CAPÍTULO 14

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Las hojas caídas de los árboles crujían bajo las gruesas botas de Aidan, creando una melodía a su paso. No le habían costado baratas, pero habían sido una de las mejores inversiones de su vida, aparte de su querido arco. Claro que tampoco es que las hubiese pagado con su dinero, propiamente dicho...

Había salido a buscar a Noah, quien aparentemente se había perdido en algún momento de camino al carro, y de paso se había propuesto cazar algo. Normalmente no se permitiría hacer tanto ruido durante una caza, pero de todas formas Ron ya estaba armando jaleo por los dos. No es que no fuese capaz de mantenerse silencioso, se había encargado de enseñarle durante sus largos años juntos, y Ron sin duda aprendía rápido.

Por eso sabía que había algo que andaba mal con su amigo de la infancia.

Bueno, quitando lo obvio, claro, como el hecho de que Noah estaba desaparecido, que sin él no tenían ni idea de cómo rebajar la fiebre de Seth y Jason, que habían perdido sus hogares, que estaban vagando fuera de las murallas donde eran carne de cañón, o lo peor de todo, que sus familias...

Un escalofrío sacudió a Aidan, e inevitablemente su mirada se nubló. Recordó a sus hermanas pequeñas; Emmy, siempre sonriendo por el bien de todos, y la pequeña Leila, con sus largos rizos rubios, siempre pidiendo que le comprase cosas bonitas, y a él mismo, rompiéndosele el corazón cada vez que tenía que decirle que no. No le gustaba ver a su familia pasar penurias, sobre todo cuando había quienes tenían tanto dinero que podrían alimentar si quisiesen a varios cientos de familias durante años y años. Por eso cuando la enfermedad de su padre avanzó tanto que ni siquiera era capaz de levantarse de la cama, Aidan cogió un arco, unas cuantas flechas, y salió al bosque a cazar.

Se le había dado bien desde el principio, tanto que se sorprendió a sí mismo, pero eso solo les daba para comer, y ni aun vendiendo pieles y todo lo que podía aprovechar de los animales, les daba para vivir mínimamente en condiciones. Eran demasiadas bocas que alimentar; con su madre y su abuela, eran seis en casa, y él único que podía encargarse de todo era él. Era una carga que había estado contento de asumir, pero que con los años se había vuelto cada vez más y más pesada.

Primero había optado por mendigar con la esperanza de que esa carga se rebajara al menos un poco, pero Aidan era un chico orgulloso, y cada vez que tenía que bajar la cabeza y soportar las miradas de desprecio o pena, algo en él se quebraba un poquito. Él necesitaba ser libre, sentirse libre para tomar sus propias decisiones, así que no podía simplemente dejarle la responsabilidad de alimentar y proveer a su familia a cualquier extraño que pasase por la calle.

Por ese motivo, había pasado a los hurtos. Podría parecer contradictorio, ya que el dinero seguía proviniendo de alguien más, pero Aidan tenía sus propios códigos, y mientras él los entendiese, le daba completamente igual si alguien más lo hacía o no.

Más tarde había conocido a Ronan, cuando había intentado robarle su reloj de bolsillo y este lo pilló con las manos en la masa. Era la primera vez que lo atrapaban, por lo que supo desde el primer instante que aquel chico de aspecto remilgado era diferente. Con la inteligencia de Ronan y su intuición, consiguieron armar unas pequeñas estafas, que más tarde dieron lugar a unas más grandes.

Así, las familias Relish y Archer, que habían sido de las más miserables de Luarte, pasaron a ser de las más ricas. Claro que eso nadie lo podía saber. Por suerte, Ronan se había asegurado de marcar unas pautas para que nadie sospechase, y solo tenían permitido gastarse un poco de dinero cada vez.

Nada de ese dinero importaba ya mucho. Aidan lo habría dado todo; sus botas, su arco, su vida misma si así podía traer de vuelta a su familia. Cómo deseaba haber permanecido junto a ellas en la fiesta, cómo deseaba haber ido a comprobar si su padre y su abuela habían conseguido esconderse antes de que los Oscuros llegasen.

ASESINOS DE ALMASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora