Capítulo 18

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Volver a casa es lo más gratificante que le puede pasar al ser humano después de estar lejos de ella. Era un sentimiento inexplicable que lo llenaba de emoción a Lucas por volver a sentir el cariño de los seres que amaba.

Aunque la vida en otro país podría resultar en muchas ventajas por la libertad que aquello sobrellevaba, había ocasiones en las que extrañaba las locuras de su hermana o los chistes sin sentido de su hermano. Al principio creía que nunca llegarían a hacerle falta por insignificantes que eran esas cosas hasta que sentía la ausencia de ellos.

Extrañaba a su tío quien había sido su padre por muchos años. Pero, desde que empezó a crecer intentó reemplazar la ausencia de ellos por fiestas, mujeres, amigos y poco a poco fue desligándose del cariño de su tío como si aquello lo iba a hacer ver más fuerte. Ya no le decía papá como sus hermanos lo hacían a veces sino que empezó a llamarlo por su nombre o simplemente como correspondía. Sentía que debía alejarse de todos y empezar a ser independiente para creer que era capaz de valerse por sí mismo, sin la necesidad de extrañar a alguien. Se sentía horrible pasar las noches con ese hueco en el pecho y sentir la necesidad de llorar como un niño. Eso nadie lo sabía y quería que así permaneciera.

Todo estaba bien hasta que apareció Leticia, siempre supo que ella estaba enamorada de él, todos lo sabían. No entendía como ella pudo fijarse en él si era un cretino rompe corazones o mejor dicho seguía siéndolo. Por mucho tiempo y por respeto a ella fingió que pasaba desapercibida para él. No intentó nada aunque algunas veces tuvo oportunidad de tenerla a su disposición, pero cuando estaba lejos y empezaron a escribirse se sintió como si ya no tuviera ninguna responsabilidad para con la familia, además Leticia ya era adulta y podía tomar decisiones a las que ella misma sería responsable.

Los mensajes eróticos y las fotos desnudas empezaron a intercambiarse dieron paso a un avance mucho mayor. Si, Lucas se había lamentado no haber hecho nada con ella con anterioridad, cuando podía hacerlo. Cuando decidió hacer un viaje para que pudieran estar juntos ella se había ido de paseo y no había podido verla. Por eso llevaban dos años que no se habían visto. Quería verla, abrazarla y besarla. Se sentía impotente porque se había dado cuenta que estaba sintiendo cosas que no había pasado con otras mujeres. Trató de estar con cualquier otra que se le pasara al frente para cerciorarse que Leticia no se estaba volviendo parte importante de su vida, pero fracasó.

Su reciente alejamiento o rechazo lo hizo tocar fondo, pensó que todo estaba bajo su control pero no era cierto. Temía que lo que estaban construyendo se fuera de su mano como agua. En un arrebato de su tiempo y tras ser parte de los arreglos del cumpleaños de su tío se sintió con ganas de volver de abrazar a los suyos y de decirles lo mucho que los extrañaba.

—¡Lucaaaaas! —Escuchó gritar de emoción a Luna. Cuando terminó la llamada de su teléfono percibió un grito estrepitoso de ella, quien corría a toda velocidad para saludarlo y rodearlo. Cuando abrió la puerta y se encontraron frente a frente se abrazaron y lloraron.

Luna no podía contener el llanto al abrazar a su hermano, lo extrañaba tanto que ese momento le parecía un sueño. Lo podía tocar y decirle en directo lo mucho que lo amaba.

Luego del llanto vino la alegría y las risas. Enseguida se unieron en un abrazo con Luciano y se emocionaron al verse.

—Que hubo hermano —saludó.

—Hasta a ti te he extrañado —le dijo a Luciano para molestarlo.

A continuación saludó a Esmeralda y a Ismael que también los había extrañado. Eran como parte de su familia.

—Feliz cumple, tío—dijo al tenerlo junto a él —. No quería pasar otro año sin felicitarte en persona.

Leonel abrazó a su hijo y fue como si le cavaran un hueco en el pecho, se sintió vacío.

La inocencia de tu piel Donde viven las historias. Descúbrelo ahora