XVII

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—Entonces, ¿qué creen ustedes que se debe hacer? —inquiere Andrew mirándonos expectante.

Miro una vez más al grupo de vampiros y hombres-lobos frente a mí y suelto un suspiro antes de cruzarme de brazos y decir:

—Ellos rompieron las reglas, merecen un castigo —apunto.

—Sugiero que pasen un tiempo encerrados. Dejemos que piensen mejor en lo que han hecho y en las consecuencias que tendrán que asumir si vuelven a hacerlo —habla el Lobito idiota a mi lado—. Espero que aprendan a respetar las reglas de ahora en adelante —habla con severidad, dirigiéndose esta vez a los chicos frente a él. Los lobos sólo evitan mirarlo mientras que los vampiros le dedican una mirada irritada.

—¿Estás de acuerdo con eso, Eimy? —pregunta Elizabeth.

—Sí. —Asiento—. Creo que eso es lo mejor.

—Ahora mismo les ordenaré a los guardias que los lleven a sus respectivas celdas —dice Cameron—. Gracias por haber venido.

Yo sólo le dedico una sonrisa y espero a que los cuatro miembros del Concejo nos acompañen al Lobito idiota y a mí hasta la salida del lugar.

Hace como una hora más o menos recibí una llamada de Elizabeth, en ella me informaba que dos grupos, uno de vampiros y otro de hombres-lobos, se habían enfrentado y habían hecho destrozos en una parte del bosque. Me informaba también que los habían capturado a todos y que requerían de mi presencia y la del Lobito idiota en la sala de reuniones del Concejo.

—Ellos me decepcionan —digo, después de haberme despedido de los miembros del Concejo y empezar a caminar hasta donde Adam está esperándonos.

—No puedo crecer que hayan ignorado por completo las reglas y actuaran por puro impulso —menciona—. Debemos hacer algo para evitar que esto suceda de nuevo.

—Sí, debemos hacer algo —concuerdo—, pero, por ahora, sólo espero que todos los idiotas que decidieron matarse a golpes e ignorar la tregua que existe entre nuestras especies aprendan su lección y no vuelvan a repetir lo de hoy cuando estén libres.

Él no dice nada al respecto, solo se limita a hacer un ligero movimiento de cabeza como respuesta. Cuando llegamos hasta el auto, Adam abre la puerta para mí y le dedico una pequeña sonrisa como agradecimiento mientras espero que el Lobito idiota se coloque a mi lado.

—¿Y cómo les fue? —pregunta Adam después de encender el auto y echarlo a andar.

—Mal —es lo único que digo.

—Dos grupos de nuestras especies se enfrentaron y causaron unos cuantos destrozos en una parte del bosque —dice el chico a mi lado—. Lograron capturar a todos los implicados en la pelea y ahora estarán encerrados por un tiempo.

—Eso es lamentable —formula con pesar.

Nadie dice nada más al respecto y el silencio se cierne sobre nosotros en el interior del auto. Faltando ya poco para llegar a nuestro destino, me atrevo a romper el silencio con una pregunta dirigida a quien conduce el auto.

—Adam..., ¿tú sabes cuál es la razón por la cual mamá y papá tuvieron que viajar a Londres?

Mi inesperada pregunta logra tomarlo desprevenido.

—No —asegura, pero no suena muy convencido—. La verdad es que no sé por qué sus padres tuvieron que viajar a Londres.

Sé que está mintiéndome, mas decido dejarlo estar. Volteo a ver al chico lobo a mi lado.

—¿Y tú? —suelto repente, logrando llamar su atención.

—¿Yo, qué? —inquiere con sequedad.

Princesa VampíricaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora