XXVII

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—¿Que tú qué? —pregunto con genuina incredulidad.

Esto no puede ser cierto.

—Gracias, April —habla él entre dientes mirando a su hermana.

—¿Qué? ¿Eimy no lo sabía? —le cuestiona ella con confusión. Luego voltea a verme—. ¿No se supone que son novios?

—No —me apresuro en negar. La verdad es que ya se me quitaron las ganas de seguir con este estúpido juego—. No somos novios, solo era un juego. Una simple broma.

—Oh... —La castaña mira a su hermano con una sonrisa de disculpa y gesto apenado—. Lo siento.

—¿Una broma? ¿Solo era una broma? Entonces yo ya no entiendo nada —interviene molesto Seth—. ¿Nos van a explicar todo de una vez o van a seguir con sus jueguitos? —cuestiona al tiempo que se cruza de brazos.

Quiero decirle algo. Quiero responder su pregunta. Quiero aclararles las cosas a todos de una vez por todas..., pero no puedo. No puedo porque mis ojos están fijos en el chico frente a mí, esperando que él voltee a verme y me niegue –o, por el contrario, lo confirme– lo que April ha dicho.

Pero él no me mira, y tampoco parece tener intensiones de hacerlo.

—Parece que lo que has dicho sobre la fuerza del amor sólo se pudo comprobar a medias, Lyn —comenta Alana con pesar.

—Ah, no. Claro que no —repone—. No me importa si esto fue una broma o no, eso no cambia el hecho de que Keith sigue enamorado de Eimy y ella de él, así que lo que dije se ha comprobado por completo y punto —expresa con convicción.

Volteo a ver a la gemela.

—Lyn, cállate —espeto.

—Conmigo no desquites tu mal humor, Eimy —dice con tranquilidad antes de cruzarse de brazos y dedicarme una sonrisa que pretende ser inocente.

Ruedo los ojos. No estoy de humor como para discutir con ella ahora.

Miro de nuevo al Lobito idiota.

—Keith... —por primera en vez en todo este tiempo, él levanta la mirada. Nuestros ojos se conectan—. Dime la verdad —le pido en voz baja—. ¿Tú...?

Me detengo de golpe.

Cierro los ojos con fuerza y llevo una de mis manos a mis sienes. Me concentro, trato de confirmar lo que acabo de percibir y no tardo mucho en visualizar esa imagen que acaba de pasar con rapidez por mi cabeza.

Maldita sea.

Abro los ojos y me vuelvo con brusquedad hacia mi primo.

—Seth, por favor lleva a Lily a su habitación y quédate ahí con ella. —Miro a la niña y luego miro de nuevo a mi primo—. No dejes que nadie entre, ¿entendiste?

—¿Qué está pasando, Eimy? —quiere saber.

—Ya lo sabrás.

Me giro hacia la entrada de la sala de estar justo en el momento en el que un preocupado Adam entra.

—Eimy, Keith, un grupo numeroso de vampiros y licántropos se acercan de manera peligrosa a la mansión —nos dice—. Entre los vampiros hay recién convertidos, lo que los hace más peligrosos, y no sabemos la razón por la cual se acercan.

—Yo sí lo sé —digo, logrando sorprender a todos—. Están hartos de seguir cumpliendo las condiciones que se establecieron junto con la tregua que pactaron nuestros padres hace años.

Princesa VampíricaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora