólo a verla, la llevaré a mi casa. – lo mire con una amplia sonrisa.
– Wow. – me miró sorprendido, pero después cambió la expresión – Lo siento, hermano, pero no creo que quiera aceptar, ambos sabemos cómo es Valentina. – me miró como si no quisiera decepcionarme.
–Tengo todo eso bajo control. – tomé un trago.
Joe iba a decir algo, pero la voz del presentador le interrumpió, ya no le hice más caso y me acerqué lo más que pude al escenario. Había muchos hombres aquí.
Todos comenzaron a silbar y aplaudir pidiendo que el presentador dejara de hablar y diera comienzo al baile de Valentina.
El presentador bajó del escenario y las luces bajaron, un reflector apuntó al inicio del pasillo y dejó ver la silueta de Valentina.
Salió de aquel pasillo y comenzó a bailar en aquel tubo. Esta vez sus pasos eran más sensuales que otras veces. Claro, como siempre, sin llegar a lo vulgar.
Me sorprendió verla de rojo, siempre había sido de negro o incluso una vez blanco. Ayer solo dejé las flores y ya, no me quedé a apreciar su baile, pues tenía demasiado trabajo.
En un segundo se me quedó viendo y me guiñó el ojo de una manera provocativa.
Su antifaz rojo apenas me dejaba ver esos ojos color café llenos de lujuria.
Solo me concentraba en admirar cada uno de sus pasos y de sus pequeñas insinuaciones hacia a mí.
Cuando la canción terminó, dió un último movimiento y se fue por dónde entró.
Di media vuelta para ir a verla al camerino, pero alguien me detuvo por los hombros.
– ¿Tan rápido te vas, querido Santiago? – la voz me era familiar.
Di media vuelta y vi a la persona quien hablaba.
– Ethan. – dije sin ninguna expresión.
– Santiago. – sonrió con cinismo – Ese baile estuvo fantástico ¿Verdad? – me miró.
– Ajam. – contesté sin darle importancia.
– Uff, que chica. – suspiró.
Yo comenzaba a enojarme, apreté los puños y la mandíbula, no quería armar un espectáculo en el casino de mi mejor amigo.
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Sutra
Teen FictionUna apuesta entre amigos debe ser pagada, y que mejor con un baile erótico en el mejor club de todo Estados Unidos. Sólo lo mejor para el mejor.