Tauro & Leo

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Narra Tauro

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Narra Tauro

Me enviaron una carta de la Universidad a la que me inscribí y me otorgaron una beca para estudiar allí.

Mi familia tuvo que mudarse por problemas económicos, pero, ahora se solucionaron.

¡Volveré a mi ciudad natal!

(...)

Entré con el pie derecho en la facultad y divisé a un chico castaño que venía cabizbajo hacia mí, pero no logré esquivarlo, ya que caminaba rápido y me chocó.

—¿Acaso no sabes mirar? —espeté de mala gana y lo miré seria.

Él me dirigió una mirada silenciosa, sin embargo, lo observé hasta que desapareció de mi campo de visión. El castaño se me hacía conocido pero no sabía de qué.

(...)

Cuatro meses después

—¿Puedes prestarme tus apuntes? —levanté mi mirada hacia el castaño que me hablaba y lo miré, era el mismo que me había chocado en mi primer día aquí. Jamás olvido un rostro.

—Hubieras tomado los tuyos si hubieses prestado atención en lugar de mirarme durante toda la clase, ¿no crees? —comenté y él se sonrojó levemente.

—Lo siento...

—No hay problema —busqué los apuntes que me pidió y se los tendí. Él los tomó y me sonrió—. Me llamo Tauro.

—Soy Leo.

(...)

Con el paso de los años, Leo se convirtió en mi mejor amigo, éramos como hermanos hasta que mis sentimientos por él cambiaron y cada vez que estábamos cerca, mis manos sudaban y me ponía nerviosa.

Traté de evitarlo y concentrarme en mis estudios para ver si mis sentimientos dejaban de atormentarme, pero Leo hizo hasta lo imposible para pasar el menor tiempo posible separados.

—Estás distante, ¿en qué piensas? —La voz de mi mejor amigo me sacó de mis pensamientos y me encogí de hombros.

—Esta semana estoy repleta de exámenes —mentí y Leo lo notó. Odio que me conozca tan bien.

—No me mientas, Tauro —rodó los ojos y continuamos caminando en silencio por el parque.

Habíamos venido para despejarnos del ajetreo de la Universidad y tener un tiempo a solas.

Miré hacia mi derecha y me sorprendí, no podía creer que él vino hasta aquí.

—¡Tauro! ¿Qué crees que haces? —ignoré los gritos del leonino y corrí hacia la orilla del lago.

—¡Tau! —abracé a mi hermano y él me estrechó entre sus brazos.

—¿Qué haces aquí, Sagi?

—Vine a visitar a unos amigos y a ti, pero ahora me esperan —dijo, mirando su reloj y sonreí—. Debo irme.

—Nos vemos luego —besó mi frente a modo de despedida y se encaminó lejos de mi posición.

Vi como se juntó con un par de muchachos y se fueron del parque. Giré para volver con mi mejor amigo y lo encontré detrás de mí.

—¿Quién era él? —dijo apenas me acerqué a él. Lo miré confundida y noté que estaba con los puños cerrados y su mandíbula tensa.

—¿Qué? —pregunté incrédula ante su tono de voz enojado.

—¿Por qué corriste así? —Colocó sus manos sobre mis hombros, ejerciendo un poco de fuerza en ellos y traté de liberarme de su agarre.

—¿Por qué estás actuando así? ¡Me estás haciendo daño! —Observé sus ojos buscando una chispa de cordura en ellos y Leo sólo estaba rojo de furia.

—¡Porque me gustas, Tauro! —gritó y al parecer, reparó en lo que dijo y aflojó el agarre. Por mi parte, sentía que el corazón se me iba a salir del pecho—. Me gustas, Tau.

Me quedé en silencio tratando de comprender la situación y creo que Leo malinterpretó mi silencio, ya que me soltó y se dio la vuelta para empezar a caminar lejos de mí.

¿Qué estaba haciendo? Mi mejor amigo dijo que le gustaba y yo en vez de confesarle mis sentimientos, estaba parada como idiota mirando hacia el infinito.

—¡Leo! —grité y él se dio vuelta para mirarme—. ¡También me gustas!

El castaño sonrió y corrimos para estar cerca del otro, ya que me había tardado bastante y él ya estaba por irse del parque.

Nos abrazamos y sentí que el tiempo se detenía al sentir sus labios sobre los míos en un beso lento.
 
(...)

Tiempo después

Narrador omnisciente

—¡Sagi! —Tauro abrazó a su hermano, al verlo delante de ella.

—¿Cómo estás, Tau? —sonrió el muchacho y ella lo invitó a entrar en la casa que rentaba con Leo.

—Bien, pero no te invité para que vinieras solamente a almorzar —dijo la taurina y su hermano la miró con desconfianza.

—¿Ah, no? —En ese momento se escuchó el ruido de algo rompiéndose en la cocina y ambos dirigieron su mirada hacia ahí, aunque no vieron nada por la cortina que dividía las habitaciones.

—Quiero presentarte a mi novio —Sagitario frunció el ceño y observó a su hermana menor, él sabía que eso iba a pasar algún día y no era quién para evitar lo inevitable—. Amor, ven aquí.

—¿Sí? —preguntó Leo, asomándose desde la cocina y vislumbró a su novia con el mismo muchacho del parque, por lo que se acercó posesivamente hacia ella.

—Leo, él es Sagitario, mi hermano—al leonino casi se le cae la mandíbula de vergüenza; casi tuvo un ataque de nervios por haberse puesto celoso de su cuñado—. Sagi, él es Leo, mi novio —la joven miró a ambos y su novio estaba rojo cual tomate, mientras que su hermano tenía su ceño fruncido.

—¿Leo Cazzo? —preguntó el sagitariano y el nombrado asintió confundido—. Idiota, cuando íbamos en preparatoria te dije millones de veces que no salieras con mi hermana —el sagitariano sonrió con felicidad de volver a ver a su antiguo mejor amigo.

—¿Sagitario Dicco? —Para ese entonces, la taurina no entendía nada. Leo sonrió y le brindó un gran abrazo al muchacho, no se habían visto en años—. No sabía que era tu hermana, te lo juro.

—¿Me explican? —habló Tauro, haciendo notar su presencia, ya que estaba en modo planta escuchando la conversación.

—¿No recuerdas al chico tímido de mi grupo de amigos? —cuestionó Sagitario a su hermana y ella negó—. Pues es este chico y le insistí por años para que no sea tu novio, pero siempre supe que sería una gran persona, Tau.

Mejor viejo conocido que nuevo por conocer, pensó Tauro mientras sonreía.

—No sé si sentirme ofendido o alagado —rio el leonino y abrazó con un brazo a su novia y con el otro a su cuñado—. No los volveré a dejar ir.

Pasaron el almuerzo, recordando viejos momentos entre risas. Cuando Sagitario se fue, Leo abrazó a su novia por la cintura mientras ella lavaba los platos que habían usado durante el almuerzo.

—Debo confesar que me enamoré de ti dos veces, sin darme cuenta, y lo haría un millón más  —murmuró el leonino cerca del oído de su novia y ella le sonrió.

—Debo confesar que me enamoro de ti cada vez que te veo —dijo Tauro y terminó de lavar la vajilla. Se volteó para ver a Leo y él no esperó para besar con amor a la muchacha.

One shots zodiacales; [PEDIDOS CERRADOS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora