Dedicado a Zamina Dvela
Hora desconocida. Día desconocido
Eso no era humano, diario, eso no era humano. Me arden los malditos pulmones, tengo un mar de cortés por todo el cuerpo, pero las heridas de Merlina son más profundas; tengo que darle atención o la perderé, no quiero perderla diario mío, no quiero.
Preparo el botiquín, procedo a desinfectarme las manos y sus múltiples heridas. Chilla y grita de dolor, el ruido ha hecho que la multitud de infectados se reúna a al pie del edificio, puedo escucharlos claramente desde mi posición. Y la puerta de acero a mis espaldas es lo único que nos separa de una muerte dolorosa y agonizante.
No cederá, no tiene por qué ceder, el espacio es muy reducido como para que más de una esas cosas la golpeen. Retiro su equipo bañado de sangre infectada y suya. Tengo que tener mucho cuidado de que no se contamine o terminará como un esclavo del virus sin mente.
—Muy bien, Merlina, necesito que te relajes, esto dolerá —no es la forma de calmar a un paciente, pero mis nervios están tan destrozados que apenas puedo concentrarme.
¿Qué demonios eran esas cosas? El dolor no me deja actuar con precisión. Tengo que limpiar perfectamente la herida, cubrirla, pero una de ellas, justo la que comienza desde el hombro es muy profunda, necesitaré más que solo vendas.
—Muy bien, lo estás haciendo muy bien, Merlina.
Necesito encargarme de esa herida, le retiro con suavidad el equipo y ella resiste, ahoga sus gritos hasta que le tiembla el pecho, pero resiste. Justo cuando estoy por retirar la tela mi sangre se hiela, su espalda está tan morada e hinchada. Coloco mis manos y ella gime de dolor, llora, si no me apresuro no lo soportará más.
Parecen ser marcas de golpes, cuando trabajaba en la enfermería recibíamos muchos pacientes así, mayormente mujeres que siempre salían con la excusa de haberse caído por las escaleras. Sus heridas son similares, parecen golpes contundentes, por fuerza bruta más que por descuido.
El intenso golpe de la puerta de metal me arranca de mis pensamientos. ¡Concéntrate! Me ordeno. Me alegra saber que mis manos no han perdido ni siquiera una pisca de su sincronización, a pesar de estar magulladas y callosas por las armas y combates, siguen siendo hábiles, siguen siendo manos de enfermera.
Ésta herida necesitará puntos, es profunda y ha comenzado el enrojecimiento y la inflamación, hago todo lo posible para detener el sangrado. Ella parece más rejada, tal vez adormilada por el dolor, aunque la mantengo despierta porque me da miedo quedarme sola.
—¡Alexander, responde! —lo llamo a gritos hasta que me responde, su voz suena fatigada.
—¿Qué ocurre?
—M-Merlina está herida ¿Dónde están?
—En camino, dime qué ocurrió
—No entren a los edificios, una... no sé qué carajo fue eso, algo azul con garras nos ha atacado.
Hasta que me escucho sé que es una tontería, ni siquiera yo sé muy bien lo que vi. Cuando subíamos las escaleras escuchamos un grito extraño, más un sonido gutural acompañado de otros más sonidos como los de una bestia alimentándose. Eran demasiados, se escuchaban de todas partes, no estábamos solas, lo noté cuando vi los cadáveres.
Apresuramos el paso cuando una de esas cosas atravesó la puerta de madera, su rostro y parte de su complexión parecían humanos, incluso su cabello oscuro resaltaba con el azul eléctrico de su piel, sus ojos inyectados de amarillo con una pupila pequeña; hambrienta, furiosa, demencial.
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Diarios de Guerra I : Sobrevivir © [Completa, Re-Editanto] Gracias Jeffs
Science Fiction"Querido diario, están cerca, arrastran sus pies putrefactos en coro, los escucho susurrar en la penumbra. ¿En qué momento, en qué fecha, a qué hora... la humanidad se fue al carajo?" Mi nombre es Elizabeth Mercer, fui una enfermera que se dedicó a...