Capítulo 02

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Lucas aumentó el ritmo de su mano sintiendo su miembro duro empezando a sentir contracciones rítmicas muy potentes procedentes de los músculos de la base de su pene y en el bajo vientre. Sabía que en cualquier momento eyacularía; el sudor de su frente, la fuerza con que bombeaba su sangre y su rigidez lo llevaban a sentir aquello.

«Sigo moviéndome sobre ti, acelerando

las embestidas. Jadeo»

—Vamos nena... —habló y su voz salió como un gemido lastimero imaginándose a Leticia encima de él. Tomaba sus caderas con fuerza y le hacía acelerar el ritmo de las embestidas. Luego subía una mano a su seno y lo apretaba con fuerza. Si, la obligaría a inclinarse para meterse el pezón en su boca y así succionar y morderlo. Podía sentir su tibieza y humedad como si de verdad la estuviese poseyendo

«No te detengas, quiero escucharte

gritar mi nombre»

Dejó el móvil en el lavabo y siguió en su faena. Sintió varias contracciones y sabía que ya estaba a punto. Empezó a expulsar con fuerza el semen que caía. Le hubiese gustado que toda la fuerza que llevaba y la cantidad estuviesen derramadas dentro de Leticia.

Siguió el movimiento hasta que volcó la última gota. Recostó su cabeza hacia atrás y trató de normalizar su pulso. Volvió a la triste realidad después de haber estado en la gloria cuando escuchó la llegada de un mensaje.

«Lo siento. Tengo que bajarme en la parada,

más tarde continuamos ¿sí?»


«Está bien mi amor. Estaré contando los

minutos para volver a verte»


«Yo igual, te amo»

Mientras esperaba sosegarse un poco rememoró todo ese tiempo que llevaba con Leticia, poco a poco logró que ella se amoldara a él. Lamentaba no tenerla cerca porque sino ya hubiese disfrutado de ella una y otra vez sin saciarse porque era demasiado hermosa. Pero estaba seguro que cuando la tuviese debajo de él o encima recuperarían todo el tiempo perdido, de eso no había dudas.

Tenía que admitir que llevaba meses deseando ir a su país sobre todo cuando Leticia lo ponía de esa forma, quería tele transportarse y hacerla gritar su nombre y que le suplicara que le diera más, mucho más, de la misma forma que rogaba por mensaje.

Se ponía duro otra vez con solo imaginarse sobre ella. Su piel ardiendo de deseos dejándose llevar por el vaivén de sus caderas friccionándose cada momento con mayor fuerza. Se imaginaba presionar la fina cintura de ella hasta clavar sus dedos en ellos y darle hasta cansarse.

La inocencia de tu piel Donde viven las historias. Descúbrelo ahora