XXXII

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Bleer.

—Ten.

Levanto la mirada del piso y observo la taza de té que Emma sostiene frente a mí.  Sacudo la cabeza en una negativa y ella suelta un bufido.

—Bleer...

—No puedo tomar ni comer nada en este momento, Emma —digo antes de que ella objete algo al respecto.

—Pero si sigues así te vas a enfermar —insiste—. Bleer, por favor, no te hagas esto. No te tortures de esta manera a ti misma.

Quiero hacerle caso. Quiero dejar de torturarme, pero no puedo. No puedo porque sé que lo merezco, sé que todo esto es mi culpa...

—Emma tiene razón, Bleer —Taylor dice y se acerca a mí para tomar mis manos entre las suyas en un gesto conciliador—. Tú no tienes la culpa de nada.

Cierro los ojos con fuerza y niego repetidas veces.

—Claro que la tengo —contradigo—. Yo no debí decirle nada. No debí irme. No debí descuidarla tanto... —el nudo en mi garganta se aprieta otro poco y la culpabilidad y la preocupación me atenazan el pecho una vez más—. Si yo me hubiera quedado desde un principio ella no habría tenido que dejar a Lily durante aquella pelea y la niña no habría muerto —mis ojos se encuentran con los suyos y puedo ver el dolor y el pesar impresos en sus facciones—. Si hubiera callado esa tarde en Londres cuando me preguntó sobre la muerte de Ethan ella no se habría ido así como lo hizo.

—Bleer...

—Todo es mi culpa. Todo lo que le ha pasado es mi culpa —mis ojos se llenan de lágrimas—. Eimy lleva una semana entera desaparecida y la única culpable soy yo.

Ella no dice nada, sólo se limita a mirarme por lo que parecen ser unos segundos enternos. Escucho los pasos de alguien acercándose y, no es hasta que esa persona está a unos cuantos pasos de distancia, que Tay se aparta.

A continuación, sus manos se envuelven en mis brazos y entonces tira de mí hacia arriba. Una vez que estoy de pie frente a él, sus manos dejan su agarre en mis brazos para ahuecar mi rostro.

—Todos sabemos cómo es Eimy, amor —dice, en voz baja y ronca—. Iba a saber la verdad de una manera u otra. Tú no lo habrías impedido.

—No me dejó explicarle —susurro—. N-No me dejó hacerlo...

Mis manos se aferran a sus muñecas, pero no es para intentar apartar su tacto, sólo se aferran a ellas y las mantienen en su lugar, como si tenerlo aquí, conmigo, fuera la única cosa que evita que me derrumbe por completo.

Y, de hecho, lo es.


El sonido que provoca mi celular al vibrar sobre la mesita de cristal sobre la que está llama nuestra atención. Me aparto de Eliud en ese momento y tomo el celular.

La confusión se arraiga en mi sistema al ver que alguien me ha enviado un vídeo. Espero unos segundos a que se descargue y, entonces, lo reproduzco.

Un escalofrío me recorre el cuerpo entero en ese momento. Mis manos empiezan a temblar, mi mandíbula se aprieta con fuerza y la ira pura se detona en mi interior cuando la imagen de una chico castaño y de ojos azules se apodera de toda la pantalla de mi celular.

—Mi querida Bleer —habla él con una amplia sonrisa y quiero golpearlo. Quiero tenerlo frente a mí para poder borrar esa estúpida sonrisa de su rostro—. Te preguntaría cómo estás, pero sería ridículo considerando que yo no podría saber cuál es tu respuesta —chasquea la lengua con fingido pesar—. Supongo que ya habrá tiempo para eso...
Bueno, lo cierto es que quise mandarte este vídeo porque supuse que estás muy preocupada por tu hija y quieres saber de ella.

Princesa VampíricaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora