XXXIX

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—T-Tú... —tartamudea—. Tú no... No.

—¿Qué pasa, Alex? —pregunta, y el dejo de burla en su tono de voz no me pasa desapercibido—. Luces como si hubieras visto a un fantasma.

La familiaridad que encuentro en su voz y la imagen que aparece en mi cabeza me golpean con una fuerza demoledora.

No. No puede ser ella.

—Esto tiene que ser una broma —Alex asegura, pero parece al borde de la histeria—. Tú no puedes estar aquí... Tú estás muerta.

No, no, no... Ella no...

Yo la vi morir. ¡La vi morir! No puede estar viva..., ¿o sí?

—Oh, ¿en serio? —habla, con fingida sorpresa.

—¡Sí! ¡Estoy hablando en serio! —explota—. Tú estás muerta, Eimy. ¡Estás muerta!... Asi que es imposible que estés aquí.

Eimy.

Una sonrisa danza en mis comisuras, pero me obligo a contenerla.

—Pues dejáme decirte algo. —Doy un paso al frente y dejo que la capa que me cubre caiga al suelo—: He regresado del infierno para mandarte a ti a ocupar mi lugar.

La mirada aprehensiva que me manda Alex me hace sentir satisfacción seguido de un deseo desastroso de causarle mucho dolor.

—¿Eimy? —escucho la voz de mi mamá a mis espaldas.

La miro por unos segundos y ni siquiera espero a ver su reacción ya que mi mirada recae en mi papá.

Demonios...

«Alana, mi papá está herido. Por favor ven a curarlo» hablo en la mente de la gemela con suma preocupación.

Papá no luce muy bien.

"Ahora mismo voy con él" escucho su respuesta.

«Gracias» le digo antes de apartar la mirada y observar a Alex de nuevo.

El vampiro mira a todos lados y busca algo con desesperación. No tardo mucho en saber de qué se trata.

—¿Estás buscando a tus amigas? —vuelvo a preguntar y veo cómo su cuerpo entero se tensa cuando su mirada logra dar con los cuerpos sin vida de las brujas—. Parece que te has quedado sin tu fuente de poder. —Avanzo un poco más—, y creo que ya no eres tan fuerte.

Él da la vuelta de golpe y su mirada llena de odio y enojo se clava en mí con intensidad.

—Eres una maldita —espeta.

—Lo soy —Le sonrío con cinismo por unos segundo antes de acortar la distancia que nos separa y, apto seguido, atestar un golpe en su rostro—. Te dije que te haría pagar por todo lo que has hecho. —Trato de golpearlo una vez más, pero su mano ataja la mía en el proceso.

—Y yo te dije que no lo lograrías —repone.

Ahora es él quien trata de golpearme, sin embargo logro esquivarlo y, sin perder tiempo, levanto mi rodilla con fuerza y la estampo en su estomago. Su cuerpo se inclina un poco hacia adelante y yo aprovecho para enterrar mis manos en su cabello y obligarlo a caminar junto conmigo hasta quedar frente a un árbol. Entonces, estampó su cabeza contra el tronco.

Él luce aturdido por un momento, pero logra recuperarse y me sostiene con fuerza por ambos brazos antes de estampar mi espalda con brusquedad contra la misma superficie con la que se ha estrellado su cabeza.

Princesa VampíricaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora