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La voz del presentador me sacó de mis pensamientos.

– Bien, chicos, ahora sí, denle un fuerte aplauso a Valentina. – salió por el pasillo.

Los casinos de Joe tenían una distribución muy parecida entre ellos, por no decir igual.

Todos comenzaron a gritar su nombre, unos silbaban y otros aplaudía, pero todos demostraban su emoción y entusiasmo porque Valentía saliera de inmediato, incluyéndome.

Las luces bajaron. No era mentira lo del baile sobre el escenario, uno de los trabajadores colocó una silla en el centro, justo detrás del tubo que había bajado del techo justo cuando el presentador se fue. 

Si que Joe había invertido para Valentina, porque estoy cien por ciento seguro que eso no estaba ahí.  

Tres reflectores apuntaron a la entrada del pasillo. Valentina salió. Casi me da un infarto al ver el atuendo que traía. Se veía muy bien y jodidamente sexy. Vestía una lencería en color rojo que dejaba poco a la imaginación.

Tome un trago de mi bebida, la cual casi la escupo cuando mi mirada fue directamente a sus piernas, en pierna derecha traía puesta una liga muy similar a la que ahora tenía guardada en mi cajón, solo que esta vez era del mismo color de su atuendo. Ah, y no olvidemos su típico antifaz, a juego con el atuendo, por supuesto. 

Me perdí en sus sensuales movimientos, recorriendo con mi mirada cada parte de su cuerpo, como si me lo quisiera aprender de memoria. No sé por cuánto tiempo pase haciendo eso, pero al fin llegué hasta su rostro, me miraba.

Aparte mi vista de ella, pero cuando volví a mirar, ella se encontraba haciéndome señas para que subiera al escenario, cuando entendí completamente que estaba pasando, de inmediato subí al escenario casi de un brinco.

Me tomó de la mano y me guío hasta la silla, los gritos maldiciéndome a mis espaldas no se hicieron esperar. Me indicó que me sentara en la silla que habían puesto antes. Cuando me senté, me guiñó un ojo y se alejó para ir a la cabina donde ponían la música.

Estaba muy confundido por lo que estaba pasando. Lo que hice fue seguirla con la mirada. Al parecer pidió una canción en específico, porque mientras se acercaba a mí la canción empezó a sonar, de inmediato la reconocí.

Cuando llego a donde yo estaba sentado, se paró detrás de mí y me susurro algo que me hizo erizar la piel:

– Nuestra canción. – susurro en mi oído y mordió el lóbulo de mi oreja, cerré los ojos y tragué grueso.

Sus palabras fueron directamente a mi entrepierna. 

De inmediato recordé el día en que nos conocimos, cuando Joe me llevo por primera vez al Orange Club para pagar su apuesta.

No quería admitirlo, pero su baile me estaba poniendo igual o peor que ese día.

Dejo por un momento de bailar en medio de mis piernas y bailo en el tubo que se encontraba frente a mí. En ningún momento sus movimientos dejaron de ser provocativos.

De repente se dio la vuelta y subió un pie en al espacio de la silla que había entre mis piernas, me tomó la mano y la llevo a la liga de color rojo que estaba en su pierna, esta vez sabía qué hacer, así que de inmediato se la quite.

La canción estaba por terminar, ella se acercó y me miró fijamente, se acercó para besarme, pero solo rozó mis labios y se separó bruscamente. La canción terminó y se fue por donde entró. Guardó de inmediato la liga en el bolsillo de mi pantalón.

Subió de nuevo el presentador, yo me levanté de la silla para bajar del escenario. A penas pasaban de las nueve y media, me acerqué a una de las máquinas para jugar y aprovechar la venida. 

SutraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora