CAPÍTULO 7

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Aún estaba oscuro mientras Ronan dirigía el carro en silencio, aunque sabía que pronto empezarían a salir los primeros rayos de sol. Lo sabía por su viejo reloj de bolsillo, que contra todo pronóstico había sobrevivido junto con él a los últimos días, y hacía tic tac en uno de los pliegues de su desgastada chaqueta.

Era lo único que el borracho de su padre había conservado de su difunta madre, y por algún motivo siempre le relajaba escuchar el incesante ruidito. Algunas veces, lo sentía más real que el propio latido de su corazón, y en las escasas ocasiones en las que no lo había llevado encima en el pasado, se había sentido como si le faltase un pedacito.

Miró hacia atrás, y observó la enorme columna de humo que ascendía hacia el cielo haciendo una mueca de disgusto. Aquella noche habían llamado demasiado la atención, y eso no le gustaba en lo más mínimo. Si querían salir con vida, debían ser mucho más cuidadosos y pensar con extrema antelación. Hacer planes, en otras palabras, y ceñirse a ellos en vez de improvisar. Así sabrían que las cosas se desarrollarían como ellos quisieran, pero por desgracia, ni a Dan ni a Yoel parecía dárseles muy bien eso de pensar antes de actuar. Al menos desde luego que no a Dan. Aunque pensándolo bien, en cierta forma casi se alegraba de que así fuera.

Cuando habían visto la hoguera de aquellos chicos a lo lejos, lo primero que él había pensado fue en alejarse, lo más lejos y rápidamente posible. No sabía si serían Oscuros o si serían de los suyos, pero tampoco quería descubrirlo. Tenían que salir de allí, eso era lo primero, pero ninguno de sus dos compañeros había pensado lo mismo. Se habían mirado los dos durante un segundo, y asintiendo con la cabeza, en un acuerdo tácito, habían puesto marcha hacia el origen del fuego en cuestión, mientras él a sus espaldas intentaba hacerlos entrar en razón. No había funcionado, como era evidente, así que suspirando había acabado siguiéndolos para evitar que se metiesen en algún lío, algo en lo que también había fracasado.

«Por lo menos seguimos todos de una pieza» pensó peinándose el cabello hacia atrás con la mano que no sujetaba las riendas.

Bajó la vista y observó a la pandilla de niños que dormitaban en la parte trasera del carro. De no haber sido por Dan y su espíritu compasivo, y Yoel y esa manía suya por ir directo hacia el peligro, ahora estarían todos muertos. Ir a socorrerlos no era lo primero que había pensado, no, pero se alegraba de haberlo hecho, o al menos eso quería creer.

Le había dicho a Noah, el que parecía más frágil de todos ellos, que tenían que apoyarse los unos a los otros, porque sabía que eso es lo que necesitaba escuchar, pero no estaba seguro de que él sintiese lo mismo. Para él era fácil calcular y prever las cosas, se había acostumbrado a hacerlo y se había convertido en algo casi involuntario, pero el contenido de su propio corazón, había sido y sería por siempre un misterio para él, el mayor de todos.

Dan se revolvió un poco y soltó un resoplido, y no pudo evitar esbozar una pequeña sonrisa al ver que aún podía dormir a pierna suelta, incluso después de todo lo que había pasado, después de todo lo que había perdido.

Para Ronan era fácil, ya que no había tenido mucho que perder en primer lugar, pero sabía que dejar a su familia atrás había sido un golpe durísimo para su amigo de la infancia. Se había pasado un día entero decaído, lúgubre, como nunca lo había visto, pero ya comenzaba a dar vestigios de volver a ser él mismo. No podía ser de otra manera con el siempre optimista Aidan.

Pensó en la forma en la que le había convencido para dejar la ciudad atrás, diciéndole que su familia ya debía estar muerta, aunque la verdad es que no sabía si eso era realmente cierto. Pero lo que sí sabía a ciencia cierta es que si volvían, los matarían, así que no le había importado mentirle, e incluso puede que manipular un poco a su amigo si así podía mantenerlo a salvo, aún a costa de que lo odiase en un futuro. Dan era lo único que había tenido desde que tenía memoria, y no pensaba dejar que muriese sin más.

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