Era una mañana fresca y de cielo despejado. El rocío aún resbalaba de la vegetación del jardín, penetrando en el cesped, cuando Synnöve se levantó. Se aseó de manera rutinaria, distraída, y se desplazó hasta la cocina, esquivando a su perro, que correteaba entre sus piernas. Pharo, un mastín joven y enérgico, había extrañado enormemente a una de sus propietarios, y no cabía en sí de la excitación de volver a verla allí.
Synnöve ingirió su medicación bruscamente, aún adormilada. Se disponía a desayunar cuando unos toquecitos en la puerta que comunicaba con el jardín la interrumpió. Era Maiken. ¿Qué querría?
-Buenos días- la saludó cordialmente Synnöve, fingiendo entusiasmo. Todavía llevaba su bata de estar por casa y se la cerró con fuerza para sentirse más protegida. Maiken, sin embargo, vestía cómoda ropa de calle.
-He oído que habías vuelto a casa. Bienvenida- le sonrió su vecina- ¿Tienes tiempo de charlar?
Synnöve se llevó la mano a la frente, esperando que Maiken no se percatase de su poco interés por conversar. Era su turno de fingir tener una gran amistad y mantener una mútua preocupación.
-En realidad no, tengo un compromiso. Lo siento- la despachó de su hogar con palabras amables y cínicas. Al menos no era mentira. Se había citado con su hermano menor.
Ted aún dormía plácidamente, en su día libre, así que redactó una breve nota que dejó en la isla de la cocina, a la vieja usanza. Se vistió, con la expectativa de que fuera haría frío, y fue a buscar el coche. Durante el trayecto por las la ciudad, cuya atmósfera estaba cargada de humedad, reprodujo un disco de Frank Sinatra que al menos tenía el poder de distraerle de sus pensamientos. Sus ojos, de un profundo azul, analizaban la carretera con melancolía.
Llegó a su destino. Isak le esperaba donde tantas veces se veían, en aquel Café de las afueras. La camarera intuía qué pedirían, y se les adelantó en sugerirlo.
Tras un rato charlando de banalidades, en un intento de Synnöve de aparentar normalidad, se atacó el tema que los había reunido esta vez allí.
-¿Qué opinas de Lynn ahora?- formuló Isak, con toda la calma que pudo reunir. Vio a su hermana esquivarlo con la mirada por unos instantes.
-Te prometí que haría algo al respecto.
-Así es. ¿Y bien?
-He...-bajó la voz, como si fuese a confesar un crimen- leído lo que me pasaste. Isak, esto no es fácil para mí.
-Esto es muy sencillo. ¿Lo quieres?
-Yo...quiero con mi alma a...bueno, la hermana que...Ya sabes, cuando era una chica. No lo entiendo.
Isak respiró profundamente.
-Siempre fue un hombre. Lo hemos hablado mil veces.
-Perdona, cielo- clavó los ojos en su plato, de golpe apagada. Parecía derrotada- No me parece la misma persona. No asocio ambas cosas. Yo...
Hubo un incómodo silencio que se llenó por el moderado bullicio que los rodeaba. Al fin y al cabo, era un local muy tranquilo, y las gentes del Norte de Europa tienden a comunicarse a un volumen de voz respetuoso con el resto.
-Tienes que seguir esforzándote. Por él.
-No lo sé, Isak. Perdimos el contacto. A veces, es demasiado tarde para...
-No digas tonterías. ¿Por qué sigue importando tanto quien él sea? Es tu hermano. Nunca es demasiado tarde.
-Han pasado muchas cosas, tú lo sabes. Me alegro de que él sea feliz así, aunque me cueste entender porqué tomó esta decisión.
-Él no lo eligió.
-Se me olvida contínuamente, perdona. No estoy muy al día de estas cosas. Yo no soy tú. No es tan fácil olvidar...
-Da igual cómo nació, o como le concibiéramos. Siempre fue un niño que necesitaba a su hermana.
-No sé si estoy preparada, pero, desde que hablé contigo, no hay un solo día en el que no piense en esto.
-¿Dejarás que se pierda el día más importante de tu vida?
-¿Sería correcto invitarle, después de cómo he actuado con él? ¿No se negará a venir?
-Sabrá perdonarte. Pero creo que...-carraspeó- le debes una disculpa.
Synnöve asintió, antes de pegarle un sorbo a su café humeante. Le gustaba sentir el líquido caliente en su garganta, movida por cierta tendencia masoca. En su cabeza comenzó a reproducirse una secuencia que incluía todas aquellas palabras hostiles, impulsadas por el miedo, que le dirigió a Lynn en lo que respecta a su identidad sexual en el pasado. También veía, de forma esquemática y tosca, el coche donde casi quedó encerrada el día donde tomaron formas sus más oscuras pesadillas.
Recordaba las llamas invadiendo el perímetro, los rostros de adolescentes y los gritos. Ella se había cortado el pelo bastante, por aquel entonces, casi como un chico, y vestía ropa ancha y andrógena. Los vándalos con los que tuvo la mala suerte de cruzarse le acribillaron a improperios transfobos, confundiéndola con Lynn, mientras hacían el exterior del vehículo entrar en combustión.
Con esas imágenes en la cabeza, se excusó y se despidió de Isak más temprano de lo habitual. Le dijo que había olvidado algo en el horno. ¿Qué daño haría otra mentira más? No tenía ganas de mencionar el incidente ni sus sombríos flashes. Había mejorado mucho de ellos y no quería preocupar a nadie.
En casa, se hizo con papel. Había tomado una decisión. Comenzó la carta con "Querido Lynn", aunque decidió por cambiarlo por "Querido hermano", pesando que sonaba más cercano y personal. Resumió lo mejor que pudo su profundo arrepentimiento por los percances sucedidos, y se disculpó de corazón por su comportamiento. Redactó también su deseo de recuperar el tiempo perdido, aunque la idea le asustara en principio, con fin de adaptarse a llamarle por su nombre actual. Finalmente, le invitó a la boda, y le aseguró que sería bien recibido. Firmó como Sy. Sabía que no sería necesario más.
Cometió la impruedencia de ofrecerle a Pharo una golosina y no lavarse la mano, con la que manoseó con prisas el sobre. Le pidió a Isak la nueva dirección de Lynn, y la escribió con trazos finos en exterior de la carta. Se sorprendió de que fuera tan lejos.
Dejó el sobre junto a los demás pendientes por llevar al buzón, en la entrada, y se marchó a atender una llamada. Luego, se distrajo cuidando las plantas del exterior de la vivienda, sin molestarse en vigilar a su perro. Pharo permanecía dentro, tumbado en el suelo, hasta que tensó las orejas y se incorporó, olisqueando la zona. El olor de sus gominolas caninas le condujo al montón de cartas, y la mesa resultaba bajita para un can de su envergadura. Pescó con los dientes la carta de Lynn, convencido de que contenía lo que buscaba, y se la llevó en la boca hasta su escondite.
Cuando Synnöve volvió a la entrada, se topó con su prometido, que la saludó cariñosamente.
-Si buscas las cartas, ya que salía las he llevado.
-Muchas gracias, cariño- le sonrio.
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Butterfly {El Chico De Cristal}
Novela Juvenil¿Cuántas páginas harán falta para saber que, pese a la inegable y relativa fragilidad humana, ni siquiera en el más profundo recodo de nuestra esencia estamos hechos de cristal? No eres irreparable. Reconstrúyete. Reinvéntate. Renace las veces que...