CAPÍTULO 33

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Cabalgamos con dificultad durante lo que parecieron horas, aunque la posición de la luna no varió mucho. Había insistido en cabalgar en mi propio caballo, pero cuando perdimos de vista al de Dan, me arrepentí enormemente de no haber ido con él. Tenía cierta experiencia galopando, y aun así estuve a punto de caerme multitud de veces. Si conseguí mantenerme encima del animal, fue más por una cuestión de voluntad que de habilidad.

Llovía tan fuerte que ni siquiera podía comunicarme con el resto de los chicos. Abrir aunque fuera un poco la boca equivalía a atragantarse con las gotas de lluvia, así que avanzamos en silencio, seguro de que me estaban siguiendo tan solo por el sonido de las pisadas de los caballos a mis espaldas. Durante varios momentos pensé que no lo lograríamos, que no alcanzaríamos a Dan y Noah, pero gracias a las ramas que habían dejado en el camino, de alguna forma conseguimos no perdernos.

Encontramos el caballo de nuestros amigos a resguardo de un pequeño saliente del tejado de una fábrica, pero ellos no estaban en ningún lugar a la vista. No nos lo pensamos mucho antes de decidir entrar en ella.

—Dividámonos —propuso Ronan—. Encontremos a Dan y Noah rápido e inspeccionemos la zona. Si no hay rastro de Caleb, lo siento mucho, pero daremos media vuelta.

No pensaba irme de allí sin ninguno de ellos, pero de todas formas no dije nada. Discutir solo nos haría perder tiempo.

—Vosotros encargaos de la planta de arriba —dijo Yoel—. Los mocosos y yo inspeccionaremos esta. Si tenéis problemas gritad.

Ronan y Seth cruzaron una mirada disgustada. No sabía qué había pasado entre ellos, pero era obvio que habían peleado. Seth nunca le llevaba la contraria a Ron, y tan solo aquella noche ya lo había hecho cuatro veces. A pesar de eso ambos accedieron rápidamente, y así comenzamos la búsqueda en esa larga noche.

Una noche que no iba a olvidar en mucho tiempo.

El lugar estaba abandonado, saltaba a la vista. Tuberías, viejas puertas de metal, y en general cualquier objeto que hubiese sobrevivido a años de descuido, crujían por doquier, haciendo que me sobresaltase frente a cualquier sonido. Parecía como si alguien nos vigilase en la oscuridad, merodeando de aquí para allá, pero siempre siguiéndonos la pista.

Agarré el mango del puñal atado a mi cintura con la mano izquierda, y con la derecha mantuve mi revolver a punto para disparar. No quería herir a nadie, pero sabía que Yoel tenía razón y llegado el momento tendríamos que hacer lo necesario si queríamos sobrevivir. Después de todo no teníamos ni idea de dónde nos estábamos metiendo.

Una cosa estaba clara; todo aquello era sospechoso de narices. No podía entender por qué de todos los lugares habían llevado a Caleb allí, pero tenía que haber un motivo. Tenía que haber algo en ese sitio.

—¿Habéis escuchado eso? —susurró Thomas.

Los tres nos quedamos quietos en el sitio, aguzando el oído. Me di cuenta de que no podía escuchar mucho más que el latido de mi propio corazón y mi respiración acelerada. Casi me había dado por vencido, desestimando la audición de Thomas, cuando yo también lo escuché.

—Eso es... ¿Hay alguien llorando?

No obtuve respuesta; Yoel echó a correr en la dirección de los sollozos sin esperarnos. Thomas y yo cruzamos miradas, pero no tardamos mucho en seguirlo también. Atravesamos un enorme pasillo repleto de carretillas; no me fijé muy bien, pero con el rabillo del ojo me pareció ver sobre una de ellas un enorme cuchillo, más parecido a un hacha que a cualquier otra cosa, y manchas de un tono rojizo oscuro. Apreté el paso.

Llegamos hasta el final del pasillo, separado de la siguiente estancia por una enorme cortina de plástico. Yoel trató de abrirla, pero del otro lado un portón impedía el paso. Pegué la oreja en él, confirmando lo que ya había imaginado; los llantos venían del otro lado. El portón comenzó a moverse repentinamente, haciendo que el corazón se me parase por un instante. Yoel se había cargado el cerrojo y estaba desplazándolo por su cuenta.

ASESINOS DE ALMASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora