Sonó una bofetada en el aire limpia y clara. Venía del despacho de la señora Klassen, el antiguo dormitorio para las visitas que transformó en un estudio ergonómico hace unos años. Su casa no acostumbraba a tener violencia- al menos no física. La reacción radical de Ada se debía a lo que acababa de oír de la boca de su ex marido : el muy infeliz había ido a hacerle una pequeña visita para aclarar algo y había salido de allí con alguna muela peor fijada que antes. La conversación había transcurrido de la siguiente manera:
-Buenos días, cielo- anunció él, tratando de acortar distancias de esa forma tan impertinente e interesada que acostumbraba. Ella le miró con cara de pocos amigos, inmersa en su café matutino, y aumentó con disimulo la barrera de papeles que la escudaba en su bureau.
-Estoy trabajando- fue su respuesta. En los últimos días habían estado bien, más que bien. Incluso se había dejado masajear la espalda como quien no quiere la cosa. Danniel le traía horribles recuerdos, pero también sensacionales, y debía admitir que lo había echado de menos. Sin embargo, odiaba su condescendencia y su cara de santurrón.
-Lo sé, perdona. Venía a hablarte de algo... importante.
Algo se accionó en su cerebro y pensó en lo mismo que él, sin estar segura de ello. Se le adelantó, deseosa de no tener que desenterrar ese tema tan temprano, y con los ojos nublados.
-¿Es por lo de Louise?- tuvo mucho tacto al pronunciar su nombre- ¿Qué ocurre?
Danniel hizo un amago de tomar asiento. Hubiera sido un buen vendedor de enciclopedias, muy pesado y falsamente carismático.
-Ella te adoraba. En la residencia preguntaba todo el tiempo por ti, ¿te acuerdas? Me dijo una enfermera que te llamaba por las noches. Incluso con el alzheimer...
-Sí, lo sé- se humedeció los labios- Me confundió con su sobrina alguna vez que otra, Elise creo que era. Al menos yo seguí yendo a verla.- Esperó su reacción, pero el golpe certero solo consiguió arrancar una ligera mueca de disgusto, ni siquiera de dolor, en su rostro, como si hubiera perdido una apuesta y no a su madre.
-No se acordaba de mí apenas. Mi padre me contaba cosas.
-O no quería acordarse. Si habla tan poco como tú no debiste de saber muchas.
-Estaba loca por ti- ignoró su comentario- Siempre hubo algo, y te envidio.
-Al grano, Danniel. Por favor.
Se puso de pie y sus facciones se esombrecieron. Apretaba los puños.
-Tengo una emergencia, Ada. De fondos. Ella te dejó casi todo y también es mi madre.
-Ya tuviste su parte- pestañeó, notando el enfado comenzar a hervir en su sangre- ¿Qué hiciste con ella?
-Tuve que invertir en acciones, no quedaba otra. Aún no he visto ni un duro. Sé que tú pagaste la mayor parte del impuesto y tienes acceso a lo que dejó.
-¿Y has venido aquí- abrió mucho la boca y arrugó la frente. Agitó la mano en el aire buscando las palabras- a pedirme su dinero?
La sílaba "sí" seca y sin vacilaciones fue seguida de una onomatopeya. El impacto de una mano contra una mejilla. Cuando se recuperó de la gran ira que la acuciaba, Ada se giró y clavó las uñas en el escritorio, con los brazos colgando a los lados del cuerpo. Le ordenó que se marchase en un tono que no admitía réplica. Van acababa de llegar de una satisfactoria sesión con Farlane y escuchó el golpe tras cerrar la puerta principal con sigilo. Iba a asomar la cabeza por el pasillo, pero el enorme cuerpo de su padre pasó por delante de él y no fue necesario más. Tenía el rostro rojo y la sospechosa marca de unos dedos impresa en un lado de la cara. Se dirigía al piso de arriba sin darse cuenta de su presencia.
Van esperó. Trató de no cruzarse con sus padres en el resto del día, aunque fuera difícil. Notaba una tensión nueva entre ellos cuando casi tropezaban con el otro por los pasillos, hasta el punto de que Ada decidió que comía en su despacho y se encerró con un cuenco frío precocinado. Él hizo lo propio, harto de malas atmósferas, y se preparó su propia comida. Arroz con verduras, un poco duro e insípido pero su obra personal. Le dio lástima Danniel cuando lo vio sentarse en la mesa de la cocina en soledad y asumir que almorzaría de esa misma forma, con la mirada perdida y las sobras de la cena delante.
Algo más tarde, Van llamó a Lynn para asegurarse de cómo estaba y fue acogido con gran alegría. Lo pillaba en una entrevista para clase, que según él finalizaría pronto. Se rieron y expresaron lo mucho que se extrañaban. Entonces, Danniel pasó como una sombra por el hueco de la puerta, aún con los ojos en otro sitio. ¿Es él?, preguntó, pareciéndose de golpe mucho a un padre de verdad, de esos que saben cuando hablas con esa persona en mayúsculas. Van asintió. Dile que si le parece bien que me presente, que si puede esta tarde, le urgió. Van pasó el recado con los ojos muy abiertos y escuchó a Lynn quedarse sin palabras al otro lado. Este quiso saber a qué venía todo aquello y finalmente accedió. Estaría libre a las ocho.
-¿Vive con sus padres? La casa de un hombre dice mucho de él- insistió Danniel, y su hijo tuvo que silenciar el audio de la llamada y dirigirle una mirada suplicante.
-Vive en un piso compartido.- Puso el móvil en manos libres y quitó el silenciador. Ambos interlocutores, hasta ahora conversando por terceros, se comunicaron directamente durante unos largos minutos. Lynn se reía, nervioso y seguro de sí, lo que causó una impresión positiva y curiosa en Danniel. Acordaron que los Klassen estaban invitados al humilde piso aquel atardecer.
Al final, Ada quiso venir. Se enteró de que el zopenco con el que Van compartía genes iba a conocer a su presunta pareja e hizo un esfuerzo por salir de su despacho y montar en el coche con él. Seguía enfadada, girada hacia su ventanilla, y la situación le recordó a Van a cuando estaban aún casados y vivían todos juntos. Al aparcar la familia junto al bloque, sucedió algo extraordinario unos pisos más arriba. Jimena terminó de vestirse de Drag esmeradamente, con una sombra de ojos similar a la del travesti Doctor Frank en The Rocky Horror Picture Show, setentera. Se ahuecó la peluca y se sentó a ponerse las plataformas y esperar que sus amigos le confirmaran el pub de encuentro. Mientras tanto, Lynn se emperifollaba delante del espejito del pasillo y le recordaba a Kendra que sus "suegros" estarían al llegar. Efectivamente, llamaron al timbre unos minutos después. Vislumbró a Jimena diez centímetros más alta, abandonando su habitación alegremente y acudiendo a abrir la puerta, extrañada. ¡Se había olvidado por completo de ella! Van sudaba la gota gorda al otro lado de la puerta; su padre sonreía con incomodidad y esperaba.
-¡Jim!- la llamó Lynn, abalanzándose sobre ella- No te he dicho que tenemos visita. Mierda, no estabas aquí. Pensé que hoy no volvías hasta la madrugada.
-¡¿Qué?!- ella abrió la boca, mortificada- He venido a cambiarme. Joder. ¿Quién...?
-Los padres de Van- le hizo un gesto para ahuyentarla y desbloqueó la puerta haciendo girar la llave- ¡Escóndete o algo! ¡Ya!- ordenó sin mirarla.
Jimena tuvo el tiempo justo de correr un metro patéticamente, desentrenada en el arte de sprintar con plataformas, y lanzarse en plancha detrás de la barra de la cocina, que la conectaba con el salón. Se le partió una uña postiza del aterrizaje forzoso y sus rodillas hicieron ruido contra el suelo, mientras sus hombros prominentes se estrujaban contra la la superficie dura. Se tapó la boca para no gritar de dolor al tiempo que la puerta se abría y los otros se intercambiaban saludos corteses.
-¡Hola, Danniel Dubois!- le tendió la mano a Lynn. Ada lo observaba como a un animal exótico que le produjera fascinación y Van se lo comía con los ojos, olvidando su angustia y nervios. El padre y él se dieron un apretón.
-¡Encantado! Pasad, por favor. Venid, os enseñaré la casa.
Jimena se frotaba las rodillas con aire lastimero y una lagrimilla le brotaba de debajo de las pestañas postizas. Lynn dirigió una mirada amenazante a la barra de la cocina antes de escoltar a los invitados y Ada, la que más atrás se había quedado, se inclinó sobre el oído de su hijo. ¡Pero qué guapo es!, le confesó con asombro. Ahora yo también quiero un novio gay, añadió.
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Butterfly {El Chico De Cristal}
Novela Juvenil¿Cuántas páginas harán falta para saber que, pese a la inegable y relativa fragilidad humana, ni siquiera en el más profundo recodo de nuestra esencia estamos hechos de cristal? No eres irreparable. Reconstrúyete. Reinvéntate. Renace las veces que...