CAPÍTULO 32

293 67 12
                                    

Un trueno retumbó en la distancia, haciendo que Noah se sobresaltase. Miró hacia el cielo y observó la oscuridad siendo atravesada por ocasionales rayos; no sin esfuerzo consiguió reprimir un escalofrío. De todas las noches en las que podían haber raptado a Caleb, tenía que ocurrir justo en la parecía que los cielos estaban descargando su furia contra la tierra. Casi parecía una premonición, porque el escenario sin duda se asemejaba a sus propios sentimientos; lúgubre y caótico.

Suspiró y se adentró con paso lento hacia el armero, donde sus compañeros ya habían comenzado a elegir sus armas rápida y eficazmente. Dan ya tenía su arco echado al hombro, pero se aseguró de coger varias flechas de repuesto y una pequeña navaja. Thomas cogió una larga espada y la colocó en su cinto. Seth hizo lo mismo, eligiendo en su caso una más delgada. Ronan, por su parte, optó por un recio machete con la hoja ligeramente curva.

Yoel había pasado de largo la selección de armas blancas; ya llevaba sus propias dagas colgando a cada lado de su cinto. Se dirigió al final de la habitación, hacia lo que parecía un enorme armario de hierro cerrado con un candado. Yoel trató de sacar su daga para forzar la cerradura, pero tras unos instantes de duda, la guardó.

Noah lo observó ligeramente intrigado, pensando que era impropio de él darse por vencido sin siquiera intentarlo. Y entonces, para su sorpresa, su compañero agarró la cadena de hierro con ambas manos, y comenzó a hacer presión sobre ella. Noah vio asombrado cómo esta comenzaba a ceder bajo su fuerza, numerosas grietas formándose allí dónde Yoel apretaba.

—¡Espera! —intercedió entonces Jason—. ¡Si lo rompes sabrán que hemos estado aquí, idiota!

Yoel le echó una mirada escalofriante, pero se apartó sin hacer ningún comentario, dejando a Dan que se ocupase del resto.

—¿Podrías haberla roto? —preguntó Dan mientras forcejeaba con la cerradura.

—Eso parece —comentó Yoel encogiéndose de hombros.

Si Dan se mostró impresionado o no, Noah no pudo saberlo, porque en ese momento el armario se abrió de par en par, mostrando lo que custodiaba en su interior. Una impresionante colección de fusiles, revólveres, escopetas y demás colgaban y reposaban sobre los estantes del interior de este. Esta vez, Noah fue incapaz de esconder su estremecimiento.

Se quedó ahí plantado, viendo cómo Yoel se colgaba una enorme escopeta del hombro, cómo Dan se hacía con un fusil, y Jason se llenaba los bolsillos internos de la chaqueta de balas, para mantenerlas lejos del alcance de la lluvia tras elegir algo más pequeño y cómodo.

—En serio... ¿de verdad es necesario todo esto? —preguntó Seth, como un eco de sus propios pensamientos.

—Esta vez no nos enfrentamos a Oscuros. Si se da la ocasión, tendremos que hacer lo que tengamos que hacer para sobrevivir —aseguró Yoel cargando la escopeta.

Se le veía decidido, pero Noah no podía imaginárselo matando a una persona. A pesar de lo indiferente que se hacía ver con todo el mundo, sabía que en el fondo era una buena persona, y estaba seguro de que no disfrutaba de la violencia. Pero si las cosas se torcían, ¿sería capaz de apretar el gatillo? Dan, aunque siempre era amable y se llevaba bien con todo el mundo, tampoco se había pensado dos veces el acercarse a las armas y hacerse con la suya, y para su sorpresa, parecía bastante cómodo con ella.

Jason, pese a necesitar ayuda de Yoel para averiguar cómo funcionaba el revolver que había elegido, se mostró muy decidido a quedársela, incluso cuando Seth protestó, asegurando que un niño no debería llevar esas cosas. Era fácil olvidarlo, pero Jason ya había matado. ¿Sería capaz de volver a hacerlo?

De repente, parado frente a aquellas personas que habían estado a su lado durante los últimos meses, se dio cuenta de que eran extraños, de que no los conocía, no realmente. No sabía cómo habían sido antes del ataque a Luarte, las vidas que habían llevado, puesto que todos habían llegado a un acuerdo tácito de no mencionar nada sobre ello. Y aunque también era duro para él, en algunas ocasiones no había podido evitar hablar de sus padres, era algo natural. En cambio, para el resto de sus compañeros lo natural parecía ser hacer como si nada hubiese pasado, esconder sus verdaderos sentimientos.

ASESINOS DE ALMASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora