XLI

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—Lo siento tanto, mi amor...susurro y respiro profundo—. Yo tenía que cuidarte, y no lo hice. No te cuidé lo suficiente y por eso ya no estás conmigo —mi voz se quiebra—. Espero que desde donde estés puedas perdonarme. —Me lavanto del suelo y miro ambas lapidas—. Espero que ambos puedan perdonarme.

Un sollozo se me escapa al tiempo que me abrazo a mí misma.

—Si supieran las falta que me hacen. Si supieran lo mucho que los necesito... —Con el dorso de mi mano, limpio un poco la humedad en mis mejillas—. Se supone que debería sentirme un poco feliz ahora, pero no lo estoy. No puedo estarlo cuando ustedes dos no están aquí.

Mi pecho se oprime con fuerza.

—Ethan, Lily, perdón... Tengo que irme —digo, en voz baja e inestable—. Tengo que irme y no volveré por un largo tiempo..., pero prometo que, cuando regrese, lo primero que haré será venir a visitarlos —retrocedo un poco—. Lo siento, de verdad lo siento... Adiós.

Doy la vuelta y empiezo a alejarme mientras las lágrimas empiezan caer con más rapidez de mis ojos.

Han pasado solo cinco días desde que todos regresamos a Forks y desde entonces no he podido estar tranquila. No quería regresar, pero tampoco quería acabar con la felicidad de todos al decirles que me quedaría en Londres. Al fin todos eran felices, incluso yo lo fui por unos momentos, y no quería acabar con eso.

Pero no puedo más. No puedo seguir aquí. No puedo seguir aparentando tranquilidad, no puedo seguir con las sonrisas falsas y mucho menos puedo seguir pronunciando el "No pasa nada" que doy como respuesta cada que alguien me pregunta si estoy bien.

No puedo seguir fingiendo una felicidad que no siento... y por eso me voy. Me voy aunque me duela hacerlo, aunque me duela dejarlos a todos... aunque me duela dejar a Keith cuando recién empezamos una relación.

Me voy porque necesito hacerlo.

~•~

Cierro la puerta de la habitación y tomo las maletas que he preparado antes de disponerme a bajar los peldaños de la escalera.

Las lágrimas no han disminuido ni un poco, mucho menos lo ha echo el nudo que me aprieta la garganta, y eso, aunado al temblor en mis manos y la hinchazón en mis ojos, seguramente deben hacer que luzca fatal, pero eso no puede importarme menos en este momento.

Cuando llego hasta el último peldaño, me detengo un momento y suspiro con lentitud, buscando armarme de valor para ir hasta la sala de estar –lugar donde les pedí a todos que me esperaran– y despedirme de todos de una vez por todas.

¿Honestamente? Nunca me han gustado las despedidas, pero esta vez no puedo irme así sin más. Necesito hacer esto porque no sé cuánto tiempo vaya a pasar antes de que regrese.

Finalmente, luego de unos instantes, retomo mi camino. No me toma más que unos cuantos minutos llegar hasta la sala de estar y, al hacerlo, dejo mis maletas en el suelo y miro a mis padres.

Todos hablan, bromean y ríen entre sí, pero cuando se percatan de mi presencia el silencio absoluto inunda el lugar.

Las miradas curiosas de mamá y papá pasan de mí hacia las maletas y viceversa y la compresión no tarda en surcar sus facciones. Los ojos de mamá se llenan de lágrimas, mas no dice nada al respecto.

—Lo siento —las palabras abandonan mi boca antes de que pueda procesarlas y ni siquiera sé porque estoy disculpándome.

—¿T-Te vas? —April pregunta, en un susurro incrédulo.

Princesa VampíricaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora