Capitulo 13: Rakes (Parte 1)

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Fecha desconocida. Hora desconocida.

Querido diario.

Cuando era niña pensaba que las guerras deberían pelearse con un ejército de mariposas. Que si en lugar de amenazar, regaláramos rosas y comprendiéramos que las personas, por muy malas que sean, sus motivos son los que cuentan.

Que deberíamos aprender de los perritos, aquellos que solo atacan porque se sienten amenazados y perdonan cuando te has equivocado, que nunca te abandonan a pesar de la enfermedad o de la misma muerte. Existe un lazo más profundo del de amo y mascota, existe algo que nosotros aún no sabemos interpretar, algo que para nosotros tiene muchos significados, porque no sabemos encontrar el apropiado. El amor.

Podemos amar de distintas maneras, a distintas personas, distintos momentos y sabores, pero a diferencia de ellos, no sabemos amar incondicionalmente, no sabemos perdonar y dejar, mucho menos, olvidar.

Porque es más fácil odiar que perdonar, es más fácil atacar que escuchar y es por eso, por todo ese odio, toda la envida y la avaricia que hoy me encuentro aquí, suplicando de rodillas por mi vida, porque a pesar de todo... amo la vida y no puedo, ni quiero, dejarla ir,

Los golpes suenan ahogados en el eco de la cabina, escucho a los soldados discutir, escucho a Merlina llorar, a Alexander suplicar y a Michelle sollozar, estamos tan cerca de volver, y tan lejos a la vez.

Me encuentro caminando, recorriendo los pasajes de mi mente, algo a lo que aferrarme en mis últimos momentos, pero no hay nada, no porque no tenga nada en mi vida, sino porque no quiero darme por vencida, no estando tan cerca.

La coraza del tanque comienza a ceder, causando leves y casi imperceptibles abolladuras, pero ¿qué podemos hacer? Los soldados de afuera han muerto, aun puedo escuchar sus gritos de agonía, todos en coro como si fuera una orquesta magistral, exclusiva para los condenados.

El soldado que me ayudó a rescatar a Merlina ha entrado por la escotilla al igual que su compañero, pero a diferencia de él a su compañero no le queda mucho tiempo.

Tiene toda la armadura destrozada, probablemente los brazos estén rotos y por la cantidad de sangre, apostaría a que está a nada de partirse por la mitad. Lo que me sorprende es que el otro soldado está impecable, bueno a excepción de la sangre que baña todo su cuerpo, no tiene ninguna herida, no parece fatigado ni siquiera respira con fuerza.

—¿Algún problema, soldado? —me mira fijamente y su voz se hace más pronunciada y gruesa, hace que se erice mi piel.

Me limito a negar y dirijo su mirada a Alexander, quien, en contraste con su sangre, ha palidecido mucho. Tres minutos, tengo la vieja costumbre de apostar por el tiempo que queda de vida; aunque se nos prohíbe por ética profesional, son mañas que vas adquiriendo con el tiempo.

—¿Dónde está el pequeño? —se refiere a Anthony.

—Quizá muerto, no lo sé —aparto la mirada, aunque tiene casco sé que me hunde, que me culpa por esto y yo, yo no quiero cargar con más.

—Con los demás —escucho un quejido, Alexander estira el brazo para tomarme del pantalón, con fuerza, como si yo fuera el ancla que lo ata a la vida—. Se lo llevaron en el otro tanque, quisimos alcanzarlo, pero se ha ido.

Su contacto me duele, las lágrimas brotan por si solas y mis fuerzas me fallan, caigo, permitiéndome que mi rostro este muy cerca del suyo, tan cerca que puedo sentir su leve respiración y lo mucho que le cuesta a su corazón seguir bombeando.

—Elizabeth, yo... —continua.

Es la primera vez que veo llorar a Alexander, detrás de esa sonrisa de niño y esos ojos cristalinos, esta ante mí un hombre derrotado, muriendo, aferrándose a mi pantalón, sé que no quiere llorar, noto la expresión de dolor en su rostro.

Diarios de Guerra I :  Sobrevivir © [Completa, Re-Editanto] Gracias JeffsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora