Isak cruzó la calle como tantas veces había hecho. El barrio donde se había instalado su hermana era excesivamente aburrido para su gusto, situado en un área tranquila y recorrido en su perímetro por las casitas típicas de Bergen, coloridas, de planta cuadrada y tejado a dos aguas. Lo habitaban casi exclusivamente familias de niños, por lo general, muy pequeños. A Isak se le asemejaba a la epidermis de una guardería, a una secta de padres primerizos organizada en calles. Le daba arcadas pensar en ello. Se consolaba con que a Synnöve tampoco le atraía especialmente la idea de unirse a aquel aquelarre parental y decía estar bien sin hijos.
Llamó a la puerta, vacilante. Se escuchaban gritos infantiles al otro lado, para su sorpresa. Todo cobró sentido cuando Ted le invitó a pasar. La casa estaba llena de familia y vecinos. Synnöve reposaba la cabeza en una butaca reclinable, rodeada de un grupo de mujeres y un par de críos, sentados en el suelo. Nadie parecía advertir en que tenían un nuevo visitante.
-¿Qué es todo esto?-preguntó Isak. Ted le ofreció una amplia sonrisa y le restó importancia al alboroto.
-Están aquí vuestros primos de Jönköping. Ya sabes, la celebración es en breve. También se ha acercado Esben, el vecino. Ha hecho un pastel de bacalao buenísimo. ¿Quieres?
-No, gracias.
-¡Isak!- le llamó Synnöve. Se había incorporado y corría a abrazarlo, radiante. Parecía más alegre que nunca, rodeada por seres queridos, y su profundo pesar apenas se detectaba en su mirada. Incluso ella parecía haberlo olvidado hoy. Sonreía de oreja a oreja.
Isak fue invitado a tomar asiento, sintiéndose algo incómodo a pesar de que se encontrase junto a su propia familia. El salón se le antojaba inmenso y aterrador en medio de su ansiedad ante estímulos sociales. Se hizo hueco en el sofá e intentó centrar la atención en el parqué iluminado por el ventanal, y la manera en la que los ácaros parecían aglutinarse en torno a los haces de luz, flotando a lo largo de ellos. A los lejos le saludaba la puerta entreabierta de la cocina, adintelada por la escalera de madera que conducía al piso superior. En general, la decoración era agradable, un híbrido entre escandinava tradicional y moderna. No, no había razón para sentirse abrumado. Tomó aire e intentó aguantar el tipo como un adulto.
Su primo mayor, Frode, lo contemplaba desde su alto sillón, azul cian, como el resto de asientos de la habitación. Estaba incluso más alto e imponía respeto. No era ni la sombra del niñato insolente con el que Isak se había criado. También habían venido Brynja y Hela, mellizas que se quitaban la palabra y discutían contínuamente, agotando en ocasiones a los demás y posteriormente disculpándose. Siempre era igual. Desde que el abuelo había muerto y no presidía las cenas de navidad- de eso hacía ya seis años- nadie las mandaba callar con tanta efectividad y ponía orden.
Isak vio a Astrid, que le sonrió desde un rincón en mitad de una conversación con el famoso vecino que cocinaba, Esben. A su lado estaba esa adolescente de la que nunca recordaba el nombre, la hija mayor de Brynja. ¿Frida? ¿Fionna? Poco importaba. Se estaba comiendo con los ojos a Esben con el mayor disimulo que podía. Sí, Isak había oído que las hormonas la estaban revolucionando y encajaba con lo que veía.
-Frikka, cariño, ¿me sirves té?- le preguntó Hela a su sobrina. ¡Con que así se llamaba!
Pareció reaccionar y apartó la vista a regañadientes del hombre de mediana edad y fuera de sus posibilidades. Es cierto que tenía encantos como la melena platino que definitivamente no había heredado de su madre, y los característicos pómulos afilados de los Salender. Su nariz también era prominente y sus ojos cristalinos, como todos los presentes, a excepción de Esben, que no compartía genes con nadie.
Isak se encogió desde su asiento y no le pasó desapercibido el ceño fruncido de Synnöve, dirigido hacia los críos que jugaban a sus pies. A su edad, se sentía enormemente presionada a convertirse en madre y lidiaba cada día con el pensamiento de que no era ético traer al mundo a una copia de sí misma. ¿Sería una criatura apagada, heredera de la tristeza de su madre? ¿Llevaría su sangre envenenada de errores? Ni hablar.

ESTÁS LEYENDO
Butterfly {El Chico De Cristal}
Teen Fiction¿Cuántas páginas harán falta para saber que, pese a la inegable y relativa fragilidad humana, ni siquiera en el más profundo recodo de nuestra esencia estamos hechos de cristal? No eres irreparable. Reconstrúyete. Reinvéntate. Renace las veces que...