Van se despidió de Farlane al terminar la sesión, y dejó cerrada la puerta de la consulta.
-Veo mejoras, Van. Me alegro mucho- fue la última oración que el profesional le dedicó, con su habitual y enigmática sonrisa.
Kendra le esperaba fuera, en la calle. Ya no tenía el pelo recogido, como hace una hora, y bajo la iluminación de las farolas parecía mucho más pequeña y ojerosa. Miró a Van con tristeza, y quizás empatía.
-Pensaba que te habías ido- apuntó él. No obtuvo respuesta.
-Van, ¿hace mucho que no ves a Lynn?
-No lo sé.
-¿Te apetecería hablar con él? Siento si me estoy metiendo donde no me llaman.
-No sé si él... No quiero molestarle.
-La comunicación es clave, y este tipo de cosas necesitan hablarse en persona. Puedo echarte un cable.
-¿A qué te refieres con echarme...?
-Si necesitáis hablar, usa de excusa que me has acompañado a casa. Él ya debe de haber llegado.
-¡Oh! ¿En serio? Muchas gracias, Ken- rodeó los hombros de Kendra con el brazo, como muestra de afecto.
Se pusieron en camino.
Durante el trayecto, Van recordó la escena que Ada había montado antes de que él saliera a su cita médica. Su madre le había detenido a mitad del pasillo, palpando la pared debido a su reducida visión, y había manifestado, amenazadora, que Van le debía un explicación. Ada había hecho las cuentas y no se explicaba ni sabía justificar la gran cantidad de horas que Van pasaba fuera, cuando no estaba ayudando en la tienda donde a veces trabajaba o en el pscicólogo, y se olía gato encerrado. Era cierto que ella misma no pasaba especialmente tiempo en casa, pero cuando regresaba, pocas veces encontraba a Van, y contínuamente descubría evidencias de que él había estado fuera largo tiempo, como al percatarse de que llevaba sus zapatos de la calle aún puestos, había restos de nieve en su abrigo , las llaves estaban puestas en la puerta o no había ni rastro de las de Van junto a las demás, en la entrada.
No le gustaba un pelo haber dejado de saber lo que pasaba en su propia vivienda, y en su mente calculadora no cabía justificación a todas esas ausencias de su hijo, que por naturaleza apenas abandonaba el refugio de su hogar. "En otras circunstancias hubiera pensado que, ¡qué se yo!, estabas con algún amigo, pero, ¿un asocial como tú? Es ridículo" articuló Ada aquella tarde, elevando mucho la voz. Van no quería que supiera de la existencia de Lynn, y, ante el estado de su madre, se excusó torpemente antes de desaparecer por la puerta. Se había puesto demasiado nervioso y se negaba a tener otra discusión con ella.
Cada vez que pensaba en ello, más se acrecentaba su pesar, aunque tratara de distraerse mirando el paisaje junto a Kendra. Tarde o temprano sabía que iba a ocurrir, que las cosas no pueden ocultarse eternamente y menos aún a alguien tan agudo como Ada, que captaba las mentiras al vuelo, y siempre andaba alerta. ¿Pero, como pretendía que le hablara de Lynn, ella, que a duras penas podía soportar la presencia de compañeros de trabajo homosexuales, ella, que se cambiaba de acera si veía lo que denominaba "actividad lésbica" aproximándose de la mano, ese ser, que apagaba la televisión si esta estaba emitiendo algo del colectivo?
Ascendieron entre los bloques y llegaron al de Lynn cuando la noche caía sobre la ciudad. Kendra notaba a Van especialmente nervioso y lo atribuía desde la ignorancia a la conversación que se avecinaba, sin conocer la angustia que le carcomía el cráneo. En el ascensor le preguntó si se econtraba bien e incluso le dio una palmadita en la espalda. Sintió los músculos de Van completamente tensos bajo sus dedos.
ESTÁS LEYENDO
Butterfly {El Chico De Cristal}
Teen Fiction¿Cuántas páginas harán falta para saber que, pese a la inegable y relativa fragilidad humana, ni siquiera en el más profundo recodo de nuestra esencia estamos hechos de cristal? No eres irreparable. Reconstrúyete. Reinvéntate. Renace las veces que...