Capítulo 36

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En la mañana siguiente habían aprovechado el último día del fin de semana para salir a pasear, comer y hablar de todo lo que se les ocurría, para Leticia eso era bueno porque a pesar de que Ismael estaba esperando una respuesta las cosas marchaban bien y por primera vez en la vida no se sintió presionada.

En la tarde decidieron volver para descansar un poco. Leticia en su habitación empezó a quitarse el maquillaje y luego a bañarse, incluso se había colocado un vestido sencillo porque pensaba descansar en lo que quedaba del día. Pensó que era muy probable que le dijera que sí y que tal vez no perdería nada si lo intentaban.

Escuchó que golpeaban la puerta y fue enseguida a abrir, pero casi muere sorprendida y hasta pensó que estaba alucinando cuando lo vio. Retrocedió y su inusual visitante se adelantó cerrando la puerta.

―Hola, Leti.

―¿Qué haces aquí? ―preguntó aun con sorpresa.

Leonel sonrió al verla asombrada y es que así se imaginó que pasaría. Cuando tuvo la idea de irla a buscar al principio quiso avisarle, pero después decidió que no le diría para sorprenderla y que la emoción fuese mayor. Aunque le escribía y en algunas ocasiones ella le respondía comprendió que ya no quería retrasar más tiempo para verla.

―Sorpresa ―dijo sonriendo y acercándose a ella para abrazarla. Cerró los ojos al sentirla allí con él y al percibir su aroma natural que aún no había olvidado. Había pasado tanto tiempo sin ella y la extrañaba con locura y solo esperaba que ella también.

Leticia no sabía qué decir porque su corazón estaba bombeando a tanta velocidad que le retumbaba hasta en los oídos y parecía que se le iba a salir al verlo allí, en Japón. Estaba segura que como la tenía aun en su fuerte pecho podía sentir el latido fuerte de su corazón. No pudo evitarlo y sus brazos lo rodearon y cerró los ojos al percibir y sentirlo allí.

Pensó que había conseguido olvidarlo o que cuando lo vería ya no sentiría nada por él, pero al parecer no había surtido efecto la distancia y se sentía confundida al ver que había viajado hasta allí solo por ella. En un tiempo guardó la esperanza que eso sucedería, pero con el tiempo lo había olvidado.

―¿Por qué? ―preguntó separándose de él esperando que entendiera a lo que se refería porque aún no podía hilar las palabras. Aun así, el no soltó sus manos para estar en contacto con ella.

―Porque no puedo dejar que pase el tiempo sin que podamos estar juntos ―dijo sonriendo atrayéndola otra vez a él y besando su cuello.

Ella se separó y arrugó su ceño al verlo otra vez.

―Pero lo nuestro no va a volver a pasar ―habló con la posibilidad que eso fuese cierto.

―Eso fue lo que decidiste tras todo lo que ocurrió, pero ahora que ha pasado un tiempo podríamos pensarlo mejor y buscar alguna solución o alguna manera para que las cosas queden mejor, Leti. No he dejado de pensar en ti y soñarte, he añorado tu cuerpo, tu risa, tu mirada, todo ―comentó atrapando sus labios y dejándose llevar por la pasión del momento.

Leticia correspondió a ese anhelado deseo de sentirlo otra vez y recordar todo lo que habían hecho, recordó los besos, caricias y pasión con la que se entregaron y no dudó en envolverse en ese anhelado recuerdo. Sintió como las manos de Leonel aprisionaba su trasero para levantarla y recostarla sobre la pared para intentar despojarle el corto vestido que poseía y que se deshacía en sus manos. Gimieron al sentir sus cuerpos friccionarse y el corazón de Leticia empezó a acelerarse a medida que su zona intima lo hacía.

―Espera... ―dijo cuándo Leonel intentaba morder y succionar la parte de su cuello ante el júbilo de su excitación.

―No esperemos más, amor ―susurró abordando su boca con fiereza ―. Habrá más tiempo para hablar luego.

La inocencia de tu piel Donde viven las historias. Descúbrelo ahora