Todo daba vueltas, los gritos venían de todas partes y de ninguno en especial. Veía un espiral de rostros combinado con el oscuro de la noche y el metal gris.
La maldita luz roja del helicóptero se encendió. Me aferré al cuerpo de mi hermana y al de Dante como un gato que esta por caerse de algo.
Me sorprende el piloto, después de un momento de vértigo logró recuperar el equilibrio antes de estrellarnos contra algo. Mi corazón estaba por salirse de mi garganta, junto con lo poco que tenía dentro. No, espera, si salió. Vomité con el dolor de la garganta desgarrada.
Veía muy borroso, como si mi vista tuviera estática. También pude oír respiraciones agitadas, después de un largo zumbido desquiciante que parecía durar horas. Ráfagas de aire entraban por mi boca y no podía dejar de sentir arcadas en mis músculos, estaban tensos, de hecho, toda yo estaba inmóvil, no podía moverme, aunque quisiera.
El sudor que corría por mi cuerpo era colosal, era la adrenalina que salía de mi cuerpo. Poco a poco empezó ese dolor de cabeza que hacía que me palpitara el cráneo; sin quererlo mis ojos empezaron a cerrarse, luché por mantenerlos abiertos.
—Elizabeth, hermana, no te duermas ahora —escuchaba a lo lejos.
La noche me abrigaba con su manto de estrellas, a mi espalda la antorcha de la muerte liberaría toda su radiación, toda su destrucción.
Eterno... eternidad, nuestra vida es solo un momento insignificante comparada con otros cuerpos, con los astros e incluso el mismo universo. La muerte no debería importarme, no es más que el final de un proceso biológico, algo que estamos seguros que ocurrirán, algo que añoramos, pero al mismo tiempo no entendemos.
No me importa... con lágrimas en mis ojos te digo que no me importa, pero a esa oración le hacen falta dos signos de interrogación.
Miro a través de la ventana y esta vez busco la luna. Mi padre me dijo que si algún día necesitaba consuelo mirara la luna, él seguramente la estaría viendo también.
Yo era la mayor, se supone que biológicamente tengo más posibilidades de morir primero pero no, me reúso a la idea de quedar postrada aquí. Intento moverme sabiendo que he perdido bastante sangre, pero mi cuerpo me grita que pare, no quiere hacerlo.
El ruido que hace el helicóptero es el único que se escucha; nos dirigimos a algún lugar donde seguro nos matarán por ser desertores, por ayudar a los Libertadores y por secuestrar un vehículo que seguramente era para alguien importante, no me importa.
Siento la bola de plomo en cada uno de mis compañeros, miran a lo lejos, al champiñón de fuego. Si pudiera adivinar, se están despidiendo de cada una de las personas que conocieron, vecinos, amigos, tal vez hasta personas importantes; ya no importan. Solo un suspiro y sus vidas se habrán terminado.
—¿A dónde nos llevas? —pregunta uno de los tipos que se salvó gracias a nosotros; está apuntando a la cabeza del piloto.
—Ya puedes bajar eso soldado. Tengo órdenes de llevar al escuadrón BL1 a la zona segura, con ustedes bastará.
—¿Existe una zona segura? —levanta la voz Alexander, casi riéndose de incredulidad.
—Existen varios puntos de control, su ciudad fue de las últimas en perderse. La coronel Lorwen los pondrá al tanto —las últimas palabras del soldado fueron casi inaudibles, como si se hubiera dado cuenta de algo—. Aunque no entiendo por qué han traído civiles; tenemos órdenes estrictas.
Se refiere a nosotros, a Dante y a mí ya que llevamos los uniformes puestos.
—Solo haga su estúpido trabajo —digo recomponiéndome.
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Diarios de Guerra I : Sobrevivir © [Completa, Re-Editanto] Gracias Jeffs
Fiksi Ilmiah"Querido diario, están cerca, arrastran sus pies putrefactos en coro, los escucho susurrar en la penumbra. ¿En qué momento, en qué fecha, a qué hora... la humanidad se fue al carajo?" Mi nombre es Elizabeth Mercer, fui una enfermera que se dedicó a...