Capítulo 4: Cadenas Rotas (Parte 2)

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Domingo 20 de Septiembre 12:17 pm.

Anoche no pude dormir por las ansias, bueno, todos estos días.

Dante parece más serio de lo normal, está pensando, se le ve en su mirada. Su mente está dispersa y su cuerpo solo hace lo que la monotonía le obliga; todos parecen muy cerios.

Merlina es la única que parece querer hablar, pero se le cortan las palabras de inmediato, como si lo que dijera haría explotar el mundo en frenesí.

Como lo prometió nos dio su respuesta:

—C-chicos... —tartamudeó.

—¿Qué pasó? —preguntó Dante, ajeno a la tensión que flotaba alrededor nuestro, arrancado de sus pensamientos.

—Ya lo he pensado, me siento una estúpida al decirles esto, pero... lo haré —dijo al fin, después de una pausa.

—Perfecto —sonrió Dante.

—¡Eso, vamos con todo Merlina! —exclamó Alexander.

—Siempre lo supe —afirmó Michelle.

—Solo que aún espero una respuesta más... Elizabeth —prosiguió Dante, mientras posaba su mirada fría en mí.

—A veces pienso que estás loco. Tampoco estoy muy segura de que esto funcione, hay muchos cabos sueltos y muy pocas probabilidades de que resulte efectivo.

—No estas obligada a hacerlo, amor. Cada quien decidió seguir mi plan por voluntad propia, no te haremos menos ni mucho menos insultarte. Podrías esperar a que el alboroto se esparza y encontrarnos en el camino, pero en lo personal, desearía que escapáramos... juntos —finalizó.

—Lo sé, amor, pero estás jugando con las vidas de inocentes —supliqué, mi comentario le carcomió el rostro. ¿Será por eso que estaba tan pensativo?

—Tal vez, pero... –no hablo hasta un tiempo después—. Estoy seguro de que no expondremos a nadie. Son distracciones, huirán con los problemas. Podremos escapar por fin.

—Está bien, Dante, pero créeme que si algo sale mal... te arrepentirás toda tu vida —declaré lo más seria posible.

—Lo sé –asintió, preocupado—. Bien chicos. Alexander, ve con Michelle y sean cautelosos, mientras ella los distrae necesito esto —dijo mientras le pasaba un papel con una servilleta encima—. Confió en ti, será como robar los caramelos de la tienda del viejo Vinkens.

—¡Aún lo recuerdas! —rió un momento y los ojos se le iluminaron—. ¡Qué recuerdos! Les contaré; cuando éramos niños y no teníamos dinero, Dante siempre pensaba estratégicos planes para que, mientras él mientras causaba distracciones, yo me internara y robara golosinas. Hasta que un día su esposa salió y me tomó del tobillo, llamaron a nuestros padres y jamás volvimos a esa tienda.

—Los dulces de tamarindo eran mis favoritos —declaró Dante, con una tristeza inmensa.

—¿Es enserio? —espetó Michelle, malhumorada.

—Uy perdón, pero tenía hambre y era pobre. Claro, tú nunca sufriste de eso —le respondió Alexander—. ¿Qué se sintió tener una infancia llena de lujos? Michelle Linwood.

La verdad que este par ha sido siempre una joya; por lo que Dante me cuenta, toda su infancia tuvo que huir de vecinos malhumorados. Solo espero que las cosas no acaben pronto.

Dante nos dio instrucciones de cómo y a qué hora serían detonadas las granadas, que daríamos la alarma de incendio y huyéramos alterando a las personas, necesitaremos mucho frenesí. Luego con otra servilleta nos fue dando un mapa de donde estaban las salidas alternas de las dos zonas donde se trata el virus.

Diarios de Guerra I :  Sobrevivir © [Completa, Re-Editanto] Gracias JeffsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora