CAPÍTULO 3

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Lo primero que hice fue asegurarme de que estaba solo. Ya sabía que sus compañeros no podían estar muy lejos, pero necesitaba algo de tiempo, lo mínimo para conseguir matar al que tenía delante. No estaba seguro de si tenían alguna forma de comunicarse a distancia, por lo que debía ser rápido.

El plan era sencillo; yo saldría de mi escondite, y utilizando el factor sorpresa, me abalanzaría sobre él, rápida y letalmente. Entonces le clavaría el puñal profundo, en el corazón o en el cráneo, eso daba igual, pero debía asegurarme de que fuese en un punto vital, me había dicho mamá, porque no son tan frágiles como nosotros, y si no es probable que se volviese a levantar.

Lo que ocurriese después de eso, ya no sería asunto mío.

Podría reunirme con mis padres, si es que de verdad había una vida más allá de la muerte, y aunque fuese una mentira, les diría que había hecho todo lo posible. Al menos podría mirarles a los ojos y decir que traté de vengar sus muertes, cosa que esperaba hacer, aunque solo fuese en parte.

Un repentino movimiento en mi campo de visión me trajo de vuelta al presente, y a través de la espesa cortina de agua, vi como el Oscuro se ponía de nuevo en marcha, acercándose cuidadosamente hacia nosotros. La espesa cortina de agua debía hacer difícil para él captar por completo nuestro rastro, pero estaba claro que sospechaba algo. Tenía que actuar ya.

Ni siquiera me lo pensé antes de tomar impulso y dar el salto.

La parte en la que me encontraba no era profunda, el agua a penas me llagaba a los hombros estando de pie, así que me aseguré de que todo mi cuerpo se zambullese horizontalmente, con cuidado de no pegarme demasiado al fondo para no lastimarme la cabeza. Aun así no calculé del todo bien y me raspé la barbilla y parte de los antebrazos. Concentrado como estaba en mi tarea, apenas me di cuenta.

Tenía el puñal firmemente agarrado en mi mano derecha y la vista clavada en la silueta del Oscuro, claramente visible gracias a la luz de la luna, que se alzaba justo por encima de su cabeza, haciéndolo todo más fácil. Porque a pesar de todo, a pesar de que había tenido que correr por mi vida hacía tan solo unos momentos antes, a pesar de que había visto la forma en la que habían dejado a los cuerpos sin vida de mis padres, y a pesar de que había sentido el miedo y el pesar tan profundos en mi ser que no pensé que fuese a ser capaz de volver a sentir nada más, aquello era fácil.

Lo había hecho miles de veces; encontrar una presa, estudiarla en la distancia, establecer un plan de ataque, y cuando veía una oportunidad, abalanzarme sobre ella. Puede que aquella criatura no fuese exactamente igual a mis anteriores capturas, pero en esencia no había cambiado nada.

Ahora, yo era el cazador, y contaba con las ventajas que eso implicaba.

El Oscuro se giró rápidamente, alertado por el ruido de mi cuerpo zambulléndose en el agua, pero la corriente me permitió desplazarme más rápido. Por si fuera poco, él no estaba preparado para un ataque, sino que esperaba toparse con un chico asustado, tratando de huir desesperadamente. Por eso miró hacia el sitio en el que me había sumergido, al pie de la cascada, y rastreó confuso toda la zona, obviando el hecho de que yo ya había buceado hasta quedar a su lado. Antes de que pudiese moverse, entender qué estaba pasando, surgí del agua, agarrando su pie con la mano izquierda, y con la derecha usé el puñal para rajar su piel en una zona que sabía que le haría perder el equilibrio.

Ya había despellejado animales antes, pero la sensación de tajar la piel humana, o al menos algo que se le asemejaba, fue sencillamente escalofriante, haciendo que se me revolviese el estómago y aumentasen mis náuseas. No obstantes, ni siquiera eso me frenó.

Cayó al suelo con un alarido de dolor, y sin permitirme perder ni un segundo, utilicé la propia pierna del Oscuro como soporte para salir del agua y colocarme sobre él, preparado para asestarle el golpe definitivo.

ASESINOS DE ALMASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora