Avanzamos deprisa. Me adelanté empujando a Michelle quien se tambaleó, entonces noté lo fatigada que estaba, Anthony apenas podía continuar.
Alexander y yo éramos los únicos capaces de soportar un poco más, aunque Michelle seguramente por su claustrofobia, debe ser todo un tormento estar aquí para ella, pero pensándolo bien, tras todo lo que hizo y dijo, no me importaría encadenarla aquí abajo con todas estas criaturas.
Tomamos un respiro, más por ellos que por nosotros.
Seguramente el fuego se habrá extinguido pero las criaturas no bajarían aquí a menos que hagamos ruido.
Ni siquiera podía permitirme quitarme el casco para comer, mis músculos se sentían pesados, y mi estómago exigía alimento o amenazaría con desmallarme, pero no podía correr riesgos, menos aquí que los cadáveres son abundantes.
Observé a Anthony, está intentando leer los papeles que robó, aunque dudo que vea un carajo, creo que lo hace más para calmarse que por sed de conocimiento.
Estas criaturas son muy diferentes a las de los edificios, empezando por el sexo y color de pieles, su forma de andar y el tamaño de garras. ¿Cómo dos criaturas tan similares son completamente diferentes en todos los sentidos?
Eso me hace regresar la mirada a Anthony, el gemelo cerio y dedicado. Su hermano Andoni es más relajado, bromista y carismático, me pregunto por qué habrán decidido enviarlo aquí, pareciera que Anthony sabe mucho más y se desempeñaría más en un laboratorio que en misiones suicidas.
—No has dejado de mirarlo, me pondré celoso o se lo contaré a Dante —susurró Alexander.
—Solo me preocupa, al igual que Merlina, no debí haberla dejado sola allá arriba.
—Creo que fue lo mejor, si esta tan herida como decías solo la traerías a su tumba, como todos nosotros —suspiró.
—Aún no hemos muerto, eso ya es una ganancia —objeté.
Tuve que obligarme a comer lo poco que quedaban de las provisiones, por suerte las criaturas no estaban cerca o aquello hubiera sido lo último que comería en mi vida.
Proseguimos un poco más relajados pero lentos. Más y más cilindros se elevaban a nuestro paso, algunos con las marcas "G" mientras que otros tenían "R" seguido de números, lo que me hizo pensar que podrían ser dos experimentos diferentes.
Cuando estuvimos más descansados proseguimos en la búsqueda. La siguiente planta era la indicada, solamente teníamos que llegar a esos explosivos y detonarlos. Aquello atraería a todas las criaturas que se hallaban en las plantas superiores, teníamos que estar preparados.
Tropezamos con ellos de casualidad, eran unas cajas realmente pesadas de color negro interconectadas entre sí; junto a ellos otro soldado había sido devorado.
Pasábamos por las salas, que eran cada vez más grandes y espaciosas, no sabíamos a cuanta altura habíamos descendido, pero sin duda esta era la sala más grande en la que habíamos estado. El lugar estaba lleno de computadoras que estudiaban todos los contenedores de especímenes. Cada uno de ellos destruido.
—¿Qué demonios hacían aquí? —la voz quejosa de Anthony nos sobresaltó.
—Nada bueno —respondí.
Después de colocar los explosivos decidimos alejarnos, parecía buen lugar para detonarlos, pero no había lugar en el cual refugiarnos si llegaban las criaturas. Tal vez era aquello que llevó a los "supervivientes" a no hacerlo, no querían despertar a todas las criaturas nuevamente. Lástima que no corrieron con un destino diferente.
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Diarios de Guerra I : Sobrevivir © [Completa, Re-Editanto] Gracias Jeffs
Science Fiction"Querido diario, están cerca, arrastran sus pies putrefactos en coro, los escucho susurrar en la penumbra. ¿En qué momento, en qué fecha, a qué hora... la humanidad se fue al carajo?" Mi nombre es Elizabeth Mercer, fui una enfermera que se dedicó a...