-Buenos días- saludó Jim. Se giró un encargado, sonriente, de actitud profesional.
-¿En qué puedo atenderle?
Jim le dedicó una mirada a Van, antes de posar un móvil sobre la mesa. Van luchó por mantener el tipo, nervioso. Las interacciones con empleados o dependientes siempre requerían de él un gran esfuerzo. Esta vez, la presencia de Jim -y Kendra, desde el fondo de la tienda- lo hacían todo más fácil.
Desde que se había disculpado con Riz por tener que marcharse, notaba los nervios a flor de piel. Algo había sucedido, seguro. Kendra y Jim parecían tener especial urgencia en localizarle, y le habían pedido amablemente que le acompañase. Necesitaban charlar de algo importante, según habían dicho en el coche. Pero antes, habían hecho una parada en una tienda de electrónica y telefonía móvil.
El lugar era pequeño, claustrofóbico, y los productos en venta casi sepultaban las paredes. El mostrador se componía de varias filas de bandejas, techadas por una mesa de cristal, que exponían más y más artículos. Sobre las cabezas de los empleados se balanceaban anuncios y ofertas, o carteles indicativos. Kendra los releía como un tic, desde su posición. Se apartó del escaparate para no tirar nada, a sabiendas de su natural tendencia a la torpeza.
-Quiero un duplicado de tarjeta.
-Perfecto. En seguida, caballero- el hombre se giró. Su abundante barba pelirroja desapareció del ángulo de visión de Kendra, que lo presenciaba todo como un felino, con infinita curiosidad.
Van aprovechó para tratar de disimular su sudor, y sosegarse. Juraría que los ojos del dependiente le habían estado traspasando, y se sentía rematadamente incómodo. Encontró consuelo en la tierna mirada oscura de Jim, y en su sonrisa sincera.
-Vas a necesitar un móvil, ¿me equivoco?
-¿Cómo sabes que...?
- El tuyo lleva fuera de servicio tiempo suficiente como para sospecharlo.
-Cierto- murmuró, desviando la vista rápidamente.
-Eh, Van. Tranquilo. Es mi teléfono viejo, solo será temporal.
El encargado regresó. Tras preguntarles por la compañía, les pidió el número de teléfono. Jim hizo un gesto de aprobación y Van procedió a dictarlo en voz alta.
Una vez terminaron los procedimientos necesarios, abandonaron la estancia, escoltados por el viento que se levantaba sobre la ciudad. Parecían una banda de rock, con sus respectivas y estrafalarias pintas, caminando con paso desenfadado.
Regresaron al coche y Jim condujo, con calma, hasta una de las plazas principales. En este caso, se encontraba flanqueada por comercios y algún que otro museo o centro de interés turístico. Abundaban los establecimientos que servían platos regionales, y a su vez, los clásicos de comida rápida, producto de la globalización, que conferían al lugar un aspecto acogedor ; punto de convivencia gastronómico.
Jim se cuidó de aparcar en una discreta esquina, dando con un hueco estratégico entre la eterna fila de automóviles, y saboreó la suerte que había tenido permitiendo que la canción de la radio terminase. Kendra puso los ojos en blanco, impaciente, cuando Jim les anunció que podían salir y presionó el botón de apagado de la emisora. A veces, el joven le desesperaba a niveles insospechados, con sus extraños rituales y costumbres.
Tomaron asiento en la sección circular donde se encontraba la fuente, un tramo en el núcleo de la plaza pavimentado con adoquines de colores tierra. A pesar de que se hubiesen colocado en bancos alejados, escuchaban el murmullo de los chorros de agua tan cerca como si la acción se desarrollase en el interior de sus tímpanos.
-¿Ahora qué?- inquirió Van. Había recuperado su voz. Jim hizo una mueca antes de contestar, sin mirarle.
-Dadme un segundo, que avise a Lynn.
-Espera. Todo eso de ir a ver a Synnöve...
-Cierto, Kendra. Van aún no sabe nada- el chico frunció el ceño, al presenciar como hablaban de él como si no estuviera delante.
-¿Qué pasa?
-Ken y yo lo hemos hablado, y si te parece bien, los billetes pueden ser un regalo. Hace mucho que no le compro nada a Lynn por sus cumpleaños.
-¿Qué billetes? ¿De qué hablas?
La confusión de Van crecía por momentos. Los otros dos presentes le pusieron al corriente de su magistral idea, algo cohibidos por su ingenuidad. Al trasladarlo a la realidad, el plan parecía una locura mayor, quizá incluso desconsiderada en lo que respecta a los sentimientos individuales de Lynn y su curiosa pareja.
-¿Qué opinas, Van?- quiso saber Kendra. El viento le obligó a escupir un mechón de pelo de su boca.
-No lo sé. ¿Y si Synnöve no se comporta bien con él?¿Seguro que todo esto es buena idea?¿Él desea verla?
-Lynn tiene miedo- intervino Jim-, pero es completamente natural. Hace siglos que no se ven. No creo sinceramente que pase nada malo. Necesitan hablar...de todo, y hasta ahora las circunstancias no les han concedido el momento ni el lugar. La distancia tampoco ha ayudado.
-¿Puedo consultarlo con Lynn? Quiero asegurarme de que él realmente quiere ir.
-No sabe nada aún. ¿Sería romántico que se lo dijeras tú?- Van se ruborizó ligeramente.
-Puede.
-Muy bien. Voy a pedirle que venga- proclamó Jim, deslizando su móvil fuera de su bolsillo.Unos minutos antes, Lynn amontonaba sus apuntes, meditativo. Su habitación resultaba un mapa de los lugares donde se había sentado a repasar, con un recorrido de folios grapados como evidencia física. Llevaba el cabello recogido en un moño suelto. Se levantó a retirar las tazas vacías cuando escuchó el zumbido de su tono de llamada, y se arrastró hasta el salón para responder. Ni siquiera miró el nombre del contacto.
-Estoy estudiando...-comenzó a decir, con tono impaciente. La voz de su hermano le interrumpió.
-Lynn, perdona. No te entretengo mucho. Synnöve ya está en casa, desde ayer.
-¿De verdad?¿Cómo se encuentra?
-Como siempre, cansada. Le ha alegrado volver a ver a Ted.
-Ya veo. Eso es bueno- hubo un corto e incómodo silencio. Isaak volvió a la carga con tono acusatorio.
-Fuiste tú quien me pediste que te avisara de todo.
-Sí. Lo siento.
-¿Piensas venir? Mamá no tiene ni idea de tu transición, bueno, en realidad tampoco tiene ni idea de nada. Espera verte en la boda.
-¡¿Qué?! ¿De qué hablas?
-La boda, Lynn. Pensaba que te acordabas. Ted la tiene ya organizada. Hay fecha y todo.
-No lo sé, Isaak. Tengo que pensarlo. Ni siquiera me ha invitado ella directamente, ni...ni hablamos.
Isaak suspiró al otro lado.
-Es importante para ella. Los dos sabemos que quiere que estés.
-¿Estás seguro? ¿Por qué no me lo dice ella?
-Por lo mismo que no se lo preguntas tú, pedazo de imbécil. Sois iguales. ¡Maldita cabezonería hereditaria!
Lynn sonrió y negó con la cabeza. Hizo un esfuerzo por que su risa entre cortada no se escuchara.
-He hablado con Ted, tan amable como siempre. Dice que estás invitado, sin ningún tipo de problema. ¿Eso te sirve más?
-Sí, aunque me gustaría que fuese ella...ya sabes, que saliese de Synnöve.
-Lynn, sé realista. Está de duelo, y es cabezona como ella sola. Conociéndola, no abrirá la boca hasta que sea demasiado tarde y no exista posibilidad de invitarte. Para cuando quiera darse cuenta, ya no podrás venir. No seas imbécil, ¿quieres? Lo sabes perfectamente.
-Isaak, tú no estuviste. Me dijo de todo esa vez que...
-Escucha: no se lo tengas en cuenta. Se asustó. Le pilló por sorpresa. Ha cambiado mucho. No creo sinceramente que piense así.
Lynn de golpe sonaba muy serio. Tuvo que aferrarse al respaldo del sillón para mantener la calma.
-Dijo que ojalá hubiese tenido un hermano normal. Ni que yo fuera un monstruo.
-Todos cometemos errores, y decimos cosas en caliente que jamás deberíamos haber dicho. Sabes que le daba miedo que sufrieras, y no lo entendía del todo. Pensaba que era elección tuya...ser quién eres.
-Lo sé. Vaya que si lo sé.
-¿Podrás perdonarla?
-No lo sé.
-La culpa la está matando. Ya no es ni la sombra de lo que era. La veo apagarse cada día.
-Comprendo.
El móvil vibró, indicando que había una segunda llamada entrante.
-Dame un segundo- Lynn pausó la que tenía con su hermano, y contestó a la otra informando de que estaba ocupado.
-Lynn, soy yo- articuló Jim, enérgico. Su compañero de piso le respondió con mucha menos vitalidad, e incluso cansancio.
-¿Hablamos el otro momento?
-Igual esto te interesa. Estamos aquí con Van.
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Butterfly {El Chico De Cristal}
Teen Fiction¿Cuántas páginas harán falta para saber que, pese a la inegable y relativa fragilidad humana, ni siquiera en el más profundo recodo de nuestra esencia estamos hechos de cristal? No eres irreparable. Reconstrúyete. Reinvéntate. Renace las veces que...