Géminis & Escorpio

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Ella había huido del infierno en el que vivía para pilotear su viaje

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Ella había huido del infierno en el que vivía para pilotear su viaje. Recorrió la mayor parte de Gepan, sólo debía recorrer el desierto de Tupge y allí acabaría su travesía por el mundo.

Caminaba en línea recta, aunque, de vez en cuando, le echaba una mirada a su fiel brújula que la acompañó en cada uno de sus viajes. Era lo único que le quedaba de su hermano, quien tenía la fantasía de recorrer el mundo. Lástima que la vida no tenía los mismos planes que él.

Escorpio secó el sudor que corría por su frente con un pañuelo de tela. Hacía más de cincuenta grados, sentía que se estaba derritiendo con cada paso que daba. Aún así, continuó atravesando las pesadas dunas de arena que le proporcionaba el desierto como paisaje. Sabía que había pasado más de mediodía caminando pero no podía detenerse a descansar, si lo hacía, perdería horas de luz solar y caminar sin ver era algo difícil, ella lo sabía de sobra.

Pasaron las diecinueve horas y notó que comenzaba a oscurecer pero, no por causa de la noche. Se avecinaba una tormenta, de la cual no sabía si su carpa podría resistir la magnitud de una tormenta de arena. Apresuró el paso, quizás podría encontrar a alguien que pudiera ayudarla. Aunque eso sonaba demasiado surreal, debido a que, literal, se encontraba en el medio de la nada misma; sucedió. No muy lejos de ella podía observar una pequeña civilización alrededor de unas palmeras y un lago de tamaño mediano. Un oasis. Quizás era su imaginación que la estaba poniendo a prueba, pero debía arriesgarse, esa era su única oportunidad. A medida que se acercaba, notó que la gente había desaparecido y ahí fue dónde se detuvo. ¿A dónde podrían haber ido tan rápido?

Colocó sus manos alrededor de sus ojos, simulando unos binoculares y divisó a un hombre de cabello largo y castaño que estaba sobre un caballo blanco. Él le hacía señas a ella para que se apurara y así lo hizo, no quería perder más tiempo, al menos sin estar resguardada de la tormenta que poco a poco estaba llegando.

—¡Sube! —ordenó el extraño y Escorpio no lo dudó ni un segundo. Apenas subió, el hombre tiró de las riendas del animal para cabalgar hacia el oeste. Escorpio se alarmó, no tenía que dejar de avanzar hacia el norte al estar en el desierto.
—¡¿A dónde me llevas?! —preguntó, cerrando sus ojos, ya que el viento había llegado antes que la tormenta y la arena se metía en sus ojos.
—¡No estamos muy lejos! ¡Ten! —El castaño le pasó un retazo translúcido de tela. La joven aventurera lo miró con extrañeza hasta que se lo colocó alrededor de su cabeza, impidiendo que la arena continuara arruinando su visión y pudo observar con más claridad el panorama, bueno, lo más claro que pudiera observar en la oscuridad.

Ninguno volvió a hablar por, apróximadamente, cinco minutos hasta que llegaron a una abertura en el suelo. Escorpio bajó cuando se lo dijo el desconocido, quien segundos después hizo lo mismo. Él sacó una vela de sus ropajes. Movió el objeto hasta que se encendió y la joven pelirroja se sorprendió, jamás había visto algo así, aunque sólo le esperaría asombro si seguía al lado del castaño.

One shots zodiacales; [PEDIDOS CERRADOS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora