39. Adoro

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Amaia entró en casa arrastrando la maleta. Dejó las llaves en su sitio, se quitó la chaqueta y la colgó en el perchero. Miró a su alrededor, sorprendida de que aún no hubiera salido nadie a recibirla.

-¿Hola? ¿Hay alguien en casa?

No hubo respuesta. Echó un vistazo a la cocina y al salón, pero estaba vacía. Claramente, Txus y Alfredo deberían estar fuera. Quizás habrían salido para comer y se habrían entretenido. ¿Y Alfred?

Amaia se dirigió a la habitación y se lo encontró allí, tumbado en la cama. Como no sabía si estaba dormido, reprimió el impulso de ir corriendo y lanzarse sobre él para abrazarlo. Llevaba todo el fin de semana fuera por la gira de conciertos de su nuevo disco, A vueltas con la vida, y le había echado muchísimo de menos. Aunque el disco estaba siendo todo un éxito, y ella lo estaba disfrutando al máximo, aún tenía esa espinita clavada cada vez que tenía que separarse de Alfred. Y sabía que eso no cambiaría por muchos años que pasaran.

Adoro..., la calle en que nos vimos... La noche, cuando nos conocimos...

Se acercó sigilosamente a la cama y se sentó, mirando a Alfred con infinito cariño. Estaba plácidamente dormido, con una respiración pausada y una expresión tranquila en el rostro. Por un momento, resistió la tentación de echarse a su lado, pero el deseo de seguir mirándole le pudo más. Alargó una mano y la posó en su pecho, para sentir los latidos de su corazón, luego la subió hacia su cuello, que le acarició con ternura, y siguió haciéndolo por su cara, esa que jamás se cansaría de mirar.

Adoro... las cosas que me dices, nuestros ratos felices... Los adoro, vida mía.

No supo cuánto tiempo se llevó así, pero todas las emociones acumuladas hicieron que, finalmente, se recostara a su lado, apoyara la cabeza en su hombro y dejara la mano en su pecho, para seguir sintiendo los latidos de su corazón. Y así se quedó dormida.

Por eso, cuando Alfred se despertó, se sorprendió de sentir a alguien a su lado. Por el rabillo del ojo vio la melena de Amaia, y el corazón le estalló de alegría al comprobar que ya estaba de vuelta, y lo primero que había hecho era ir a su lado. Le habría gustado esperarla despierto, pero ahora que ya se iba moviendo más terminaba hecho polvo al final del día si no se echaba una siesta.

Aunque le costó reprimir el impulso, trató de no moverse mucho. Aún no controlaba sus movimientos con precisión, y no le habría gustado despertarla. Seguro que ella había vuelto muy cansada de su último concierto en Madrid, que había sido muy multitudinario. Le habría encantado estar allí, pero lo vio todo a través del directo que su hermano Javi hizo especialmente para él. Sin embargo, Alfred se conformaba, porque había asistido al concierto de Barcelona y, más adelante, al de Pamplona. Ese había sido muy especial para los dos, porque fue la primera vez que Alfred viajaba tan lejos desde que había tenido el accidente, y el hecho de volver a casa fue también muy emocionante para Amaia. Después del concierto, se habían ido unos días a Sorauren con su familia.

Adoro... La forma en que sonríes. Y el modo..., en que a veces me riñes.

Por supuesto, el tema principal de conversación había sido la boda: estaba acabando el verano y aún no le habían puesto fecha, pero ellos no parecían preocupados en absoluto. Como todo, cuando llegara el momento lo sabrían. Tampoco es que necesitaran una gran celebración: ¿acaso es que no sabían ya todos lo que sentían? Lo que sí consiguió la familia de Amaia en aquella estancia fue convencerlos de que se casaran por la Iglesia. Aunque fuera por tradición, esas cosas no había por qué perderlas...

Alfred movió la mano que tenía libre hacia la de Amaia, que reposaba en su pecho, y se la apretó con delicadeza, recordando lo especial que había sido verla sobre los escenarios. Era su medio natural, y la vuelta a ellos, después de todo lo que les había pasado, fue casi como un renacer: Amaia no solo había madurado, sino que se había reencontrado consigo misma, con su esencia, con su música... Y con Alfred, al que había dedicado ese disco muy especialmente.

Te presto mi vozDonde viven las historias. Descúbrelo ahora