Capítulo 13

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Luciano levantó la mirada al escuchar que la puerta se abría con sigilo y que unas manos delicadas con un esmalte rosado se abría paso al interior

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Luciano levantó la mirada al escuchar que la puerta se abría con sigilo y que unas manos delicadas con un esmalte rosado se abría paso al interior. Cuando la mujer entró y mostró en su rostro la sensual sonrisa que siempre la acompañaba pensó inmediatamente que su día había mejorado. Su caminar pausado y altamente llamativo le permitió mirarla por entero delimitando cada espacio en su cotoneo de caderas. Dejó el lápiz a un lado y cerró la computadora; se recostó en la silla anhelando que ese momento quedara grabado en su memoria como era su costumbre. Era memorable ese instante porque no todas las mujeres lo hacían dejar a un lado sus investigaciones y tomarse el tiempo necesario para observarla. Ella sabía cómo embobarlo y por eso estaba seguro que cada movimiento pausado para acercarse a él era milimétricamente estudiado.

El vestido ancho con botones al frente le queda perfecto como toda prenda que luciera en su voluptuoso cuerpo. Era una mujer atractiva y estaba al tanto de ello, por eso su seguridad era evidente donde fuera. Su cabello ondulado y café se deslizaba en su hombro con soltura al ritmo de sus piernas.

Se acercó a la silla donde estaba sentado y se sentó sobre él dejando a una lado cada una de sus piernas. Sus labios se unieron al mismo tiempo que las manos de Luciano se deslizaban por sus muslos y glúteos. La lengua de ella jugó a deslizarse en su cavidad y él dejó que hiciera lo que se le antojara. A ella le gustaba poseer el control y él no era nadie para oponerse.

Por un momento se besaron como si no hubiese un mañana. El control que ejercía uno sobre el otro en su cuerpo evidenciaba que se deseaban insensatamente. La tranquilidad por la que estaba rodeado Luciano se transformó en una temeraria pasión de la que estaban acostumbrados en sus encuentros furtivos. Ella tomó su cabello y deslizó la cabeza hacia atrás para morderlo desde el labio inferior, mentón y cuello. Él aprovechaba el momento para cerrar los ojos y tocarla delineando cada contorno de su cuerpo.

—Me imaginé que estabas en tu habitación —susurró —. Por eso vine a saludarte. —habló en su oído.

—Siempre estoy en mi habitación —rugió Luciano.

—Algo bueno hay que sacar de esto. —dijo levantándose y sonriendo.

Luciano vio cómo se levantó con tanta tranquilidad que lo abrumó. Ella conseguía cambiar de estrategia en segundos y él no lograba siquiera preverlo. Lo trastocaba por completo.

Fabiola sonrió al terminar esa última frase porque tenía su objetivo en mira. Decidió darle una mirada rápida a la habitación y notó que no había nada nuevo desde la última vez que había estado allí. Aunque en lo único que no podía asegurarlo era en los libros, era de suponer que había nuevos. Ella lo molestaba siempre, acusándolo de ser un friki y nerd, pero él lo negaba todo el tiempo.

—Hace tiempo no te venías por aquí ¿has estado bien? —preguntó Luciano tratando de recomponerse aunque su compañero no opinaban lo mismo. Se levantó hasta acercarse a ella.

La inocencia de tu piel Donde viven las historias. Descúbrelo ahora