24.

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Me desperté con él a mi lado, me estaba mirando, y le sonreí. Me ayudó a levantarme, me coloqué el brazo y me besó la espalda. Me giré, y le di un beso.
-¿Me podrías ayudar a ponerme la ropa?
-Aunque prefiero verte sin ropa, te ayudaré.-su sonrisa me hacía sentir bien, aunque me siguiera doliendo la mitad de mi cuerpo.
Cogió la ropa del armario, y me la colocaba mucho cuidado, casi ni me enteraba de que me la estaba poniendo.
-¿Duele?
-No, que va puedes ir más rápido.
Me empezó a subir los pantalones y cuando iba por la parte del calzoncillo le dió un pequeño beso. Me hacía gracia y aunque yo pudiera hacerlo, me gustaba que me vistiera él.
Escuché como mi madre subía la escalera.
-César, vamos tengo que ayudarte.-estaba hablando antes de hablar y Julio ya había escondido.
El pomo de la puerta se estaba girando, y yo no sabía ni dónde estaba escondido.
-¿Cómo te has vestido?-la cara de impresión de mi madre cuando abrió la puerta no era normal.
-He podido yo solo, a sido difícil pero bueno.-solo esperaba que no se me notará, estaba nervioso.
-¿Cómo te has atado las zapatillas?
Empezó de reírse y se fue de la habitación, cerré la puerta y salió del baño. Mi miró y se rió, me reí con él, por ese momento tan tenso, bajo por la ventana y yo salí por la puerta.
Me monté en su moto, me agarré como pude, y llegamos al instituto.
Tenía la sensación de que la gente solo me miraba a la herida de mí cabeza, menos Julio, el me miraba a los ojos. Estabamos en un cambio de clase, y me lo cruce por el pasillo.
-¿Qué te ocurre?-me miraba a los ojos, y tenía un tono de voz que hacía que me relajara.
-¿Qué me pasa?
-Tienes la cara como si estuvieras cabreado.
-No, no lo estoy. ¿Podemos ir al baño?-sus comisuras empezaban a ascender, y eso me ponía nervioso.
-Sí, claro.
Le cogí del brazo, cuando llegamos nos metimos en el cubículo y cerré el pestillo. Se sentó sobre la tapa del retrete estando su espalda pegada a la pared. Me senté sobre él y empezé a moderle los labios.
-¿Mejor?-me susurraba al oido, pero aún no estaba lo sufientemente relajado.
Cogí su mano y la metí por el interior de mi calzoncillo.
-¿Esto es lo que quieres?-su voz era ronca pero suave y me susurraba al oido mientras me acariciaba mi miembro.
-Sí.
Le susurré al oido todo lo que me hacía sentir, desde cada aliento, hasta cada orgasmo, hasta que terminó. Sin darnos cuenta, se habían pasado 30 minutos desde que empezó la clase, nos quedamos en el baño, hablando y haciendo tonterías.




Límite (Erótico-Gay)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora