XXVIII

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—¿Qué estás diciendo, Eimy? Claro que es tu hija. Es Lily —habla Kara con obviedad.

Niego repetidas veces con la cabeza.

—No.

—¿Segura que estás bien? Yo creo que deberías descansar —aconseja Alana mirándome con preocupación.

Ignoro lo que dicen y me dispongo a salir de la habitación, pero alguien me detiene tomándome por el brazo.

—Eimy, ¿adónde vas?

Es Keith.

—Voy a buscar a mi hija —respondo.

—Tu hija está aquí —susurra—. Lily está aquí y está bien.

—Ella no es mi hija —repito.

—Mami... —se acerca a mí—. Mami, ¿estás bien?

—¡No! —grito, haciendo que ella se detenga y todos me miren asombrados—. ¡Aléjate de mí! ¡Tú no eres mi hija!

Me deshago del agarre de Keith y salgo con rapidez de la mansión. Ignoro por completo todos los cuerpos que yacen sobre el suelo cuando salgo y voy directo al bosque.

Recorro el lugar con una angustia y desesperación que me atenazan el pecho de una manera abrumadora y agobiante.
Cuando percibo su aroma y siento su presencia con una debilidad preocupante, las lágrimas empiezan a acumularse en mis ojos. Sigo el rastro y, cuando el olor se hace más intenso, me detengo. Miro a todos lados, buscando la figura de mi hija, pero no parece haber nadie aquí.

No es hasta que camino un poco más hacia adelante que lo veo. No es hasta ese instante que me percato del pequeño bulto que yace tirado en el suelo a unos cuantos metros de mí. No es hasta ese entonces que encuentro a Lily.

Corro hasta ella sin perder tiempo y con las lágrimas saliendo ya de mis ojos.

"Por favor, que no sea lo que estoy pensando. Por favor, que esté bien..."

—Lily... —Me arrodillo a su lado y la remuevo ligeramente—. Mi amor, despierta.

Mis manos tiemblan, mi cabeza duele al igual que mi pecho y la sensación abrumadora que me embarga no hace más que aumentar mi miedo.

Porque sé que algo malo va a pasar... Los latidos débiles de su corazón me lo dicen.

—M-Mami... —dice con una voz apenas audible. Poco a poco abre sus ojos y los clava en los mios—. M-Mami, lo s-siento...

Una lágrima resbala por su mejilla. La acerco más a mí para poder sostenerla entre mis brazos en ese momento.

—No hables, linda —digo como puedo, tratando de tragarme el enorme nudo en mi garganta—. Te voy a llevar a la mansión y Alana te va a curar. Vas a estar bien...

—P-Perdón por no cumplir mi promesa, mami —me interrumpe—. Perdón por hacer que estés triste.

—Lily, no... —sollozo—. Eso no es tu culpa, mi amor.

—Mami..., t-te quiero —susurra de repente y sonríe levemente.

—Y yo te quiero a ti, por eso no puedes irte. No puedes dejarme. —Las lágrimas brotan con más rapidez de mis ojos—. Eres mi vida entera. No puedes irte.

—Tengo miedo —susurra de repente y entonces más lágrimas resbalan por sus mejillas—. Mami, no quiero irme...

Esa frase me destroza por completo.

Princesa VampíricaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora