CAPÍTULO 10

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La confianza en uno mismo puede ser crucial a la hora de desenvolverse exitosamente en una determinada situación. Hay veces en las que un ligero empujoncito, ya sea de tu subconsciente o de alguien más, puede ser la clave entre el éxito y el fracaso. El ser consciente de tu propio valor y ser capaz de exprimirlo al máximo, te resolverá un gran porcentaje de tus problemas.

No obstante, y por más que la gente se empeñe en asegurar lo contrario por el bien de su salud mental, hay situaciones que ni la más segura de las personas será capaz de superar sin más. Hay cosas que simplemente escapan a nuestro alcance, y debo admitir, que durante nuestro viaje, más de una vez me dejé arrastrar por esa sensación de derrotismo, de destino fatídico, creyendo que no había nada más por hacer, que no dependía de mí lo que estuviese a punto de pasar.

El día que llegamos por fin al límite de las murallas, cuando vislumbramos la gran entrada, o salida en nuestro caso, fue uno de esos momentos en los que me sentí impotente, notando dolorosamente claro que no era más que un pequeño ser en un enorme mundo, incapaz de controlar siquiera los latidos de mi propio corazón.

—Vale, ¿y ahora que hacemos? —preguntó Aidan.

Estaba sudando como un cerdo, lo cual era extraño teniendo en cuenta el frío que hacía, aunque no tanto si solo nos fijábamos en lo que teníamos delante. Por primera vez desde que lo había conocido, esa energía que siempre lo envolvía se había apagado casi por completo, y sus hombros estaban hundidos en un gesto derrotista.

La verdad, yo no estaba mucho mejor. Habíamos conseguido llegar a la puerta sur en menos tiempo del planeado y sin ningún percance, pero cuando finalmente nos encontramos allí, el escenario cambió drásticamente.

El resto de los chicos se quedaron atrás mientras Aidan, Ronan y yo tanteábamos el terreno. Estábamos escondidos en la cima de una pequeña colina, con el cuerpo pegado completamente en la tierra, observando los alrededores y evaluando la situación, que no era muy esperanzadora. Varios Oscuros hacían guardia al pie de la puerta y no parecía que tuviesen intención de marcharse próximamente, por lo que nuestras posibilidades de salir de Luarte sin mayor problema, se vieron reducidas a cero.

—Tal vez deberíamos dar la vuelta —propuso Ronan. Su voz era apenas un susurro—. Ir hacia la puerta oeste a ver si está despejada.

—Sabes que no va a ser así —afirmé mordiéndome una uña—. Todas las puertas estarán igual. Seguro que están esperando para acabar con los que hayan conseguido escapar. Así son, no pueden dejar a nadie con vida, la compasión no es una palabra que ellos comprendan.

—Jae tiene razón. Si queremos pasar vamos a tener que buscar una forma de hacerlo a través de ellos —aseguró Aidan. Ambos lo miramos escépticos, ante lo que él se encogió de hombros—. No estoy diciendo que sepa cómo.

—Está bien, volvamos con los demás y discutamos qué haremos —sugirió Ronan.

Sin poder ocultar nuestras abatidas expresiones, llegamos tras un rato de caminata al claro donde los demás nos esperaban. No estaba muy lejos de la puerta, pero sí lo suficiente como para que los Oscuros que había allí apostados no se percatasen de nuestra presencia. De todas formas, Aidan se quedó vigilando por si acaso, y Ronan dejó muy claro que si algo pasaba nos debía avisar de inmediato.

No había sido fácil convencerlo de que se quedase allí solo, pues según él, "incluso desde allí podía percibir el odio en sus corazones", aunque para mí que se debía más que nada a las impresionantes garras y los afilados dientes, que lo tenían aterrado.

Yoel estaba, una vez más, apontocado contra un árbol con los ojos cerrados y enormes sombras bajo ellos, algo alejado de los demás, como si en realidad no formase parte de nuestro grupo. A veces parecía como si detestase nuestra presencia, pero en los últimos días había descubierto algunas cosas sobre él.

ASESINOS DE ALMASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora