Fecha desconocida. Hora desconocida.
Oscuridad, una densa oscuridad nos envuelve presas del pánico.
Silencio, el silencio que advierte lo peor si osamos romperlo. No hemos avanzado mucho puesto que "sabemos" qué es lo que mora en este lugar. Mi corazón halló malestar al encontrar sangre fresca.
Nos disolvemos en las sombras tras escuchar leves pasos y susurros, voces humanas, quejidos extraños y conversaciones de una sola palabra.
¿Qué carajo son estas criaturas? Lo único que sabemos es que tienen forma humanoide y saben hablar, en parte.
Las características del traje del Black Leber son excelentes para este ambiente, la oscuridad nos envuelve formándonos parte de ella, incluso las lentillas del casco pierden su brillo hasta notarse leves tonalidades azuladas.
Puedo ver más o menos con claridad. La oscuridad es profunda, pero puedo distinguir cosas a más de cinco metros de mí, más allá solo está el vacío tortuoso que amenaza con devorarnos.
Los vidrios de lo que parecen ser salas de investigación están arañados, manchados de sangre y mugre. Las luces del techo están descolgadas y se balancean, un ruido insistente que nos mantiene alerta de cada movimiento; documentos y frascos tirados junto con camillas ensangrentadas, colocadas como barrera o simplemente destruidas.
Me alegra saber que Anthony despertó, un poco agitado, pero sin daños. Balbuceaba mientras se acomodaba el casco, parecía realmente confundido y actuaba de manera extraña, como si lo último que vivió no existiera o formara parte de un mal sueño. Después de un rato analizando todo, recordó poco a poco y habló.
—No lo sé, era como si algo me llamara. Susurraba mi nombre, sabia mi nombre. No recuerdo nada más, solo un aroma, ese aroma era exquisito; lo mejor que he olfateado alguna vez.
—Se los dije —insistió Michelle—. No debiste haberte quitado el casco, idiota
Justo cuando quiero avanzar con más velocidad escucho pasos provenientes de una de las salas destinadas a la investigación. Mi aliento se congeló al momento, me cubrí con la puerta a mi lado agachándome para intentar hacer el menor ruido.
El casco no me otorgaba una buena visibilidad lateral, pero veía como sus largas piernas se acercaban lentamente; susurraba algo que estaba fuera de mi comprensión.
Un sonido chirriante se escuchaba mientras avanzaba, como cuando rapas un clavo contra la pizarra. Cada paso se acercaba más y más a mí, las piernas desnudas dejaban notar algún tipo de cicatriz hecha por un corte. El corte empezaba por el muslo y se prolongaba hasta por debajo de la cadera, la mujer iba completamente desnuda.
Quería ver más, quería saber que eran estas cosas. Me arriesgué a asomar un poco más la cabeza.
Todo su cuerpo estaba lleno de cortaduras, algunas grandes y otras no tanto, carecía de vello, las piernas eran extremadamente largas pero lo que más me impacto, lo que realmente hizo que se inundara de paranoia mi corazón fueron el tamaño de sus brazos: largos para pasar de la cadera y sus manos, sus dedos, se extendía hasta por debajo de la rodilla. Esas manos descomunales con dedos extremadamente delgados eran lo que causaba ese sonido chirriante; caminaba apoyando la punta de sus dedos sobre el cristal y con la otra tenía la cabeza de un infectado. Caminaba sobre multitud de cadáveres mientras balanceaba del cabello la cabeza de un infectado muerto.
Mientras más se acercaba más era mi inquietud, los demás esperaban instrucciones, inquietos por el sonido. Ella estaba demasiado cerca para poder moverme, solo tuve oportunidad de agachar la cabeza antes de sentir su pierna en mi espalda, pesada pero ligera gracias al chaleco; mi respiración era mínima para que no se notara el cambio en el movimiento y me atacara.
ESTÁS LEYENDO
Diarios de Guerra I : Sobrevivir © [Completa, Re-Editanto] Gracias Jeffs
Science Fiction"Querido diario, están cerca, arrastran sus pies putrefactos en coro, los escucho susurrar en la penumbra. ¿En qué momento, en qué fecha, a qué hora... la humanidad se fue al carajo?" Mi nombre es Elizabeth Mercer, fui una enfermera que se dedicó a...