Vigésima parte

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Van comenzó a notar que algo iba mal en Lynn. Ya iban siete meses de esa primera vez que compartieron aliento en un parque, suficientes para conocer sus reacciones y haberse adaptado a sus rarezas y virtudes ; suficientes para conocer al menos el nombre de Synnöve e intuir el enorme significado que este escondía.

Al principio, Van lo atribuyó todo a un posible desliz financiero, hasta que Lynn admitió tener las cuestiones monetarias ya en mente y estar usando los fondos para la universidad que en su momento habían ingresado sus padres en su cuenta. Sumados a sus propios ahorros, y aliviados por lo barato que le salía vivir con Jim, pues el piso era de su propiedad y  Lynn únicamente pagaba una pequeña cantidad como compensación de los gastos, ese asunto dejaba de ser una preocupación.

Lynn también le contó que le quedaba relativamente poco tiempo estudiando, porque retomaba una carrera que dejó en un parón, antes de empezar el tercer curso, y este año acababa de matricularse para el penúltimo año restante. Entonces, Van descartó la posibilidad de que el tema económico fuera la causa de su malestar.

Aun así, a veces Lynn le asustaba. En las repetidas veces que Van había manifestado que no deseaba volver a casa, se había iniciado un micro debate de trasfondo filosófico. "¿Y qué es para ti una casa?", respondía Lynn, agudo. Solía decir que el hogar es donde decidimos atarnos, donde se hallan ancladas nuestras venas y nuestro palpitante corazón . "Te equivocas, eso sería hablar de nuestra caja torácica, o nuestro sistema circulatorio" replicaba Van, y el otro arqueaba una ceja, dejando clara la respuesta.

 Solo nos tenemos a nosotros mismos, cuando el día muere y entre la neblina de nuestros pensamientos no hallamos ninguna mano amiga. Cuando el rostro del mundo nos observa. Esta piel, esta voz, es todo lo que tenemos.

"Eh, Lynn, no pienses así" replicaba, irritado, cortante. Le dolía ver a Lynn sacar semejantes conclusiones, viéndolo todo tan gris. A alguien a quien se quiere jamás se le permite tener tales esperanzas,aunque sean más que evidentes, con fin de evitar que sufran; y, a veces, cargados de inagotable egoísmo, llegamos al punto de ocultarles las verdades, transformándolas en nuestra cabeza. 

La fuente del pesar de Lynn tardaba en salir a la luz.

-Synnöve vuelve a estar hospitalizada. Sus pesadillas han vuelto- escuchó Kendra entre las paredes del apartamento. Era una conversación privada entre Lynn y Jim, a altas horas de la madrugada, pero eso no contribuyó a que a Kendra no se le escapara. Se sintió horriblemente mal, ella, la intrusa de aquel lugar, el parásito que se había hecho un hueco en la cama sobrante del piso, sin verdadero derecho a conocer los detalles de algo tan privado, por el tono que Lynn usaba, pero aún así enterándose por cuestiones de azar.

 Hacía menos de un mes que Lynn la había invitado amablemente a quedarse el tiempo que necesitara, y aunque apenas se conocieran, la tentación de escapar de su familia era muy grande y Kendra apenas tardó unas semanas en acceder, una vez hubo conocido un poco más al chico y él se hubo ganado su confianza, dejando ver que sus intenciones eran puramente altruistas.

 Arrinconó toda su parafernarlia junto al radiador y colocó su ropa en el lado libre del armario. Volvió a crear música, esta vez dentro de su nuevo estudio improvisado, e incluso se llevó su violín, para matar el tiempo y hacer experimentos. Tocaba tan bien que, más de una vez,  sus compañeros de piso se vieron incapaces de despegar la oreja de su puerta, hipnotizados por la melodía. Era agónica y melancólica, o eufórica y triunfal, dependiendo del día, pero siempre poderosa.

En resumidas cuentas, ese fragmento de conversación privada que por casualidad captó, hizo sentir realmente culpable a Kendra, e instaló una incomodidad en lo referente a su estancia con Lynn y el simpático de Jim. Su mente inquieta no podía parar de darle vueltas de noche, cuando se arropaba hasta las orejas, en su cama, y suspiraba con la vista fija en el techo y el sueño desvelado. ¿De quién hablarían? ¿Qué clase de nombre era ese, Synn....? ¿En un hospital? ¡Oh, no, por dios! ¿Estaría muy grave?

El asunto en su totalidad le estaba suponiendo un auténtico quebradero de cabeza a la joven, que a menudo regresaba a sus  reflexiones iniciales sobre Lynn. ¿Cómo era posible semejante nivel de androgenia en una persona? ¿Qué significaba el nombre  Lynn? ¿Se lo habría inventado? Kendra viene de Kendrick, "audacia" o "poder" en inglés antiguo. Pero, ¿Lynn? No pasaba un día en el que no se lo preguntase.

Al haberse convertido Van en un paciente habitual del doctor Farlane, la chica y él volvieron a verse. Intercambiaban conversaciones en la sala de espera, como de costumbre, hasta el punto de intimar medianamente y soltar confidencialidades. Kendra no pudo resistirlo más y mencionó a Synnöve, y entre los dos desentrañaron como buenamente pudieron la red de hermetismo que ocultaba lo que sucedía.

-No habla de ella. No le gusta hablar de su pasado.

-¿Sabes por qué?

-No- Van negó con la cabeza-Solo sé que es un tema delicado y sensible para él. Odio que me desplace así.

-Entiendo. Debe de ser duro que tu pareja....

-No es mi pareja- rio.

-¡Oh, lo siento! Pensé...

-Es normal que lo pensaras- recobró la seriedad- Solo me asusta que deje de contar conmigo, de confiar en mí. Sé que no soy el más indicado, pero me resulta doloroso que no me cuente las cosas... importantes.

-Le importas, te lo aseguro .Lo he visto con mis propios ojos. Quizá solo quiere protegerte, o no quiere involucrarte con sus problemas, sus demonios...-hizo una pausa y tragó saliva- porque te quiere.

Van se sonrojó. 

















Butterfly {El Chico De Cristal}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora