23.

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Me dieron el alta, me monté en el coche y me fui a mi casa. Estuvo toda la tarde llamándome, pero no le cogí el teléfono. Baje a cenar, y cuando volví a mi habitación, él estaba sentado en mi cama, en la que cada vez que miraba me volvía el recuerdo de aquella noche.
-¿Qué haces aquí?
-Solo he venido a verte.
-Eres gilipollas.-mi tono de voz aumentaba, y me nivel de enfado también.
-No grites, te va a escuchar tu madre.-intentaba calmarme, pero no lo conseguía.
-Me la suda mi madre, quiero que te vayas de aquí.
-No, no puedo. Ya te lo he dicho, por favor ¿Qué quieres que haga?-en mi mente solo quería que me besara, pero no podía dejar que lo hiciera así por qué sí después de todo.
-No tienes que hacer nada, joder. No sé si es verdad todo lo que me has contado.
En ese momento se me acercó, le empujé con la fuerza que tenía en un solo brazo y se cayó al lado de la cama. Me sentía culpable y me acerqué. Lo levanté del suelo, sus labios y los míos volvieron a encontrarse.
-Dime que todo lo que me has dicho es verdad.- le susurraba al oido.
-Es verdad.
Volví a juntar mis labios con los suyos, me separé y limpié la las lágrimas que le caían por los ojos.
-Tendría que irme.
-No te vayas, no quiero dormir solo.
Me metí en el cuarto de aseo, me ayudó a cambiarme, y a él le dejé un pantalón de pijama. Se acostó a mi lado rodeándome la cintura con sus brazos.
-Gracias.-su voz me susurraba en el oído.
No le contesté, y le acaricié el brazo. Tardó poco en dormirse, pero yo aún seguía pensando en lo que había pasado. Lo quería demasiado como para no darle otra oportunidad.

Límite (Erótico-Gay)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora