Día desconocido Hora desconocida.
Querido diario. No sabes lo pequeña que me siento en este momento. Al acercarme a la cornisa una oleada de muerte y putrefacción me esperaba al pie del edificio. Me di la libertad de sentarme con los pies colgando. Algunas manos rezagadas me señalan, querían que me una a ellas. El viento golpeaba mi rostro, huele a muerte, gas, ceniza y carne quemada.
Todos somos presas de algo, ya sea del miedo, de la bebida, de la vida. Pero yo me siento presa de mí misma. Cuando miro al pasado casi no reconozco a esa niña sonriente, a esa mujer que soñaba y que ahora solo llora por las noches preguntándose ¿por qué continuar? Me siento enjaulada, como si al verme al espejo no reconociera a esa persona, incluso suelo decirme que esa no soy yo.
Los miro a ellos, piel pálida pegada a los huesos; y los envidio por no tener que preocuparse más de la vida, de perder a alguien importante o de siquiera tener que recordarse constantemente el porqué de esto.
Por un momento me permito ser libre, suspendida entre la vida y la muerte, aunque dudo que esto sea vida, diario mío.
Intento recordar todo lo que me hacía feliz: gatos, chocolate, gomitas, jugo de naranja, caminatas por el parque, salidas con Dante, un futuro, dibujar, leer, ver series, ayudar a las personas, soñar con mi boda, futuros niños.
Sin embargo, ya no hay nada de eso, nada de chocolate, nada dulce; ni siquiera tengo la certeza de sobrevivir para ver un mañana. Se acabaron las salidas a los parques, las veladas románticas con mi novio, ni mucho menos concebir en este mundo. Se acabó todo, todo me lo han arrebatado, todo por lo que vivir, todos mis ideales, todo, absolutamente todo se ha ido a la mierda.
¿Entonces qué hago aquí? ¿Por qué debo esperar? Si puedo tomar mi decisión ahora, justo aquí. Volar libre, es lo que deseo; dejar de sentir dolor, es lo que anhelo; deshacerme de este cuerpo que encadena mi atormentada alma.
El viento me empuja al vacío, quiero permitírselo, quiero irme sin más. Aunque otra parte de mi aún se está aferrando a la cornisa.
—De todos modos morirás, tarde o temprano todos sucumbirán ante la muerte ¿Para qué prolongar lo inevitable? — Me dice una voz en mi cabeza.
—Podemos intentarlo, no todo está perdido—. Logro responderme sin muchos ánimos.
—Eres una cobarde, Elizabeth. No has llegado aquí tomando las decisiones fáciles, ¿habrás luchado para nada? ¿Lo habrás perdido todo para nada? Eres fuerte, por el amor de Dios. Despierta. ¿Qué diría papá de esto?
—Nadie tiene la decisión, solo tú, ¿Prefieres vivir con el miedo a morir cada día a una eternidad de paz? —La voz se hace más intensa en mi cabeza, me sudan las manos, creo que estoy temblando.
—La Elizabeth que conozco no se blande por nada, le dejarás todo en bandeja de plata a la zorra de Michelle, dejarás todo aquello que requirió sudor, sangre y lágrimas. Eres patética Elizabeth, esperaba más de ti, no creí que la muerte de tu hermano, ni la de todos aquellos a los que se las quitaste, valieran tan poco. Pensé que sería un incentivo más para luchar. ¿Y la tortura de Dante? Aún tienes a tu madre, tu apoyo incondicional, gente que te quiere y daría la vida para ayudarte, un novio que te ofrece su amor incondicional para siempre protegerte, aun cuando no está cerca, que prefiere elegirte a ti a pesar de todo. No puedo creer que quieras renunciar a todo eso por un simple sentimiento egoísta. En esta vida se sufre, se sufre como ninguna otra, pero se aprende, aprendes a sobrevivir en tu entorno, cambiar de punto de vista y avanzar, no te puedes atrasar. Si te da miedo el dolor no estás preparada para este mundo, para este ni ninguno otro.
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Diarios de Guerra I : Sobrevivir © [Completa, Re-Editanto] Gracias Jeffs
Science Fiction"Querido diario, están cerca, arrastran sus pies putrefactos en coro, los escucho susurrar en la penumbra. ¿En qué momento, en qué fecha, a qué hora... la humanidad se fue al carajo?" Mi nombre es Elizabeth Mercer, fui una enfermera que se dedicó a...