XXIV

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Tú eres su objetivo, Eimy, y parece que no descansaran hasta conseguir lo que quieren.

Las palabras de Seth se repiten una y otra vez en mi cabeza mientras observo con fijeza la ventana delante de mí.

Todo a mi alrededor es silencio y quietud, lo que aumenta más el estado ausente en el que me encuentro.

Lágrimas espesas caen sin parar de los ojos de la chica frente a mí. Sus piernas están encogidas contra su pecho y sus manos las rodean mientras su mirada triste y perdida permanece en un punto muerto de la habitación.

Soy yo de nuevo... ¿Por qué me veo así... Tan destrozada?

Me acerco con pasos lentos y cautelosos hasta la versión más joven de mí. Estiro mi mano e intento tocarla, pero solo consigo traspasarla.

—Eimy.

Retrocedo varios pasos y miro con atención a mi mamá.

—Mamá, no quiero hablar con nadie —responde ella con la voz atropellada—. Quiero estar sola.

—Cariño, por favor, quiero que hables conmigo.

Mamá se sienta con cuidado en el borde de la cama, pero la Eimy joven ni siquiera voltea a mirarla.

—Quiero estar sola.

—Eimy, todos estamos preocupados por ti —insiste mamá con los ojos cristalizados—. Ethan y Keith están preocupados por ti —puntualiza.

—Yo los lastimé... Dañe a Keith y... —su voz se quiebra y un sollozo brota de su garganta— golpeé a Ethan. Les hice daño, mamá.

—Cariño, eso no fue tu culpa...

—¡Sí lo fue! ¡todo fue mi culpa! —grita, haciendo que tanto mi mamá como yo demos un respingo en nuestro lugar—. Soy una mala persona, soy una mala persona...

—Eimy...

—Vete. Quiero estar sola. ¡Vete, mamá!

A mamá no le queda de otra más que levantarse y salir de la habitación ante la reacción de mi otra yo, pero no se fue sin antes decir algo:

—Puedes torturarte a ti misma con esto, pero no me pidas que lo acepte —dice—. Ethan y Keith van a querer entrar a verte... y yo no voy a detenerlos.

Eso fue lo último que dijo antes de salir completamente de la habitación.

—Ellos no van a entrar —dice para sí misma mirando hacia la puerta.

La chica hace un movimiento con una mano y uno de los tantos muebles que decoran la habitación se rueda hasta quedar contra la puerta, obstruyendo el paso de esta manera a cualquiera que quiera entrar.

Vaya... Parece que antes no temía usar mis poderes.

—No, esto no es mi culpa —vuelve a decir, haciendo que aparte mi mirada de la puerta y la mire a ella con confusión—. Esto es tu culpa. Sí, es tu culpa —afirma. ¿Con quién está hablando?—. ¡Es tu culpa! ¡Tú no me dejaste detenerme! ¡Tú hiciste que yo los lastimara! —su mirada se torna furiosa en ese momento y sus ojos se tiñen de un rojo intenso—. No sé cómo lo hiciste, pero no voy a dejar que sigas manipulándome. Quiero que salgas de mi cabeza.

El entendimiento me golpea en ese momento. Es esa voz. Mi yo más joven está hablando con esa voz molesta que ha susurrado cosas en mi cabeza muchas veces.

Princesa VampíricaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora