Capítulo 29

3.9K 337 30
                                    

Leonel giró la esfera que contenía una banqueta con dos ele; esas iniciales que le recordaban su intenso y momentáneo romance con Leticia. Aquel regalo lo consideraba de gran valor por el simple hecho que se lo había hecho Leticia, la extrañaba y quería ir a ella pero estaba seguro que lo rechazaría, era de esperárselo.

No podía evitar pensar en su hijo y el daño que le había hecho sin sentirse tan miserable y egoísta. Tampoco podía olvidar y en su cabeza le retumbaba las palabras que él le gritó diciendo que lo odiaba. Por más que había intentado hablar con él no le respondía ni las llamadas ni los mensajes, por eso había preferido dejar pasar un tiempo para ver si dejaba de sentir ese odio que vio en sus ojos antes que se marchara.

Rememoró el día que la vio por primera vez y no fue el momento en el que Luna le presentó a aquella chiquilla sino la primera vez que la veía como alguien diferente. Si, su cuerpo desnudo hizo que se fijara en la hermosa mujer que se había convertido. Tantos años que la había visto crecer junto a Luna que no se había fijado en ello, pero solo en ese momento lo advirtió. Empezó a verla diferente y no pudo sacarla de su mente, ni siquiera cuando la hizo suya, porque sentir que había sido su primera vez lo incitó más a desearla con vehemencia, sin importarle las consecuencias que podía divisar. Se volvió a sentir un adolescente al que se le es permitido todo. Se sentía estúpido al no saber qué hacer o qué sentir, él era un hombre fuerte y no quería sentirse así.

Cuando estuvo con Leticia nunca pensó que las cosas continuarían y que solo sería mujer de una sola vez y no porque no lo valiera sino porque ella formaba parte de la familia y lo había arruinado con pleno conocimiento de causa. Se sentía culpable porque debió colocar las cosas en su sitio y no dejar toda la carga y presión sobre ella. ¿Qué haría ahora?

De vez en cuando la veía en la universidad pero solo de lejos. Sentía unas ganas enormes de ir a buscarla pero lo detenía la situación por la que estaba pasando su familia en ese momento. Era horrible sentirse el culpable de todo lo que había ocurrido y lo peor que eso había afectado a las personas que más amaba.

Por su mente cruzó Luna, la pequeña a la que se había esforzado por proteger y cuidar pero que no había conseguido hacerlo. Creía que con ella las cosas estaban bien y le dolía recordar que no había hecho nada bien, pensó que su hermano y cuñada estarían revolcándose en su tumba. Se sentía tan impotente y no hallaba nada que pudiese consolarlo.

—No deberías atormentarte tanto —dijo Luciano mientras se acercaba.

Estaba tan sumido en sus pensamientos que no escuchó cuando entró en el estudio.

—¿Qué haces despierto a esta hora? —preguntó al ver que ya eran casi las tres de la mañana.

—Bajé por un poco de agua y vi encendida la luz, me imaginé que estabas aquí.

—Estoy terminando un trabajo.

Luciano no le creyó y fijó su atención en la mano de su tío y vio que sostenía la misma esfera que Lucas había estrellado en la pared de la habitación antes de irse. No entendía lo que había pasado, pero llegó a suponerlo, aun así, no esperaba que alguien le contara ni pretendía preguntarlo. Había cosas que las personas hacían y que por malo que fuera solo debía incumbirle a los afectados y él no era nadie para juzgar ni mucho menos a las personas que amaba.

Luciano avanzó un poco hasta situarse junto al escritorio y casi frente de su tío. Él no era de muchas palabras, pero sabía cuándo tenía que hacerlo.

—Como te lo dije, tío. No debes atormentarte porque sigues siendo el mejor de los hombres para todos, aunque las cosas no estén del todo bien por ahora. A veces tenemos diferencias, pero estoy seguro que no olvidamos el sacrificio que hiciste y sigues haciendo por nosotros, a pesar que eras nuestro tío no tenías ninguna obligación de hacerlo. Nos criaste mejor de lo que pensaste, estoy seguro; hiciste un gran trabajo con nosotros y estoy infinitamente agradecido. Las decisiones que tomamos ahora no son tu culpa, simplemente son cosas de las que tenemos que afrontar. Me imagino que dejaste a un lado tu juventud por estar pendiente de nosotros y eso es un gran sacrificio porque no me veo a mí cuidando de tres niños. Gracias tío —dijo levantándose y dándole una leve palmada en su hombro.

Luciano se levantó y se dirigió hacia la puerta y lo miró por última vez antes de salir y pudo ver como él se había quedado pensativo y con una lágrima rodando por su mejilla.



Leticia no pudo contener el grito de emoción cuando llegó a su correo un aviso felicitándola donde le comunicaban que había conseguido aprobar la entrevista exitosamente y que como último requisito debía presentarse a las oficinas requeridas para entregar los últimos documentos. No podía creer que había aprobado. No dudaba de sus capacidades, pero entre tantos estudiantes y luego la entrevista era de suponer que no sería fácil estar entre los escogidos para hacer las prácticas profesionales en Japón. Era increíblemente aterrador, iría a otro continente, a otro país y a otra cultura, a un lugar donde no hablaban su idioma, pero al que le habían dado la oportunidad y no pensaba desaprovecharla. Volvió a gritar de la emoción y corrió a donde su abuela para contarle la buena noticia. Aquella mujer que había criado a lo único que le quedaba de su hijo se sintió orgullosa de su nieta, pero más se sintió feliz al verla que estaba tan emocionada que volvía a ser la misma de antes. Ese antes que no sabía que había ocurrido pero que en ese momento no le importaba al verla radiante. Fue a preparar el pie de limón que tanto le gustaba a su nieta para que la celebración estuviese completa.

A Leticia solo le faltaba terminar las últimas semanas de clases y prepararse para el viaje. Luego de la emoción pensó un momento en Ismael y le dio curiosidad preguntar si también había aprobado, pero al final decidió no hacerlo, suficiente desplante tuvo ese día como para sufrir otro. Esperaba sinceramente que él también hubiese conseguido la beca y pensó que si los problemas no se habrían presentado entre ellos estaba segura que estarían celebrando ese gran momento. Lo extrañó, extrañó a todos sus amigos porque solo compartió la buena nueva con su abuela y con una deliciosa tarta de limón. 

La inocencia de tu piel Donde viven las historias. Descúbrelo ahora