XXV

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—¡Mami! ¡¿Ahora sí son novios?!

El grito eufórico de Lily hace que nos apartemos de golpe y que yo plasme mi mejor expresión para que ella no note lo mal que me encuentro.

Unos ojos brillando con emoción y una amplia sonrisa son las dos cosas que me encuentro cuando miro a la niña.

No quiero reír, pero termino haciéndolo. No puedo creer que esté emocionada por algo como esto.

—No, linda —niego—. No somos novios.

En ese momento soy testigo de la desaparición del brillo en su mirada y el reemplazo de su sonrisa por una mueca de disgusto. Nos mira sin decir nada, sólo se limita a cruzarse de brazos con gesto enfuruñado.

El Lobito idiota ríe al entender la situación mientras que una de mis cejas se arquea y una sonrisa divertida se curva en mis labios.

—Lily —la llamo mientras me acerco un poco a ella—, ¿estás enojada porque Keith y yo no somos novios? —cuestiono.

Sus manos pasan a estar entrelazadas en su espalda y se encoge de hombros antes de responder.

—Es que Keith es muy bueno —susurra mientras traza pequeños círculos imaginarios en el suelo con su pie derecho en un gesto que se me antoja nervioso—. Y yo quiero que él sea mi papá —termina de decir con timidez.

Lo que dice me deja perpleja, pero logro ocultar mi asombro.

—Mi amor, no necesitas un papá —aseguro al tiempo que me acuclillo frente a ella—. Me tienes a mí, y yo te amo más que a mi propia vida —añado.

Ella sonríe.

—Yo también te amo muchísimo, mami. —Rodea mi cuello con sus brazos, y yo la rodeo a ella con los míos, envolviéndonos de esta manera en un cálido abrazo—. Y quiero que Keith sea tu novio —insiste. Adiós al momento emotivo...

La tomo de los hombros y alejo para observarla con confusión.

—¿Por qué quieres eso, Lily? —pregunta él al colocarse a mi lado.

Vuelvo a mi postura normal y me cruzo de brazos mientras espero la respuesta de la pequeña.

—Quiero que sean como los abuelos —responde—. Ellos se quieren mucho y son muy felices. Yo quiero que ustedes sean así —dice con aire soñador.

—Las cosas no son tan sencillas, Lily —le digo.

—¿Por qué no? —Ladea ligeramente la cabeza en señal de confusión—. Mami, tú quieres a Keith —señala y luego mira al chico lobo—. Y tú, Keith, quieres a mi mami. Si los dos se quieren, ¿por qué no pueden ser como los abuelos?

Como si de una telenovela se tratara, el Lobito idiota y yo volteamos a vernos al mismo tiempo con el ceño fruncido y luego miramos de nuevo a Lily.

—¿Cómo puedes saber eso? —curioseo.

¿De dónde saca todo eso?

—Pril me dijo que cuando dos personas se abrazaban es porque se quieren, y ustedes estaban abrazados —responde—: eso significa que se quieren, ¿no?

Abro la boca para decir algo, pero la cierro al instante al no saber qué.

¿Cómo se supone que debo responder a eso? Malditos sean mis confundidos sentimientos.

—¿Sabes una cosa? Ya es tarde y creo que es hora de irnos —menciono, prefiriendo evadir su pregunta.

—Pero si apenas son las nueve y media de la mañana —interviene April apareciendo de la nada.

Princesa VampíricaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora