Cuando Amaia bajó del tren, Aitana casi tuvo que recogerla. Le recordó a aquel día en la academia, en la que su amiga estaba pasando por un mal momento, tratando de encontrar su estilo y definirse a sí misma... Esta vez simplemente intentaba mantenerse entera para lo que se le venía.
Lucha de gigantes convierte el aire en gas natural
Se fundieron en un largo abrazo, en el que Aitana trató de infundirle fuerzas. Sorprendentemente, nadie las paró en la estación, algo que Amaia agradeció muchísimo.
-¿Alguna novedad? -preguntó Amaia por fin, de camino al coche.
Si no lo había hecho antes era porque temía la respuesta.
Un duelo salvaje advierte lo cerca que ando de entrar...
-Nada, que yo sepa. Sigue en el quirófano.
A Amaia se le encogió el corazón.
-Tan... -le tembló la voz, que era apenas un susurro-. ¿Tan mal está?
En un mundo descomunal. Siento mi fragilidad.
Aitana se mantuvo en silencio, sopesando la mejor respuesta. Ella no tenía mucha más información, pero no sabía si la poca que tenía quizás pondría más nerviosa a su amiga. Pero hay veces que los silencios son más elocuentes que las palabras.
Vaya pesadilla, corriendo, con una bestia detrás. Dime que es mentira todo, un sueño tonto y no más
El viaje al hospital se le hizo eterno. Aitana trató de distraerla contándole anécdotas de su niño y de Vicente, gesto que Amaia agradeció. Aitana tampoco estaba pasando por un buen momento debido al cáncer que padecía su madre, y que no tenía buena pinta. Seguro que estaba harta de los hospitales, pero allí estaba, acompañándola.
Me da miedo la enormidad, donde nadie oye mi voz
Cuando llegaron, Amaia no se esperaba a los medios de comunicación. Pensaba que la noticia aún no había trascendido, pero al parecer se equivocaba.
Le temblaron un poco las piernas al bajar del coche. Se puso las gafas de sol para que no se le vieran los ojos hinchados y respiró hondo. Aitana iba a su lado. Los micrófonos la avasallaron en cuanto la vieron aparecer, y ella se sintió agobiada, pues hacía bastante tiempo que no le ocurría. Al principio de su salto a la fama, la mayoría de las veces había tenido a Alfred a su lado para enfrentarse a ellos... Ahora iba abriéndose paso, tratando de llegar hasta él. El guardia de seguridad las ayudó a apartarlos y entrar en el hospital.
Deja de engañar, no quieras ocultar, que has pasado sin tropezar.
-No sé nada. No tengo nada que decir -fue lo único que dijo Amaia, intentando que su voz no sonara demasiado ronca.
-Estamos muy preocupadas por él, por eso hemos venido -contestó Aitana a una de las preguntas.
Una vez dentro, les indicaron a dónde podían ir con el resto de familiares, a esperar nueva información.
Monstruo de papel, no sé contra quién voy. ¿O es que acaso hay alguien más aquí?
Llegaba el momento de encontrarse con los seres queridos de Alfred, a los que hacía mucho tiempo que no veía.
Al primero al que vieron fue a Mario, que hablaba por teléfono.
-Bueno, Manu, te tengo que dejar. No te preocupes que te mantendré al tanto... Sí, se lo digo a sus padres. No, no pasa nada. Entendemos que es por no agobiarlos -trataba de despedirse Mario de su interlocutor.
Cuando por fin consiguió colgar, abrió los brazos hacia Aitana. Ella se abalanzó a abrazarlo.
-Era Manu Guix, muy preocupado -dijo, con voz cansada, rodeándola. Se le notaba que no había parado en unas cuantas horas.
Las lágrimas acudieron a los ojos de Amaia. A Manu también hacía mucho que no lo veía, pero se alegraba de que Alfred no hubiera perdido el contacto con él, y de que este hubiera sido una de las primeras personas en preocuparse por él. Había sido como un padre para todos en la Academia, pero con Alfred había colaborado especialmente. Tenían una sintonía especial.
Amaia también hacía mucho que no veía al representante de su amiga y de Alfred, pero él se acercó a abrazarla igualmente, algo que Amaia agradeció mucho. Trató de reprimir las lágrimas. Eran demasiadas emociones juntas y le estaba costando digerirlas.
Creo en los fantasmas terribles, de algún extraño lugar. Y en mis tonterías, para hacer tu risa estallar
-Espero que la prensa no se haya puesto pesada -les dijo. Pero Amaia no quería ninguna conversación que se fuera de lo importante.
-¿Y Alfred? ¿Y sus padres? -preguntó, mientras se separaba de Mario.
-Mª Jesús y Alfredo están en la cafetería. Es la primera vez que se alejan de esta puerta, pero realmente lo necesitaban -les informó.
-Pero Mario, ¿cuántas horas lleva Alfred en el quirófano? -preguntó entonces Aitana, alarmada.
En un mundo descomunal, siento tu fragilidad.
Amaia no había querido pararse a hacer las cuentas, pero ya era mediodía. Ella se había enterado de buena mañana, e incluso le había dado tiempo a llegar de Madrid a Barcelona. Y quién sabría cuánto tiempo llevaría antes de que ella se enterase.
-Muchas más de las que nos gustarían -se limitó a responder Mario, con los ojos súbitamente vidriosos.
-Pero...
Amaia quería preguntar si era TAN real que estuviera en peligro de muerte. La simple idea de que así fuera la aterrorizaba tanto que no dejaba de apartarla de su mente. Era IMPOSIBLE que Alfred fuera a marcharse para siempre.
No. Se negaba a asumirlo.
Deja que pasemos sin miedo...
Quizás por eso se le formó tal nudo en la garganta, que no pudo articular palabra. Pero, para bien o para mal, justo en ese momento salió el cirujano, con gesto serio y adusto, y preguntó por la familia de Alfred García.
El corazón de Amaia se olvidó de latir.
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Te presto mi voz
أدب الهواةFanfic sobre Amaia y Alfred. "El camino a casa" complementa a esta historia. Para la versión con CONTENIDO INÉDITO de TPMV, poneos en contacto conmigo. (Portada by @bluelintes -usuario de tw). Después de varios años, en los que la vida los ha llev...