Aquel día Amaia había ido a recoger a Alfred a la clínica a la que iba cada mañana para la rehabilitación. Después irían al estudio, donde pasarían el resto de la tarde: esperaban una visita muy especial que sería decisiva para el disco.
La última sesión que tenía Alfred era siempre con el logopeda, así que Amaia se dirigió hacia la puerta de su consulta. Normalmente era Txus quien lo recogía, pero ella la había acompañado en alguna ocasión. Sin embargo, a mitad de camino tuvo que reconocer que se había despistado, así que volvió a la recepción y preguntó por la consulta correspondiente.
Aún se estaba riendo de sí misma cuando dio con la puerta, pero se calló de inmediato al escuchar las voces dentro. El logopeda le estaba explicando a Alfred cómo hacer algo. Durante varios minutos, el cantante trató de reproducir lo que le decía, sin éxito. Amaia sentía el corazón encogido: ¿de verdad era siempre así, un día tras otro? No pudo evitar admirar profundamente al logopeda, por su incansable labor, y aún más a Alfred, porque en poco más de un mes se cumpliría un año del accidente, y ahí seguía, con una determinación de hierro.
Son muchos años que pasaron sin decir te quiero. Y en verdad te quiero, pero encuentro formas de engañar mi corazón
No es que a Amaia le resultara desconocido semejante empeño, pero a veces se cuestionaba si sería capaz de esperar el tiempo que hiciera falta. Desde que habían vuelto de las vacaciones, a veces se sentía ansiosa porque todo fuera más rápido, como si de un momento a otro fuera a desesperarse. Entonces se decepcionaba consigo misma, porque ahí estaba él, sin haberse quejado ni una sola vez de la rehabilitación, mientras que ella...
Justo estaba pensando cuánto le gustaría preguntarle sobre qué le movía a tener aquella actitud, cuando oyó un sonido que claramente procedía de Alfred:
-Da... -no hubo vacilación en su pronunciación. El sonido salió todo lo limpio que podía-. Da... Da-da-da –repitió Alfred, tratando de repetirlo varias veces, para fijar la manera de hacerlo.
Amaia no pudo evitar que se le llenaran los ojos de lágrimas. En el teclado habían empezado a pegar, tras volver de la Costa Brava, unas pequeñas estrellitas en las notas que correspondían a las letras que Alfred ya iba siendo capaz de pronunciar.
-Ya verás cómo dentro de poco todo el teclado se vuelve a llenar de luces –le había recordado Amaia, justo antes de besarlo.
Hasta ese momento, tenían estrella las teclas que correspondían a las letras p, m, t, k y b. Hoy añadirían la d. Una menos...
Son muchos años que pasaron sin robarte un beso. Solo quiero un beso, y por esa boca no me importa ser ladrón
Perdida en sus pensamientos, no se dio cuenta de que el logopeda ya había abierto la puerta y estaba sacando a Alfred en su silla.
-Buenas tardes, Amaia –la saludó, con una gran sonrisa-. Ya nos dijo Mª Jesús que hoy lo recogías tú porque teníais trabajo en el estudio. Y yo ya le he dicho a Alfred que le está faltando tiempo para lanzar el disco. Que, a este ritmo, va a acabar la rehabilitación conmigo antes de que me lo pueda firmar –bromeó, dándole un cariñoso golpe en el brazo a Alfred.
-¡Ya lo veo! –respondió Amaia, con una sonrisa. Luego miró a Alfred con los ojos brillantes y añadió, en voz baja-: Hoy tendremos una nueva estrella en el teclado, ¿no?
Este asintió, sonriendo. Aunque aún le imprimía demasiada fuerza al asentimiento, ya no había duda de lo que era aquel movimiento. Amaia lo miró con infinito cariño.
-Bueno, nos tenemos que ir. Muchas gracias, José Luis –se despidió Amaia, cogiendo la silla de Alfred.
Él también le dio un cariñoso apretón en el brazo a la muchacha. Después de pasar tantas horas cada día con Alfred, ya los sentía casi como de la familia, y eso que Amaia era de las que menos pasaba por allí.
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Te presto mi voz
FanfictionFanfic sobre Amaia y Alfred. "El camino a casa" complementa a esta historia. Para la versión con CONTENIDO INÉDITO de TPMV, poneos en contacto conmigo. (Portada by @bluelintes -usuario de tw). Después de varios años, en los que la vida los ha llev...