Noah vio asombrado cómo Jason caía al suelo entre convulsiones. Nunca había sido el chico más inteligente, pero no le hizo falta para saber que aquello eran malas noticias, muy malas noticias.
—¡Joder! —exclamó Yoel mientras corría a socorrer al menor—. ¡Le está saliendo espuma por la boca!
—¡Ponlo de lado! —le gritó. Le habría gustado hacerlo con sus propias manos, pero las tenía ocupadas presionando la herida de Seth.
Había visto al doctor de su aldea tratar un caso como ese en una ocasión, cuando se había acercado a llevarle algunas plantas medicinales que había recogido. Se le daba bien identificarlas, y mira que nunca había estudiado nada al respecto. Cuando las veía simplemente sabía qué eran, para qué servían. Era como una especia de don, como el de Thomas, tal vez, solo que mucho menos útil.
—¿Qué está pasando? —preguntó Seth, abriendo sus ojos azules con dificultad.
Hasta el momento había permanecido callado y con los ojos cerrados, pero sabía que no estaba inconsciente. Probablemente no había querido decir nada por si le salía la voz temblorosa o un grito de dolor. A Seth nunca le había gustado mostrar su sufrimiento. Siempre era el suyo y el de Thomas el que importaba, pasando el del mayor a un segundo plano.
—No es nada —le sonrió, cepillando su oscuro cabello hacia atrás con las manos—. No tienes de qué preocuparte, tú descansa.
Era consciente de que no era el mejor en muchas cosas, probablemente en nada, pero sí que era bueno fingiendo que no pasaba nada, lo cual podía ser muy conveniente cuando el mundo a tu alrededor se caía a pedazos. Tal vez no era la mejor forma de enfrentarse a las cosas malas, pero si con eso Noah podía irradiar algo de bienestar hacia sus amigos, se conformaba. Después de todo, ahí estaba la cosa, ¿no? En hacerlo lo mejor posible dentro de tus capacidades, ser la mejor versión de ti mismo. Él había entendido muy pronto que de nada servía compararse con los demás, aunque no siempre podía evitar hacerlo.
—¿Que no me preocupe? —rio ligeramente—. Me han clavado unas uñas llenas de mugre en el pecho. ¿Sabes lo que voy a tener que frotar para que salga?
Noah no pudo más que reír con él ante la ocurrencia. Solo Seth podía preocuparse por su aspecto en un momento como ese.
Por desgracia, no hubo mucho más tiempo para risas.
Yoel y Aidan cargaron con Jason hasta el carro, y lo depositaron con cuidado sobre él. Las convulsiones habían parado, pero en la comisura de su boca aún había restos de espuma indicando su mal estado. Noah quiso examinarlo, pero no sabía cuál de los dos estaba más grave, si Jason o Seth.
Cómo si le hubiese leído el pensamiento, Ronan llegó hasta su lado y puso sus manos sobre la herida de Seth.
—Yo me encargo de él —dijo mirándole, sus ojos acaramelados reluciendo preocupados—. Parece que sabes lo que hay que hacer, ¿no? Ve a ayudar a Jae.
La verdad es que solo tenía una ligera idea de qué hacer, pero aun así se acercó al menor, y con la manga de su chaqueta le limpió la boca.
—Qué asco —se quejó Yoel dedicándole una mirada rápida mientras avanzaba para coger las riendas. Thomas le siguió y se posicionó a su lado, seguramente buscando huir del desastre de atrás—. Nos largamos de aquí.
Se pusieron en marcha, y fue como si el tiempo volviese a fluir. Parecía como si llevasen horas allí, cuando en realidad había sido una cuestión de pocos minutos. Los Oscuros restantes podían llegar en cualquier momento, y si lo hacían, teniendo en cuenta la penosa situación en la que se encontraban, muy probablemente les costaría la vida.
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ASESINOS DE ALMAS
FantasyEl mundo de Jason se encuentra dividido por una cruenta guerra que inició hace miles de años y que no parece tener fin. Los Oscuros son criaturas con aspecto casi humano pero con cualidades que los hacen ciertamente peligrosos. Parecen odiar a la es...