11. Eres tú

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Después de colgarle a Lorenzo, Amaia siguió haciendo las llamadas de rigor: a sus padres, que se limitaban a escucharla desahogarse, un poco perdidos sobre la mejor manera de ayudarla. La reacción de Amaia les había pillado desprevenidos incluso a ellos... Envió un mensaje a Alejandro, para que no dejara de notar su interés. Él no había dejado de estar pendiente de ella desde que dejara Madrid, sin pedir explicaciones, por eso Amaia no dejaba de sentirse en deuda. Y también a Roi, que se preocupaba por ellos como un hermano.

-Antes de que te des cuenta me tienes allí, sister Am –le anunció, aunque Amaia sabía que era más por subirle la moral que otra cosa. No estaba tan loco como ella...

Como una promesa, eres tú, eres tú. Como una mañana de verano. Como una sonrisa, eres tú, eres tú. Así, así, eres tú.

Cuando colgó, se recostó en el asiento y miró por la ventanilla del taxi. Su mirada se encontró con la luna, que acababa de aparecer en el cielo. Iba camino del hospital, porque esa noche le tocaba quedarse con Alfred.

A los dos días de estar en la UCI habían probado a desentubarlo para ver cómo evolucionaba la herida del costado y si era capaz de respirar por sí solo. Las primeras horas había tenido una peligrosa bajada de tensión, pero después de eso había mejorado, y en otras 48 horas ya lo habían subido a planta y le habían empezado a quitar los sedantes, para ver si despertaba. El médico que le había operado estaba asombrado con la capacidad de recuperación que estaba mostrando, y parecía un poco más optimista, aunque no quería darles 'demasiadas' esperanzas.

Toda mi esperanza, eres tú, eres tú. Como lluvia fresca en mis manos, como fuerte brisa, eres tú, eres tú. Así, así, eres tú.

Sin embargo, ahora se enfrentaban a la prueba de fuego: llevaba ya tres días sin sedantes y aún no había despertado.

Una semana. Una semana en la que toda la vida de Amaia se había vuelto del revés. Una vida que parecía que por fin se estaba volviendo a encauzar, y ahora...

Ahora prácticamente vivía en el hospital, y el resto del tiempo lo pasaba "de prestado" en casa de Mario, que ya había retomado el trabajo y no pasaba tanto tiempo en el hospital.

Amaia sabía que tenía que ponerle solución a eso pronto. No podía seguir viviendo en casa del representante de Alfred y, a pesar de que se turnaba en noches alternas con Txus para velarle, necesitaba un lugar en el que quedarse de manera más indefinida. La familia de Mario era encantadora, pero sobre todo no quería enfrentarse a la mirada condescendiente de Lucía, su mujer, cada vez que la veía aparecer del hospital.

Nada más llegó a la habitación, Alfredo la recibió con un gran abrazo.

Eres tú como el agua de mi fuente, algo así eres tú. Eres tú el fuego de mi hogar. Eres tú como el fuego de mi hoguera. Eres tú el trigo de mi pan.

-Alfred te estaba esperando –le anunció.

El corazón de Amaia dio un vuelco y miró hacia la cama donde él se encontraba, Le parecía imposible que hubiera despertado y no ha hubieran avisado. Aunque quizás acababa de pasar.

Como mi poema, eres tú, eres tú. Como una guitarra en la noche, todo mi horizonte eres tú, eres tú. Así, así, eres tú.

Sin embargo, no pudo sentir una pequeña decepción al encontrárselo aún inconsciente. Alfred no se había movido desde la última vez que lo había dejado. Quizás los que la esperaban eran los propios Alfredo y Txus...

-Es verdad –reiteró la madre de Alfred-. Ha movido la cabeza hacia un lado, como cuando tú le cantas.

Amaia frunció el ceño... ¿Acaso sería eso posible?

Se acercó y lo miró con detenimiento, recorriendo cada pequeño rasgo de su cara. No veía nada nuevo, aparentemente, pero...

Amaia sacudió la cabeza y le besó en la frente. Luego se volvió hacia los padres de Alfred y comentaron juntos qué tal habían pasado la tarde, que apenas traía novedad, pero sí algunas visitas de primos y familiares.

Ellos se marcharon al poco rato. Aunque les costaba, estaban ya mayores para todo lo que estaba pasando, y todavía estaban sufriendo el shock de los primeros días.

Eres tú como el agua de mi fuente, algo así eres tú. Eres tú el fuego de mi hogar. Eres tú como el fuego de mi hoguera. Eres tú el trigo de mi pan.

Amaia se arrimó a Alfred y le cogió la mano. Era su momento juntos. Desde que lo habían subido a una habitación individual, ella podía cantarle a gusto. Ese día llevaba todo el tiempo con la canción de Eurovisión en la cabeza y, aunque aún no había sido capaz de cantársela, porque cada vez que lo intentaba le podía la emoción, ese día se lo había propuesto. Si alguna canción era capaz de traer a Alfred de vuelta, sin duda, era esa...

Carraspeó.  

Se decidió a empezar por el medio, porque el principio aún se le hacía imposible...

Respiró hondo varias veces, de puro nerviosismo, pero al volver a mirar a Alfred se le fueron todas las dudas.

-Siento que bailo por primera vez, eres el arte que endulza la piel, de mi mente, viajera, que sigue a tus pies...

Amaia se paró de sopetón.

Había sentido una pequeña presión en la mano que le cogía a Alfred. Se le llenaron los ojos de lágrimas de emoción. Podía ser su imaginación, sus locos deseos de que reaccionara, pero, ¿y si...?

Se arrimó a su oído.

-Alfred... -se le había formado un nudo en la garganta otra vez-. Alfred... ¿Has sido tú?


NOTA DE LA AUTORA: no he podido resistirme a subir hoy dos capítulo para acortar tiempos, porque mañana llega EL CAPÍTULO con mayúsculas. Creo que es del que más orgullosa me siento (hasta ahora). ¡Deseando de que lo leáis!

Te presto mi vozDonde viven las historias. Descúbrelo ahora