Capítulo 4: Cadenas Rotas (Parte 3)

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Los infectados del virus VIH1-RM volvían a la vida, nos gritaban y golpeaban al aire, su paso era lento o era que nosotros podíamos correr. Dante cerró las puertas de la morgue, sea lo que sea, esas cosas no saldrían de ahí.

Mi mano temblaba, estaba nerviosa; escuchaba los cuerpos aplastados por la fuerza de la ola de muerte. Disparé a unos cuantos infectados, pero el sonido de las alarmas y los gritos, agitaban mis nervios.

Mucha gente murió mientras yo estaba en cuarentena, pero no las suficientes como para llenar pasillos completos de infectados. Nos escondimos en las salas de operaciones dos.

—Esto no será suficiente —repuso—. Elizabeth, tienes que huir.

—¿Qué? No, no, estás de broma ¿verdad? ¡No voy a dejarte aquí solo! —los infectados luchaban por entrar, nuestras manos eran lo único que se interponía en la puerta.

—¡No hay otra forma! Has caso de lo que te digo por una vez, Elizabeth, tienes que encontrar a Michelle, busquen a Merlin...

—¡Tú no eres nadie! Dante, mírame, mírame por favor, no podemos salir, son demasiados. Debemos permanecer ocultos.

—¡No hay lugar donde esconderse! Eli, amor mío, yo te traje hasta aquí —su voz comienza a cortarse—. Yo fui el que ideó todo este circo, yo soy el culpable. Por favor, no me hagas cargar más, no puedo perderte aquí abajo, no soy tan fuerte.

—Dante...

—Déjame ser tu héroe, por última vez. Aguacatito de amor, ¿verdad? —sonrió con tristeza.

No podía más, mis lagrimas nublaban mi vista, lo tomé del brazo y me aferré a él con todas mis fuerzas. No podía, no lo dejaría, no lo perdería, jamás a mi pequeño Dante.

Me sentía indefensa, fría, empezaba a extrañar su aroma, incluso estando a su lado, su cuerpo era ajeno a mis sentidos.

>>Ya no es tu Dante —dije para mis adentros.

—¡No! Dante, no, no tienes que hacer nada, ¡ya hiciste suficiente! –imploré.

—¡No voy a dejar que mueras! —me gritó, su voz, delicada, profunda. Se volvió tosca, llena de dolor y desesperación, era la desesperación en su materia más pura—. Te amo, Elizabeth, necesito decirlo, eres lo mejor que me ha pasado. Si pudiera escoger un momento perfecto para... bueno, se que sería este... —se inclinó hacia mí.

Sus labios eran amargos, dulces y llenos de agonía. Sentía la calidez abandonar su cuerpo e inyectarse en el mío, suave, como un pétalo cayendo en el infinito, como dos leguas de fuego que forman un espiral, un torbellino y después... un silencio profundo.

Me escondí en la bodega, justo como Dante lo indicó y él salió al encuentro. Juro haber escuchado una explosión y los gritos de Dante. Pude observar por las aberturas de la puerta como los militares avanzaban.

—Verdad... –ojalá hubiera tenido tiempo de responderle.

Entré en la sala de operaciones tres, la gente estaba alterada, muchos de los pacientes habían abandonado sus camas. Intenté calmarlos y regresarlos a sus estancias diciéndoles que por ningún motivo salieran y que después de mi salida atrancaran las puertas.

Un soldado me estaba esperando fuera, no tuve otra opción, se estaban llevando a golpes a Michelle.

Por Dios, querido diario, soy una mala persona. Mi deber es proteger, salvar vidas, no quitarlas. He disparado a simulaciones, a muñecos, incluso a gente muerta; pero nunca a una persona viva. Solo observé su mirada, como se posaba inquieta sobre mi cuerpo ¿Tendrá familia? ¿Sueños? ¿Sería agradable o un completo imbécil? No lo sé, no lo sé y creo que jamás lo sabré.

Diarios de Guerra I :  Sobrevivir © [Completa, Re-Editanto] Gracias JeffsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora