CAPÍTULO 29

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Un aguacero comenzó a caer durante la noche. Caleb había quedado prácticamente inconsciente después de nuestra conversación, cansado por el esfuerzo y las emociones, por lo que no tuve mucho más que hacer que sentarme junto a la ventana y observar cómo el agua caía violentamente sobre la tierra. Era una imagen salvaje, ver cómo no había nada capaz de frenar su paso, y aun así extrañamente reconfortante.

Casi sin pensarlo, abrí ligeramente la ventana, dejando que las gotas mojasen mis pies descalzos. Hacía un frío lo suficientemente intenso como para helar los huesos, pero era justo lo que necesitaba. La habitación parecía estar ardiendo, y las más que suficientes velas que había encendido Seth no ayudaban mucho a rebajar la temperatura. Como siempre se había pasado de la raya.

—¡Jason! ¿Nos estás escuchando?

Me volví al reconocer mi nombre, topándome con los ojos de los chicos sobre mí. En general, la preocupación predominaba en sus miradas, haciendo que me sintiese incómodo y fuera de lugar. Noah no había salido simplemente corriendo a dormir a su cama cuando se había asegurado de que estaba bien, cómo había pensado en un principio, sino que había ido a llamar a los chicos. Ya sabía que había una conversación pendiente después de todo lo que había pasado, pero sinceramente, esperaba que pudiese esperar hasta el día siguiente, más aún tras mi charla con Caleb y el dolor de cabeza que esta me había provocado.

—Sí, claro —mentí agachando la cabeza.

Se dieron cuenta, por supuesto que lo hicieron, pero decidieron dejarlo pasar. Para mi sorpresa fue Aidan el que más exasperado parecía. Quería volver mi atención de nuevo hacia la ventana, pero su ceño fruncido y la tensión en sus hombros eran suficientes para hacerme saber que si tenía que llamarme otra vez, probablemente me tiraría por la ventana.

—Estábamos diciendo —aclaró algo irritado—, que Caleb está muy débil. Es probable que todo lo que ha dicho sea más parecido a un delirio febril que a la realidad. No podemos creer esa historia sin más.

—No —aseguré sosteniendo su mirada—. Todo lo que ha dicho es cierto. No entiendo cómo tienen acceso al interior de las murallas, ni cómo pretenden hacer realidad ese ideal de civilización, pero lo que ha contado es cierto. Lo sé.

Permanecieron en silencio, asimilando la nueva situación en la que nos encontrábamos. Las cosas seguían cambiando y yo me sentía incapaz de adaptarme. ¿Es que todo lo que una vez creíamos real no había sido más que una ilusión? ¿De verdad sabíamos tan poco sobre nuestro mundo, sobre nuestras propias vidas? Verdades que antes parecían tan sólidas como nuestras murallas, ahora se habían derrumbado junto a ellas, sin nada que nos protegiese, sin nada a lo que aferrarnos.

—Entonces fueron ellos —rompió Aidan el silencio—. Fueron ellos quienes dejaron pasar a los Oscuros. Esos salvajes fueron los que acabaron con nuestra capital. Con nuestras familias...

Había algo desesperado en su voz, como un aullido lastimero, que fue tornándose en un quejido rabioso. Sus ojos verdes se incendiaron, como un bosque en llamas, y aunque era la primera vez que pensaba así de Dan, me di cuenta entre escalofríos de que era un tipo peligroso. No sé cómo no había podido verlo antes.

—No nos precipitemos —intervino Ronan, aportando cierta calma—. Caleb solo ha dicho que hay quienes quieren hacerlo, no que ya hayan comenzado. Una cosa no tiene nada que ver con la otra. ¿Te ha dicho algo sobre Luarte?

—Nada —negué con la cabeza—. Él no lo ha mencionado, así que yo tampoco. No estaba seguro de si debía hacerlo, y francamente, no creo que tenga ni idea sobre lo que pasó.

—¡No hace falta que lo haga! —estalló Dan—. ¿Qué otra cosa más puede ser? Es mucho más razonable que esa estúpida teoría sobre El Consejo. Ya sé que no te gusta estar equivocado, Ronan, pero admítelo, han debido ser esos bastardos. Ya visteis lo que querían hacerle a Noah, está claro que son unos asesinos. Ellos viven ahí fuera y no soportan que el resto estemos seguros. ¡Como si nosotros tuviésemos la culpa de sus vidas de mierda!

ASESINOS DE ALMASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora