17.

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Notaba como algo me acariciaba el pelo, una ruta que no dejaba de repetirse entre dedo y dedo. Abrí los ojos y observé cómo esos ojazos verdes se me clavaban. Me acerque lo suficientemente a él como para que se acercara a mi, y así lo hizo, su boca y la mía volvieron a compartir los mismos jugos. Estire mi brazo, cogí mi móvil y me encontré con tres llamadas pérdidas de mi madre. En seguida la llamé, y la espera se me hizo eterna.
-¿Mamá?
-César ¿dónde estás?-su voz parecía estar en un tono tranquilo, pero a la vez amenazador.
-Estoy en casa, en la de campo.
-Esta bien, suponía que estabas allí, estoy llendo hacia allí, llegaré en pocos minutos.-mi cuerpo estaba medio vestido y no sabía ni como; Julio se había levantado de la cama.
Colgué el teléfono, Julio me miró preocupado y se acercó a mí.
-¿Qué pasa?
-Mi madre viene hacía aquí, tenemos que recogerlo todo e irnos de aquí.-hablaba y no podía dejar de moverme.
-Está bien tranquilo.
Hicimos la cama, cogí el condón de la papelera, y baje las escaleras. Julio se marchó por la puerta de atrás y me estaba esperando más lejos de la entrada a la casa.
Mi madre tardó muy poco en llegar, me miró con cara una cara que parecía de un demonio.
-¿Qué has estado haciendo?
-Solo he dormido aquí, me apetecía estar solo, y era un buen lugar.- intenté mentir lo mejor que pude, pero no sabía si se lo había creído.
-Bueno, voy a limpiar cuando llegues a casa estudia que mañana hay instituto.
Asentí y me fui, Julio me estaba esperando más abajo, me monté me agarré fuerte a él y nos fuimos. Mientras mi cabeza iba apegada a su espalda comencé a pensar, y no habíamos hablado de lo que sucedió. Cuando llegamos a la puerta de mi casa lo besé y fui rápido hacia dentro.

Límite (Erótico-Gay)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora