24. Me conformo

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No supo en qué momento se quedó dormida. Solo que la despertó Txus a la mañana siguiente porque había llegado la auxiliar que la iba a ayudar con Alfred por las mañanas.

-Amaia, cariño, ¿tú no tenías algo hoy también? -le preguntó, acariciándole el pelo con delicadeza-. Buenos días, mi niño -le dijo entonces a Alfred, que debía estar despierto.

Un gruñido fue la confirmación.

Me conformo..., con estar a tu lado

Amaia levantó la cabeza y se encontró medio echada en la cama de Alfred. Su primer pensamiento fue que tenía que empezar a cuidar cómo dormía, o se gastaría los ahorros que le quedaban en el fisio. Pero se sobresaltó al ver que tenía la seria mirada de Alfred sobre ella. Casi diría que se sonrojó, porque empezó a notar cómo le ardían las mejillas. Lo peor fue que era incapaz de descifrar los ojos de Alfred. Si tan solo consiguiera que él la escuchara...

Me conformo..., con hacerte feliz. Me conformo...

Sin embargo, él apartó la mirada cuando vio que ella se había dado cuenta. Amaia buscó el móvil, que andaba por el suelo, y vio la hora con horror... La estaban esperando en el estudio para los últimos retoques. Se levantó a toda prisa y gritó por la casa que se metía en el baño.

Txus, aún con una pequeña sonrisa tras la reacción de Amaia, se volvió hacia Alfred.

-De verdad que no entiendo cómo puedes hacerle esto -le murmuró a su hijo-. Y ahora nada de tonterías. Quiero que te comportes con la persona que va a venir a ayudarme. Que para algo te hemos dado una educación tu padre y yo -añadió, severa.

Aunque empezó con el ritmo cambiado a causa del retraso, Amaia pensó que su mañana había sido muy productiva. Después del estudio, se pasó por el conservatorio que le había recomendado Mario. Allí concertó unas clases con el profesor que estaba buscando, y luego hasta la dejaron sentarse un ratito al piano. Lo agradeció mucho, porque quería practicar lo que había estado ensayando la noche anterior. El director, que la había acompañado por las instalaciones, la miró con curiosidad.

-¿Acaso está practicando para la nueva pieza que quiere componer? -le preguntó, con educación, tratando de sacar algo en claro.

Amaia miró las teclas, con cariño. A pesar de que era la primera vez que tocaba ese piano, desde aquella tarde con Alfred todas las teclas le parecían una puerta al mundo de él.

Con mirarte a los ojos

-Algo así. Más bien es como un mensaje -trató de aclararle.

Con oírte en silencio.

El director trató de poner cara complacida, aunque se notaba a las claras que no había entendido nada. Amaia seguía tocando diversos acordes, concentrada: aquel mensaje tendría que llegarle a Alfred.

Con tenerte en mis brazos... Y soñar, junto a ti.

Cuando se quiso dar cuenta, iba tarde otra vez. Le había prometido a Txus que estaría de vuelta para comer, ya que la hermana de Alfredo les había invitado a comer, pensando que les iría bien despejarse un poco. Txus al principio había querido escabullirse, pero Amaia había visto la ocasión perfecta para estar a solas con Alfred, así que los había animado a los dos.

Yo quisiera..., conseguírtelo todo.

Al llegar a casa, casi empieza a empujarlos hacia la puerta, tratando de que ganaran tiempo.

-Lo siento muchísimo, de verdad. Es que... ¡Qué desastre! Perdonadme. ¡Venga, coged los abrigos! ¡Que no quiero que lleguéis tarde por mi culpa! -les instó.

Te presto mi vozDonde viven las historias. Descúbrelo ahora