CAPÍTULO 12

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Seth temblaba de los pies a la cabeza, aunque no tenía ni idea de si se debía al frío o al miedo. Bueno, en realidad sí que lo sabía, pero no pensaba admitirlo, ni siquiera a él mismo. No podía parar quieto, pero Ronan ya le había echado más de una mirada preocupada, por lo que había optado por morderse el labio y tratar de mantener la calma.

Por Azriel, ese chico sí que andaba siempre preocupado, y mira que él no era mucho mejor. Incluso tenía la sensación de que se le estaba empezando a caer el pelo, y una vez había prometido que si eso pasaba se cortaría la cabeza directamente. Antes muerto que calvo. No es que tuviese nada en contra de los calvos, pero su padre había sido de pelo pobre y la forma de su cabeza se podía contemplar perfectamente. Parecía el contorno de huevo, por lo que se podría esperar algo parecido de sí mismo. No quería tener otro motivo para ser el hazmerreír, ya tenía suficiente.

Después de discutir entre todos hasta el más mínimo de los detalles, conscientes de todo lo que se jugaban, de unos cuantos simulacros –y con unos cuentos se refería a veintiséis, para ser exactos, gracias a Ronan y su maldita manía por el perfeccionismo y los números pares, aunque no era que la odiase por completo– de una búsqueda exhaustiva para elegir el camino más seguro y conveniente para el paso del carro, calculando el tiempo que tardaban en recorrerlo y debatiendo cómo podían hacer para ir más rápido, quitando cualquier objeto, por pequeño que fuese, que pudiese entorpecer el paso, repasando mentalmente amenazas de última hora que podrían echar por la borda todo su esfuerzo y trabajo, después de todo eso y mucho más, Ronan había declarado que estaban preparados.

Y menos mal que lo había hecho, porque daba igual lo bien que le cayese, o lo adorables que le pareciesen sus hoyuelos, Seth no habría tenido reparos en abofetearlo, teniendo en cuenta lo nervioso que estaba empezando a poner a todo el mundo. O puede que solo a él, eso daba igual. Tenían que estar listos para cualquier cosa, lo pillaba, pero, ¿cómo podía ser alguien tan meticuloso?

Habían dejado un rastro falso que con suerte internaría a los Oscuros varios metros en el bosque. Sus armas estaban listas para cumplir su función, e incluso el gruñón de Yoel se había ofrecido a enseñarle cómo usarlas y algunas clases de defensa personal –o por lo menos lo había intentado–.

La carreta estaba alejada y escondida varios metros a su izquierda para que no dejase marcas en la tierra y sus perseguidores pudiesen detectarlas. Estaba custodiada por los demás chicos, que los esperaban impacientes y suponía que tan alterados como él mismo, mientras Ronan y él se preparaban para encender la hoguera gigante.

Una vez hecho, no habría marcha atrás.

Normalmente Seth era la figura de autoridad, el que cuidaba de Thomas y Noah cuando sus abuelos y sus padres tenían que ir a la ciudad, el que se encargaba de que no hiciesen alguna trastada y de que no se fuesen a la cama muy tarde, pero en aquel momento se sentía como no se había sentido en años; se sentía un niño.

Había dejado de serlo hacía mucho, cuando entendió que las cosas no siempre eran justas y que no había lugar para gente como él en aquel mundo, algo que su padre le había dejado muy claro. Pero ahora que debía enfrentarse a algo mucho mayor que él, no pudo evitar sentirse pequeño y desprotegido.

Siempre había cuidado de Thomas y Noah, sí, pero las cosas habían cambiado, y ya no sabía cómo seguir haciéndolo cuando ni siquiera podía cuidar de sí mismo. Seth era bueno recibiendo palos de la vida, de todo el mundo en general, pero si los Oscuros los descubrían no serían simples palos lo que le darían, no. Solo esperaba que si tenía que morir, ocurriese antes de quedarse calvo. Puestos a ver el lado positivo, al menos quería ahorrarse el mal trago.

De cualquier manera ahí estaba, dispuesto a llevar a cabo un plan que podía salvarles la vida tanto como contribuir a acabar con ella. Que ellos fuesen los encargados de encender la hoguera era algo que se había meditado con detenimiento, y puestos a contarlo todo, algo con lo que el pequeño Jason no había estado para nada de acuerdo.

ASESINOS DE ALMASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora