Capítulo 05

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Leticia amaba pasear a Arthur al mismo tiempo que aprovechaba para tomar una que otra fotografía en el trayecto, esos momentos libres le hacían muy feliz y se olvidaba de todo a su alrededor. Desde muy pequeña su abuela le regaló una cámara, sospecha que aquello hizo que su pasión por la fotografía aumentara, poco a poco empezó a enfocar mejor sus objetivos y se dio cuenta que mejoraba, el archivo de sus fotografías eran ese juez evaluador. Arthur también era un excelente modelo canino y un gran compañero.

—Muy bien Arthur, hora de irnos cariño. —dijo levantándose y quitándose algo de césped de su vestido.

Ya tenía pensado volver a casa cuando de forma esporádica empezó a llover impetuosamente obligándolos a ocultarse de la misma. Por más que corrían para no mojarse se dio cuenta que no había sido buena idea ir en vestido a pasear y mucho menos con uno de color blanco. Al fijarse a su alrededor se dio cuenta que estaba más cerca de la casa de Luna que la de ella, en ese momento pensó que lo mejor sería ir hasta allá y esperar hasta que pasara el diluvio para luego llamar a un taxi.

Tocó el timbre y enseguida fue recibida por Leonel quien al ver su estado la hizo pasar rápidamente para que pudiera cubrirse. Se sorprendió verla allí y sin más detalles se fijó que el vestido que estaba totalmente adherido a su cuerpo como si fuera su segunda piel y el sujetador blanco dejaba a simple vista esos pezones rosados que no necesitaba imaginar su forma porque ya los había visto sin nada que los cubriera. Enseguida se recriminó por estar pensando de esa forma en Leticia. Para quitar de su cabeza esos pensamientos absurdos respiró varias veces y se ofreció para ir a buscar toallas limpias para ella.

Por más que evitaba pensar en lo que había visto ese día no había podido conseguirlo, cada cierto momento volvía a evocar ese día. Sus deseos eran mucho más fuertes que su razón porque hasta había fantaseado con tocárselos, luego llevárselos a la boca para probar y sentir su textura. También imaginaba que sus manos los presionaban con fuerza hasta que ella jadeaba y disfrutaba de su toque. Pero cuando volvía a la realidad se sentía el peor hombre del planeta.

Él había estado íntimamente con algunas mujeres y había tenido a su disposición pechos de diversa complexión, pero los de Leticia medianamente grandes y redondos lo llamaban a la lujuria y al deseo. Eran erguidos, grandes y firmes, se veían duros, esos pezones rosados lo desarmaban, pensaba que sus dos manos los abarcarían por completo o tal vez quedaría sobrando algo.

También llegó a pensar en los pocos hombres que habían tenido el placer de poseerla y deseó ser uno de ellos. Ella sería como ese lugar exótico y prohibido poco explorado y eso lo excitaba más. Pensó en Lucas, de seguro él sí había tenido ese placer de tenerla y por un momento sintió envidia de su hijo. Para todos era bien sabido que entre él y Leticia había más que amistad.

—Maldita sea. —murmuró cuando tuvo las toallas en sus manos y sin poder poseer autodominio sobre su cuerpo.

Debía dejar de pensar en ella de esa forma porque cuando lo hacía llegaba a sentirse el ser más despreciable, ella era la amiga de su hija y había tenido la oportunidad de conocerla desde hace algunos años atrás. Leticia era como parte de la familia.

La inocencia de tu piel Donde viven las historias. Descúbrelo ahora